Salir de las casas y volver a la vida multitudinaria es como haber salido del oscurantismo medieval. No son pocos los que añoran como nunca el contacto humano, sentir la piel del otro, el sudor, la voz.
Todos andamos, como si la vida se acabara mañana, gastando lo mucho o poco que pudimos ahorrar en el confinamiento en tiquetes de avión, cine y conciertos. Cualquier evento gratuito, por más paupérrimo que sea, llena su aforo en un santiamén. Somos los sobrevivientes de una pandemia y tenemos el derecho de celebrar que estamos vivos.
Hay quienes sobreviven a una pandemia, pero no un concierto.
Festival Astroworld (Estados Unidos, 2021)
Todo iba de maravilla en el festival del rapero Travis Scott. La noche transcurría sin problemas hasta que salió al escenario el rapero. La masa se emocionó y de repente una estampida humana pasaba por encima y aplastaba a los que estaban más cerca del escenario. El saldo: 8 muertos, 300 heridos y varias personas a las que les hicieron resucitación cardiopulmonar.
Time Warp (Argentina, 2016)
El Time Warp es un festival itinerante de música electrónica que celebró su tercera edición en Argentina. Los rioplatenses estaban emocionados por poder vivir en casa un festival de talla internacional, con sede central en Alemania. Pero algo salió mal. En horas de la mañana del 16 de abril los servicios de emergencia recibieron una llamada alarmante: "varios asistentes habían caído al suelo, convulsionando entre la multitud. La confusión se había apoderado de la sala Costa Salguero, cuyo aforo estaba saturado y sin apenas ventilación". ¿La razón? Habían consumido una droga conocida como Superman. No pudieron hacer nada por cinco de ellos, que murieron allí mismo. Una sexta persona fallecería días más tarde en el hospital.
Love Parade (Alemania, 2010)
Este es uno de los eventos de música electrónica más antiguos, creado en 1989 en la ciudad de Berlín. En 2010, casi un millón de personas se reunieron para disfrutar del desfile del amor (loveparade). No obstante, un supuesto ataque de pánico en un túnel generó una estampida que dio como resultado 21 muertos y 341 heridos. El caos fue tal que los organizadores tardaron varias horas en suspender el evento.
Roskilde Festival (Dinamarca, 2000)
Dicen que uno de los errores más grandes en la organización de un concierto es sobrevender boletos. En Dinamarca, durante un un concierto de Perl Jam, uno de los mayores exponentes del grunge en el mundo, ocurrió un hecho inesperado que marcó a la banda. Una tragedia. Los organizadores del evento, por vender más boletas, atiborraron el lugar. La consecuencia: la multitud se abalanzó en el momento en que salió la banda y aunque el vocalista pidió el favor de que retrocedieran, era demasiado tarde: "nueve personas fueron pisoteadas". La banda, en memoria de las víctimas, escribió la canción Love Boat Captain.
Altamont (Estados Unidos, 1969)
Los que saben de música aseguran que el de Altamont es el paradigma de festival maldito, pues hubo varias tragedias en un solo evento. "Dos asistentes murieron en accidentes de tráfico en los accesos, otro falleció ahogado en un canal cercano al recinto, cientos de personas acabaron sumidas en un mal viaje por culpa de LSD en mal estado". Por si fuera poco, los responsables de seguridad del evento, un grupo de moteros llamado Ángeles del Infierno, acabaron apaleando a parte del público y enfrentándose a algunos de los músicos invitados. Ya cuando los ánimos estaban calmos, en plena interpretación de Under my Thumb, Meredith Hunter, un joven afroamericano, se enfrentó con un grupo de moteros borrachos. Al final el joven sacó una pistola, amenazándolos, y uno de los Ángeles lo apuñaló varias veces. Durante el suceso los Rolling Stones salieron huyendo del festival en helicóptero.
Estos son cinco ejemplos de cómo la mala organización, la falta de conciencia de los espectadores y las pésimas condiciones de seguridad de algunos escenarios hacen de estos eventos musicales una trampa mortal.
