La situación en las calles de Bogotá con los ciclomotores de aplicaciones de reparto como Rappi, UberEATS y Didifood, entre otros, se ha vuelto insostenible. A diario se registran accidentes en los que estos vehículos están involucrados, y las autoridades parecen no tomar cartas en el asunto.
Estos ciclomotores, manejados por domiciliarios que a menudo circulan a velocidades similares a las de motocicletas, transitan sin las medidas de seguridad mínimas. Es alarmante ver a muchos de ellos sin casco, sin chaleco reflectivo y con vehículos en pésimas condiciones.
De noche, su presencia se anuncia únicamente por el ruido ensordecedor de sus motores, ya que carecen de luces reglamentarias. Las imprudencias no se detienen ahí: serpentean entre los carros, se pasan los semáforos en rojo, y en caso de accidente, rara vez se hacen responsables.
Además del estado mecánico de los ciclomotores, el cual en muchos casos es deplorable —con reparaciones improvisadas en plena vía, sin ningún tipo de control—, preocupa la higiene: manos engrasadas tras realizar mantenimiento precario y, aún así, continúan entregando alimentos a los clientes.
Ante esta caótica situación, se hace un llamado de atención urgente a las empresas que operan con estos repartidores. Se les debe exigir que sus trabajadores cuenten con los implementos de seguridad necesarios para proteger su vida y la de los demás.
Es fundamental que estas compañías asuman su responsabilidad, implementando sanciones contundentes a los infractores, ya sean empleados o domiciliarios contratados. La seguridad en las vías no puede seguir siendo ignorada.
No se puede permitir que esta problemática continúe sin control. Las autoridades deben actuar para regular el uso de estos vehículos y garantizar que todos los actores de la movilidad respeten las normas, protegiendo a conductores, peatones y demás usuarios de las vías de Bogotá.