En Colombia sale a flote más que nunca aquel refrán que dice "la vida te da sorpresas", y ¡vaya que sí estamos sorprendidos! Las campañas presidenciales están estirando y fragmentando la naturaleza de la cotidianidad de los colombianos en este tiempo de elecciones. Sentarse en un televisor o escuchar cualquier emisora radial nos hace pensar radicalmente en la miserable situación en la que nos encontramos como votantes, aun sabiendo que estamos a miras de la más importante elección presidencial de la historia de nuestro país.
Ahora bien, el 1 de mayo en la ciudad de Cali se reunieron los obispos y sacerdotes para hablar sobre el posible panorama político y social de los acuerdos de paz en coyuntura presidenciales. En síntesis, y retomando lo que más sobresalió de dicho encuentro por la paz, la Iglesia católica manifestó su apoyo total al acuerdo firmado en La Habana y posteriormente en el teatro Colón de Bogotá, sabiendo las tensiones que surgirían a partir del clero y la mayoría de los votantes de derecha (muchos de ellos católicos), quienes aún siguen creyendo en el fantasma del castrochavismo y la abolición de la propiedad privada y la familia tradicional.
El respaldo de la Iglesia católica a los precandidatos que un siguen firmes dentro de sus propuestas con el proceso de paz y su irregular implementación dio mucho de qué hablar, comenzando por el mensaje del papa Francisco, cuyo apoyo al proceso de paz caló fuertemente en una iglesia conservadora que puso sus críticas al comienzo de la negociación entre Estado y ahora grupo político Farc. Sin embargo, paradójicamente el mensaje de paz no se concentró en todas las congregaciones religiosas de nuestro país.
El pasado 10 de mayo, una de las iglesias protestantes más poderosas en materia económica gracias a sus feligreses, la Iglesia de Dios Ministerial de Jesucristo Internacional, administrada por María Luisa Piraquive desde Miami, manifestó el respaldo al candidato del Centro Democrático Iván Duque, cuya primer labor como mandatario de nuestro país sería “modificar” lo construido entre el gobierno Santos y los excombatientes guerrilleros. Dicho respaldo fue seguido por otras congregaciones cristianas-protestantes, quienes paradójicamente eliminaron por completo el mensaje de paz fomentado desde la cristiandad y un fuerte apoyo heterodoxo internacional en materia de reconciliación; todo esto se suprimió gracias al miedo fomentado por algunos actores políticos y su caricaturesca idea de un gobierno socialista y ateo.
Así mismo, el miedo y la zozobra creada por las campañas sucias y el decoro hacia la participación de los guerrilleros en la política prendió la llama del desespero en las iglesias protestantes, cuya radical idea es defender la familia “tradicional” a costa de 8 años de negociación y toda una historia bélica y fratricida que tanto nos hizo sufrir. Es decir, el "coco" de la ideología de género sí que tiene su fuerza en lo más profundo del subconsciente de aquellos creyentes que no tomaron un tiempo prudente para leer el acuerdo en materia de género.
Ahora, católicos y cristianos protestantes cambian de orilla política y establecen esta vez sus diferencias no en materia teológica sino en una simple encrucijada en la que se han metido gracias a los poderes tradicionales de nuestro país y las familias más acaudaladas. La larga lucha entre estamentos institucionales de credo ha llegado a inferir directamente en la política colombiana y más aún ante procesos históricos que se acumulan en la actual agenda social. Si el verdadero mensaje de Cristo concerniente el amor y la paz no cabe en el imaginario de los feligreses protestantes, cabría recordarles entonces, de manera respetuosa, que el cristianismo une, mas no divide. Que dentro de la paz hay cabida para el perdón sin suscitar a los viejos recuerdos de la guerra que lo único que hace es servir de instrumento de campaña tanto para la derecha como para el centro izquierda. Finalmente cabe acotar que con la paz no se juega, y menos predicar a favor o en contra de ella.