Uno de los casos más famosos sobre circunstancias extrañas e inexplicables que han puesto en peligro o en los que han muerto opositores de Vladimir Putin ocurrió en 2019 con el activista y Alexei Navalny cuando esperaba un vuelo y un agente ruso, a quien él mismo señaló, intentó envenenarlo.
En esa ocasión y cuando ya estaba en el avión, Alexei Navalny empezó a sentir un dolor intenso en el vientre. El piloto decidió cortar el trayecto, descendió en un aeropuerto alterno y le salvó la vida. Después de ese episodio, el valiente que ha sabido usar TikTok para oponerse al régimen, se exilió en Alemania.
La prensa al servicio de Putin empezó a hablar de que Navalny se había intoxicado con los venenos de occidente, que él y su esposa frecuentaban descarnadas orgías y que básicamente era un degenerado. Como un kamikaze, el abogado regresó a Moscú donde fue inmediatamente puesto preso y actualmente, paga cadena perpetua.
Por estos días, el mundo se especula si el cerebro de Vladimir Putin, quien no es hombre de dejar rastro alguno, está detrás del desplome del avión en el que viajaban, el líder del grupo Wagner, Yevgueni Prigozin y otras diez personas que lo acompañaban y fallecieron todas cinco minutos después de despegar.
El hecho que aún es materia de investigación, ocurrió dos meses después de que el líder de los mercenarios amenazó con organizar una marcha contra Putin que llegaría a Moscú. Desde el comienzo de la invasión a Ucrania, Prigozin se venía quejando de las condiciones terroríficas en las que Moscú mantuvo a las tropas que él comandaba. Al parecer, había logrado varios acuerdos con el Kremlin, pero Putin no es un líder que acepte fácilmente ser cuestionado.
En este contexto, no se descarta nada porque es bien sabido que el hombre fuerte del Kremlin tiene aliados para hacer cualquier tipo de operaciones como el Servicio Federal de Seguridad que en la época de la URSS era la famosa KGB, el poderoso servicio de inteligencia y otros aliados regionales como Georgia, Kirguistán y Uzbekistán.
Lo cierto es que misteriosas muertes de personas incómodas para el poder en Rusia se han presentado desde 2004 y según el medio El Español de Barcelona alcanzarían un centenar y todas, tienen un patrón común: 10 murieron por caídas extrañas desde edificios o trenes, 22 por disparos, una docena fueron aparentes suicidios y 44 de ellos murieron en el extranjero.
Los opositores que odiaba Putin
En 2006, un antiguo miembro de la KGB, Alexander Litvininenko, quien huyó de Rusia a Londres y amenazó con contar secretos del Kremlin, fue envenenado en Inglaterra. En ese momento, se desencadenaron una serie de muertes, una más escabrosa que la otra.
El diplomático opositor de Putin, Igor Ponomarev, murió después de beberse repentinamente tres litros de agua en un satánico fondo blanco.
Al científico que descubrió que Alexander Litvinenko había ingerido una dosis mortal de polonio, Matthew Putcher, lo encontraron acuchillado en su casa en Londres.
Según El Español, Putin ha tenido serios problemas con la prensa y en los últimos años han fallecido periodistas críticos de su gobierno.
En la lista de El Español de Barcelona figuran:
“Víctor Aphanasenko; Irina Ostashchenko, del Informer; Alexei Yermolin, del Krymskaya Pravda; Nikolai Andruschenko, del Novy Peterburg; Yevgeny Khamaganov, quien murió al día siguiente de Andruschenko; Maxim Borodin, del Novy Den; Orkhan Dzhemal, Alexander Rastorguev y Kirill Radchenko, quienes trabajaban en República Centroafricana para el medio de Mijaíl Jodorkovski; Mikhail Kirakin, que había dicho días antes que temía por su vida; Irina Slavina, de KozaPress; Alexander Tolmachev, que murió encarcelado; Magomedzagid Varisov, del Novaye Delo; o Magomed Yevloyev, de Ingushetiya. Periodistas críticos con el Kremlin, cuyos asesinatos, impunes, han sido denunciados sin respuesta por instituciones como la Federación Internacional de Periodistas o el Tribunal de La Haya”.
La periodista Elena Kostjutshenko, quien publicó el medio opositor Meduza el reporte en donde se mostraba la invasión rusa a Ucrania como si fuera un genocidio, vive en Berlín, fue envenenada en octubre de 2022 y una rápida acción médica, la salvó.
Algo similar ha sucedido este año con dos periodistas críticas con Moscú y la guerra en Ucrania, Irina Babjolan y Natalija Arno, quienes presentaron serios síntomas de envenenamiento.
Hasta el momento, no hay resultados de investigaciones imparciales. Mientras tanto, la televisión rusa reduce todo a sus mínimas proporciones, señala los vicios y perversiones de todo aquel que critique cualquier postura del Kremlin.
Vladimir Putin simplemente subestima a sus críticos. Algunos dicen que lleva en la sangre la misma ferocidad y las mismas ganas de expansión que alguna vez tuvieron líderes como Iván el Terrible, Stalin o Hitler que envidiaba “el salvajismo asiático” de su archirrival Stalin y que la democracia no es precisamente la forma favorita de gobernar.