En 1789 con la proclamación de lucha contra la supuesta opresión y absolutismo, se dio inicio a la Revolución Francesa, la cual asumió como lema los principios de libertad, igualdad y fraternidad, bandera que tomaron los burgueses para gestar toda una subversión cultural, que tuvo como principal propósito sacar a Dios de la vida pública de las personas.
En desarrollo del lema de la Revolución, se dio inicio a la libertad de cultos, pensamiento y expresión, lo cual permitió que los hombres creyeran, pensaran y dijeran lo que les pareciera en nombre de esa libertad, que por cierto, es una libertad distorsionada, por cuanto la libertad no es para hacer lo que se me venga en gana, sino para hacer en ejercicio de mi voluntad, lo que mi inteligencia y razón dicen que debo hacer.
Como consecuencia de la referida distorsión se han creado diferentes instituciones jurídico políticas, tales como el libre desarrollo de la personalidad, el derecho a la igualdad entendida como igualitarismo, la libertad de cultos y confesiones, los estados laicos y aconfesionales, la libertad de prensa, los derechos y protecciones de las minorías, la soberanía popular, los derechos humanos, la voluntad popular, la democracia como único sistema que legitima las decisiones y designaciones, la diversidad cultural religiosa y política, la ideología de género, la distorsión de la familia, para concluir que todo lo legal es moral y que me está permitido hacer todo lo que no me este prohibido.
Nos han formado con la idea que ante los demás tenemos un sinnúmero de derechos que nos dan la potestad de hacer lo que nos venga en gana, eso sí, siempre y cuando no afectemos los derechos de mi vecino o de los demás, situación que ha generado el principal problema de la modernidad. Esto es que todos avanzamos por la autopista de las garantías y de los derechos, y cada quien decide en qué sentido ir, a cuál velocidad y hasta dónde quiere llegar; pero tarde o temprano se genera un caos, por no decir anarquía, que hace que los derechos y garantías de cada uno de los que conducen, se estrellen y choquen entre sí. Resulta imperante llamar a un agente de tránsito, en este caso un juez constitucional para que decida cuál derecho de todos los que transitan tiene prelación o mayor protección, esa es la llamada teoría de la ponderación, que no es otra cosa que buscar la solución al problema con un juez y que este decida de acuerdo a su ideología, forma de ver la vida y bajo criterios eminentemente subjetivos y relativos, a quién le da prelación.
En razón de lo anterior, hoy estamos expuestos a que una persona nos defina si los derechos que surgieron de la Revolución Francesa y que a través del tiempo me han inculcado que son mis garantías están o no en contravía o en posible amenaza con los derechos y garantías de otra persona, es decir que la tan afamada libertad, igualdad y fraternidad es una de las tantas utopías de la revolución, por cuanto al momento de ejecutarla genera esquizofrenia y anarquía social.
Es por ello que hoy día vemos conflictos sociales y jurídicos entre diferentes garantías, tales como el derecho a la vida frente a la libertad sexual y reproductiva, el derecho a la igualdad frente a la decisión de la mayorías, el derecho de la no discriminación frente a la libertad de autodeterminación, entre otros, que generan que terminemos dando vueltas en un mismo lugar como cuando el perro se intenta morder el rabo y que nunca lo logra.
La mejor evidencia del problema tiene que ver con el cierre de las cuentas de YouTube y Google del precandidato presidencial Alejandro Ordóñez Maldonado, quien fue notificado de esto, en razón de que un grupo de personas, con diversidad de creencias e ideologías, con seguridad ateos, agnósticos, homosexuales y otras orientaciones contrarias a las del precandidato, denunciaron masivamente aduciendo que con los videos y mensajes divulgados en las cuentas —al hablar de la familia como una institución natural, defender al que está por nacer, inculcar una vida de fe y creencia, no estar de acuerdo con la ideología de genero y todas sus implicaciones, cuestionar el acuerdo de la Habana, entre otras más— se lograba crear una tendencia discriminatoria que iba en contravía de las libertades de culto, de pensamiento y de opinión, razón por la cual cerraron las mencionadas cuentas en nombre de la diversidad, libertad e igualdad, suena paradójico pero así fue.
Esta decisión causa asombro por su incoherencia. No podemos permitir que bajo el pretexto de las libertades nos sigan arrinconando e imponiendo lo que la agenda mediática quiere que creamos, pensemos y digamos; que terminemos formando a nuestros hijos con las distorsiones y enseñándoles que no hay nada malo ni nada bueno, todo es subjetivo y cada quien opta por hacer lo que le parezca, volviendo al hombre un Dios que deja de descubrir las cosas y ahora las crea, por cuanto con esa lógica, las cosas dejan de ser lo que son, para volverse lo que cada quien crea que son, nos censuran con el pretexto de las libertades y de la igualdad, vaya nudo gordiano, que con las banderas de quienes se han autoproclamado como tolerantes, termina su tolerancia hasta cuando no se piensa como ellos, la intolerancia de los tolerantes.
Es inconcebible y contradictorio que estando en la época de las libertades, bajo esta consigna se censure el pensar, hablar o creer de una manera diferente de la que nos quieren imponer. Me pregunto entonces esa libertad no es para pensar como queramos, sino para que pensemos como ellos quieren, o sino que me expliquen cuál es el rasero para determinar mis libertades, de las garantías de quienes piensan diferente y que me expliquen como se es intolerante al pretender difundir mis posiciones, pero cuando ellos hacen que se imponga las suyas, ahí si no se es intolerante sino libertario.
En la historia política de Colombia jamás había sido discriminado alguien por lo que piensa, cree y opina como le ha sucedido a Alejandro Ordoñez, que su único reproche es ser un hombre creyente, que vive como piensa, dice lo que piensa y cumple lo que dice, y por ello lo tachan de fundamentalista e intolerante. Sin embargo, observando la obsesión de quienes lo atacan e injurian, resultan ser estos los verdaderos fundamentalistas e intolerantes que no disimulan su animadversión por el simple hecho que no piensa como ellos.
La mayoría de los colombianos coincidimos con el pensamiento e ideología que él representa. Además, tenemos la firme convicción de que la opinión publicada no es la misma opinión pública, que por más que nos quieran imponer y hacer creer que la mayoría son pro abortistas, pro matrimonio igualitario, pro adopción por parte de homosexuales, esa no es la verdadera Colombia. ¿Por qué creen que los más demócratas y libertarios se atravesaron a toda costa para no dejar realizar el referendo para que los colombianos definiéramos qué se entiende por familia y quiénes pueden celebrar el matrimonio? La respuesta es sencilla, como la mayoría de colombianos no pensamos como ellos y con el pretexto de proteger una minoría, en este caso la soberanía popular, la decisión de las mayoría y el sistema político de la democracia no es el adecuado, por cuanto resulta inútil para los intereses de los demócratas, liberales y tolerantes.
Por tanto no nos preocupemos por el ataque sistemático de algunos medios de comunicación y un sector de iluminados contra el candidato y las personas que lo seguimos, al contrario preocupémonos cuando estos hablen bien de él. Mientras se mantengan los reproches, ataques e injurias debemos tener la tranquilidad de que los principios y convicciones por los cuales lo seguimos continúan por buen camino.
