El 19 de noviembre más de 40 estudiantes de la Universidad de Caldas y Universidad Nacional decidieron agarrar camino hacia Bogotá. Con una maleta, varias banderas y mucha ansiedad, alistaron sus mejores tenis para comenzar una caminata de 350 kilómetros.
Pero no eran los únicos. Al mismo tiempo, otro grupo de jóvenes de la Universidad del Cauca y un puñado de la del Valle, quienes el pasado 22 de noviembre cumplieron 7 días caminando, hicieron lo mismo para encontrarse con los manizalitas en carretera antes de asumir el agresivo Alto de la Línea.
Poco a poco los 40 estudiantes se conviertieron en 300 y ahora son un bloque de Quindío, Pereira, Cali, Popayán y Manizales que mantiene su peregrinación con un solo objetivo: llegar a Bogotá para sumarse a la marcha estudiantil del próximo 28 de noviembre.
Todas las noches han dormido en diferentes universidades. Levantando las carpas y extendiendo las colchonetas, gastan su último aliento para levantar los pies que arden por las ampollas. Doce horas caminando pasan factura, pero se mantienen vivos gracias a la ayuda que han recibido en las ciudades donde terminan sus jornadas.
Y es que la exigencia sigue siendo la misma. "Nosotros no somos unos vagos por estar en paro", sentenció Enrique Jaramillo, uno de los líderes de Manizales. En la Plaza de Bolívar se plantarán frente al Congreso para decirle no a la reforma tributaria, y exigirle al presidente Duque propuestas reales y serias para llegar a un acuerdo y una solución a un problema innegable: la crisis de la educación superior.
Más de 21 kilómetros los esperan para coronar el Alto de La Línea, un recorrido que hasta los más guapos miran con respeto. Pero el apoyo de la gente en el camino ha sido fundamental. Comida, agua, incluso salud les han brindado. Durmieron en Cajamarca en un coliseo gestionado por los mineros, quienes también respaldaron la acción de los valientes jóvenes que esperan llegar completos hasta Bogotá.