Como usuario de los diferentes medios de transporte que brinda nuestra, cada vez más caótica ciudad, uno de los predilectos es la bicicleta: rápida, económica, eco-amigable y desde hace muchos años, aquí en Bogotá, los alcaldes han procurado implementar su uso y disponiendo, cada vez más de carriles exclusivos para los que se movilizan por este medio.
En los últimos dos gobiernos, Petro y Peñalosa, se ha promovido el uso de este eficiente medio de transporte para intentar mitigar el caos del tráfico. Cada vez vemos cómo crecen los kilómetros de ciclorutas y ciclistas, estos últimos, cada vez empoderados con el visto bueno de nuestros alcaldes, y por ende, de los entes de control.
Con extrañeza vemos que a los usuarios de la bici, no se les exige el más mínimo respeto por los demás medios de transporte, en contravención de nuestro código de transito donde claramente el peatón tiene prelación a cualquier medio de transporte.
En este mismo código está claro que los usuarios de este medio deben respetar absolutamente todas las normas de tránsito, semáforos, pasos peatonales, señales de pare (que significa detenerse a velocidad igual a 0), carriles para otros vehículos, contravías y utilizar indumentaria para la protección de sus usuarios como el casco todo el tiempo y reflectivos e iluminación de 6.00 p.m. a 6 a.m.
Cada vez empoderados, vemos a muchos ciclistas que no muestran el más mínimo respeto por el peatón y otros vehículos, y sobre todo, por las normas básicas de tránsito. Como suele suceder, desde la misma alcaldía se promueve la no utilización de elementos de seguridad.
Al parecer no existe quien controle a muchos usuarios imprudentes de esos vehículos y tampoco el interés para regularlos desde nuestro gobierno local, ni para hacer campañas educativas serias y la imposición de multas, porque sencillamente no les interesa. ¿O sí?
Estamos en manos de muchos bici-atarvanes sin control.