Cinco familiares de la cúpula de las Farc secuestrados, Liduine Zumpolle se la jugó por la liberación

Cinco familiares de la cúpula de las Farc secuestrados, Liduine Zumpolle se la jugó por la liberación

¿Cómo esta holandesa logró que liberaran a los familiares de ‘Pablo Catatumbo’ ‘Simón Trinidad’ e ‘Iván Márquez’?

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septiembre 08, 2013
Cinco familiares de la cúpula de las Farc secuestrados, Liduine Zumpolle se la jugó por la liberación

Janeth Torres Victoria, hermana de ‘Pablo Catatumbo’, buscó a Liduine Zampolle, en su pequeña oficina de Bogotá para pedirle que mediara de manera urgente por la vida y liberación de cinco familiares de los miembros más importantes de la cúpula de las Farc. En la lista de los retenidos por las Autodefensas Unidas de Colombia se encontraban: José Ricardo Sáenz, hermano de ‘Alfonso Cano’; Etna Mariza Marín, hermana de ‘Iván Márquez’; Leonor Palmera, hermana de ‘Simón Trinidad’; María Carvajal y su esposo, familiares de otro de los jefes del Secretariado. Janeth acudió a la holandesa porque unos meses antes ésta había mediado para que Carlos Castaño la dejara en libertad.

Era el año 1996 y Liduine -directora por aquellos días de la ONG católica Pax Christi Holanda-, inició una misión humanitaria junto a la arquidiócesis de Apartadó. Por las polvorosas calles del Urabá antioqueño circulaba un listado de nombres a los que las AUC declaraban como objetivo militar. Uno por uno iban cayendo las decenas de campesinos asesinados, tras ser culpados de auxiliar a la guerrilla o de tener ideas comunistas. Al encontrase aquella estela de sangre, más los testimonios de la gente que argumentaba no hacer parte de ningún bando, la holandesa se dio los medios para tratar de reunirse con el jefe paramilitar Carlos Castaño. El paramilitar le mandó decir que la esperaba en una finca en el Alto Sinú.

Lo que más sorprendió a Liduine en aquella primera cita, fue soldados del ejército colombiano a la entrada de la finca donde el jefe paramilitar tenía su guarida.

— ¿Ellos son de las Fuerzas Militares de Colombia, señor Castaño? —preguntó la extranjera.

—Nos colaboramos —dijo de forma seca y con su voz ronca el Comandante de las Autodefensas Unidas de Colombia.

En esta, como en muchas otras misiones, la holandesa fue acompañada por otro gran gestor de paz, el padre Leonidas Moreno Gallego. La charla se centró en la propuesta que llevaba Pax Christi y la Arquidiócesis: respetar la vida y los derechos de los civiles, no incluirlos en la guerra. En medio de la conversación Castaño sacó tres listas con los nombres de los próximos sentenciados a muerte y con algunos retenidos.

—La primera lista no se puede detener, tenemos pruebas que son de la guerrilla. A las personas de la segunda lista las estamos investigando. Y los de la tercera lista ya los investigamos y no los vamos a matar.

De entrada Liduine rogó por la vida de los hombres y mujeres de la primera lista pero no logró que Castaño cambiara de parecer. La única posibilidad que quedaba era el segundo inventario. Argumento iba y argumento venía. Entonces en uno de esos momentos impulsivos, Castaño decidió que a los de la segunda lista les iba a perdonar la vida pero con una condición: “¡Tienen 24 horas para desaparecer del mapa!”. En aquella orden impartida por radio también liberaron a las personas que acababan de capturar para matarlos, entre ellas estaba Janeth Torres Victoria.

Sin embargo, el secuestro de la hermana de ‘Pablo Catatumbo’ era el primer paso de una estrategia macabra de los paramilitares: habían comenzado a secuestrar a familiares de los cabecillas de las Farc, como retaliación a los secuestros que consumaba esa guerrilla. Castaño deseaba que los guerrilleros sintieran el mismo dolor y martirio por el que pasaban los familiares de la gente que se llevaban. De igual manera, el plan ‘b’ era empezar a canjear los secuestrados de las Farc por los secuestrados de las AUC.

Tal vez Castaño no se percató que en aquella primera liberación en la que medio Pax Christi y la Arquidiócesis de Apartadó, se le había ido la hermana de uno de los cabecillas de la guerrilla. Pero aquel año de 1996 las autodefensas continuaron con su plan. El 24 de julio secuestraron al hermano de ‘Alfonso Cano’, el 26 de agosto a la hermana de ‘Simón Trinidad’, el 10 de noviembre a la hermana de ‘Iván Márquez’ y ese mismo mes a un par de esposos, familiares de otro cabecilla del secretariado.

Fue por esos días, en diciembre de 1996, que Janeth Torres Victoria buscó a Liduine para entregarle la lista de los nuevos secuestrados de las AUC, pidiéndole que hablara con Castaño para evitar otra tragedia que inmiscuía a personas que su único pecado era haber nacido como hermanos de los jefes de la guerrilla. “Uno escoge a los amigos, pero no a la familia”, le dijo la hermana de ‘Catatumbo’. La arquidiócesis de Apartadó ya había contactado a Castaño para una segunda reunión con el objeto de hablarle de nuevo de temas humanitarios porque sus tropas seguían abusando de la comunidad del Urabá. De tal suerte que en aquella ocasión aprovecharon para pedirle a Castaño la liberación de los familiares de los cabecillas de las Farc.

—Debería liberar a esa gente señor Castaño —le dijo Liduine, a la vez que el padre Leonidas la apoyo en su petición.

—Voy a pensarlo. El tiempo es buen consejero. Esperemos a ver. —Fue lo único que atinó a decir el paramilitar.

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En 1996 Carlos Castaño secuestró a José Ricardo Sáenz, hermano de ‘Alfonso Cano’; Etna Mariza Marín, hermana de ‘Iván Márquez’; Leonor Palmera, hermana de ‘Simón Trinidad’; María Carvajal y su esposo, familiares de otro de los jefes del Secretariado. FOTO: El espectador

Todo quedó así. Pero en marzo de 1997 ocurrió algo inesperado. Amnistía Internacional acababa de publicar en Europa que los paramilitares habían realizado una masacre en el norte de Colombia. La información enfureció a Carlos Castaño, pues los investigadores europeos se habían equivocado, la masacre la había perpetrado la guerrilla de las Farc. El comandante paramilitar creía que Liduine Zampolle tenía algo que ver con la información y así no tuviera nada que ver, este hombre que se dejaba llevar por rumores y tenía delirio de persecución, la mandó llamar para que supiera al detalle cómo las Farc habían cometido los crímenes que les achacaban.

El jueves santo del 27 de marzo de 1997, Liduine y el padre Leonidas volvieron a subir hasta una de las guaridas de Castaño. Estaban asustados. En medio de la fuerte discusión el líder de las AUC entendió que el trabajo de Pax Christi y de la Arquidiócesis tenía otros objetivos y que ellos no tenían nada que ver en la supuesta cadena de desprestigio. Sus acciones solo se centraban en lo humanitario. No habiendo nada más que hablar, los despidió. Con la preocupación de que el impulsivo Castaño tomara alguna decisión nefasta, la pareja de paz se apuró para regresar a Apartadó. Pero justo en el camino hacia la portada de la finca, el padre Leonidas recordó el tema de los secuestrados, de manera que se lo advirtió a Liduine. La holandesa, a pesar de la acalorada conversación que acababan de tener, no tuvo reparos en ese momento para regresar donde estaba Castaño.

—Carlos, ¿qué has pensado de liberar a los familiares de los guerrilleros de las Farc? —dijo de manera firme Liduine.

El paramilitar no respondió, pero Liduine volvió a enfatizar.

—Es gente que no tiene nada que ver con el conflicto. La cuestión es entre ustedes los alzados en armas, nada que ver con los civiles.

Castaño se levantó, y disparó sus frases ideológicas con sus cuerdas vocales desgastadas.

—Lo he venido pensando. Hay que humanizar esta guerra. Yo quiero soltarlos, pero tengo que hablar con mis hermanos. Deme hora y media y yo los llamo para ver qué decidimos —dijo.

Esperaron en una tienda cerca para recibir la llamada, cuando timbró el teléfono no lo podían creer.

—Hemos decidido liberar a esa gente. Tal vez a alguno le de un paro cardiaco porque siempre avisamos una semana antes y ya llevan más de siete meses. Apunten donde los tienen que ir a recoger. Mientras ustedes llegan, nosotros reunimos a todos los secuestrados para llevarlos al sitio de encuentro. Pero tienen dos condiciones: la primera, deben ir solos. La segunda, los secuestrados deben enviarle un mensaje a través de la prensa a sus familiares guerrilleros para que dejen de utilizar el secuestro como arma de guerra —esbozó el paramilitar.

Cuando los fueron a recibir, los secuestrados estaban tan asustados que pensaban que era una trampa y los iban a matar. No se querían subir al carro que llevaba Pax Christi. Para tranquilizarlos, Liduine les habló.

—No tenemos tiempo, después les respondo todas las preguntas. Soy Liduine Zampolle, de la ONG Pax Christi y él es el padre Leonidas Moreno, de la curia de Apartadó. Súbanse que los han dejado en libertad.

En el camino, Liduine llamó a varios medios de comunicación para que recibieran en un hotel de Montería las declaraciones de los liberados. La más tajante y comprometida con el mensaje para las Farc fue la hermana del líder guerrillero ‘Simón Trinidad’; Leonor Palmera contó que en sus siete meses de secuestro la habían tratado bien. Que les llevaban libros, telas para bordar y pinturas, los dejaban escuchar radio y ver televisión. Que en varias oportunidades el propio Castaño llegaba con una energía desbordante a contarles cómo iban las negociaciones y a exponerles las ideas de las Autodefenesas. Pero finalmente fue enfática en el mensaje que le envío a su hermano y a las Farc: “Liberen a todos los secuestrados. No secuestren más. Éste es un continuo sufrimiento para los familiares. Encuentren una fórmula para la paz. Espero que el gesto de mi liberación y la de las personas que estaban conmigo les sirva a los grupos guerrilleros para replantear su posición frente al secuestro” palabras que salieron reseñadas en varios medios, entre ellos en el periódico El Tiempo.

Liduine Zampolle, recuerda anécdotas de ese día. Unos lloraban, otros gritaban. Empleados del hotel sirvieron licor y Ricardo Sáenz, hermano de ‘Alfonso Cano’, se emborrachó. La hermana de Simón Trinidad contó que aquella semana cumplía 25 años de casada y quería celebrar con sus cuatro hijos y con su esposo. El sábado 29 de marzo la guerrilla de las Farc emitió un comunicado por lo sucedido; paradójicamente, no agradecieron. En el mensaje dejaban en duda el trabajo de Pax Christi y de la Arquidiócesis de Apartadó. “Quién sabe qué favores le habrán hecho a los paramilitares”, era una de las frases que rezaba la contradictoria esquela fariana.

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Luduine Zampolle lleva trabajando más de 40 años con Colombia. Su último acompañamiento fue a alias 'Felipe', líder guerrillero que sabe toda la verdad del caso 'Cacique La Gaitana'.

Cuatro meses después, por oscuras informaciones que llegaron a las Autodefensas, Castaño decidió otra vez mandar secuestrar a Janeth Torres Victoria, hermana de ‘Pablo Catatumbo’. Diez años después, el 27 de agosto de 2007, los restos de Janeth fueron hallados tras el testimonio del jefe paramilitar Diego Fernando Murillo, alias ‘Don Berna’, quien dio detalles de lo sucedido y el lugar exacto en Valencia (Córdoba) donde habían picado y enterrado a la hermana de ‘Catatumbo’. Hace poco el propio ‘Pablo Catatumbo’ por intermedio de un periodista italiano que lo entrevistó en La Habana, le mandó decir a Liduine Zampolle que la quería saludar y agradecerle por aquella vez que le salvó la vida a su hermana, aunque después la hubiesen masacrado los paramilitares. Así mismo, hace algunos años Liduine se encontró en Ginebra (Suiza) a Ricardo Sáenz. El hermano de ‘Alfonso Cano’ se le acercó y aunque ella no lo reconoció a primera vista, supo que era el hombre que ella había ayudado a liberar cuando él se lo recordó. Aquella noche se fueron a un café y allí le contó entre otras cosas que trabajaba como traductor en ese país.

Ese no fue el único acto humanitario en el que colaboró Liduine Zampolle. La holandesa aterrizó en Colombia cuando tenía 19 años de edad. El objeto de su viaje era hacer una práctica como trabajadora social, pero decidió quedarse. Comenzó a trabajar con las organizaciones sociales cuando conoció a la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC), a quienes ayudó a gestionar dineros internacionales para capacitarlos respecto de Derechos Humanos. En 1988 la nombraron directora de Pax Christi en Colombia, trabajando con aquella ONG conoció a monseñor Isaías Duarte quien en ese momento era obispo de Apartadó (Urabá), un hombre al que quiso mucho pero que le dejó un hueco muy grande el día que lo asesinaron en Cali.

Más adelante junto al gobierno holandés ayudo a certificar que el Estado colombiano cumpliera el pacto de velar por la vida de los disidentes de la guerrilla del EPL, al tiempo que hizo lo propio con algunos desertores del ELN. En el año 2003, después de 15 años de trabajo se retiró de la dirección de Pax Christi. Regresó a su natal Holanda, pero siguió viniendo a apoyar nuevas iniciativas en defensa de los Derechos Humanos.

Pax Christi Holanda, ayudó en la liberación de una veintena de personas secuestradas por la guerrilla de las Farc. Entre ellos, estudiantes y trabajadores extranjeros como también familiares de gente pudiente del departamento de Antioquia. El pacto siempre fue el No Pago. Lideró internacionalmente una campaña internacional contra el secuestro e impulso una iniciativa para que gobiernos y empresas europeas no siguieran financiando los grupos ilegales pagando por la liberaciones de sus empleados y ciudadanos.

En el año 2008, se empapó en todo lo que tenía que ver con el decreto 1059, el cual reglamentaba la desmovilización individual de los miembros de la guerrilla. Visitando cárceles de todo el país se encontró con un movimiento denominado ‘Manos Limpias’, el cual acababan de crear los propios guerrilleros. Con esta organización los insurgentes presos han empezado a buscar que el gobierno colombiano cumpla de manera efectividad el decreto 1059, fue así como Liduine pasó de ser enemiga de la guerrilla a ser una pieza clave para ayudar a los desmovilizados  a regresar a la vida civil.

Liduine los acompaña en la búsqueda de los beneficios que les  otorga la ley, subvenciones que en suma se parecen a la que les otorgaron a los paramilitares rasos cuando se desmovilizaron con la ley de Justicia y Paz. Hoy su voz sigue firme, sus brazos bronceados de tanto andar por los caminos olvidados de Colombia son el reflejo de una mujer que solo ha luchado por la justicia de un país que es más suyo que su propia tierra natal.

Por @PachoEscobar

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