Las redes sociales que tienden a manipular a la democracia y el capitalismo, como Rusia y China: un país "digital", dos sistemas.
Los medios son todopoderosos. Los tradicionales eran trinchera y francotirador del establecimiento, y las redes, aparentemente independientes, constituyen el misterio central del capitalismo desregulado. De hecho, se creen deidades: ‘uno y trino’ y ‘superstar’ "F-uckerberg", cuya vocación es joder a la sociedad; cualquier salvador —Telegram o Signal—, representa otra tajada del mismo dogma de fe que reflejó la elección, gobierno y retiro de Donald: el homónimo de aquel pato blanco, de ojos azules y piel naranja, que comunicaba con estilo iracundo.
Trump ha sido el chivo expiatorio de esas redes que capitalizaron el tráfico generado por sus intervenciones. Autoritario, las totalitarias plataformas lo expulsaron "debido al riesgo de mayor incitación a la violencia": imagino que a los opositores de cualquier régimen, como el de sus redes, nos acusarían de sedición.
Es difícil analizar con equilibrio asuntos éticos y morales. Originalmente, esas redes socializaban el acceso a la información; luego, democratizaron el altavoz aunque casi nadie escucha, pues actuamos como seres irracionales que valorizamos esos circos romanos que consolidaron su Integración Vertical y Horizontal, e incluso su Yuxtaposición Reticular.
El Consentimiento Informado, mal aplicado en medicina, fue peor que la enfermedad en el caso de la democracia, pues no solamente roban nuestros datos personales, sino que manipulan nuestras elecciones usando contenidos falsos, porque todo lo reducen a la práctica del marketing, cuya personalización se sofisticó en esta era de monitoreo digital.
Depende de la perspectiva concordar con el impacto de Trump en la democracia. Sin embargo, sus episodios son otro síntoma de una crisis sistémica que inició con el feudalismo; el neoliberalismo editó la versión moderna de la esclavitud, y las redes impusieron su "juris-im-prudencia".
Además del caso Trump, Amazon, Apple y Google eliminaron a Parler: ¿por qué no hacen lo mismo con Uber, Airbnb o Rappi, que modernizaron el capitalismo salvaje? Porque son negocios: igual que los contenidos sexuales, de licores y otros oligopolios o industrias cuestionables.
Solicito a Twitter y Facebook, grandes inquisidores modernos, que expulsen a todos los políticos de profesión, noticieros y programas de opinión, televisada o radial, pues su lenguaje y enfoque impelen a la violencia. Asimismo, solicito a las autoridades del Estado que no usen sus cuentas personales para comunicar u opinar sobre asuntos públicos, mientras estén en ejercicio de sus funciones. Mensaje especial para Claudia López, quien usa Twitter como Trump, y regresó a sus funciones el mismo día de la Toma del Capitolio.
Finalmente, dejemos la doble moral; reflexionemos sobre derechos y deberes, sobre la hambruna, pobreza e inequidad, pues esas formas de violencia son las que demuestran que la democracia fracasó. Bienvenidos a la Rusia, Corea del Norte o China globalizadas, mediante las redes del siglo XXI, donde antes que documento de identidad ciudadana necesitaremos una cuenta bancaria y de redes sociales.