La construcción de una ciudad en torno a la fe mariana y a la devoción profesada a la Virgen de Chiquinquirá fue motivo de peregrinajes y receptáculo de miles de devotos que, en torno al cuadro pintado por Alonso de Narváez, agolparon centenares de visitantes en la Plaza de la Libertad y sus calles aledañas durante las festividades representativas del cuadro. Esta narración vívida, aunque pretérita, constituye el imaginario del chiquinquireño que a lo largo de los años ve disminuir la afluencia de turistas, mostrando un panorama desolador el diciembre anterior.
El descenso del número de visitantes se suma al decaimiento de la ciudad. Accesos deficientes al centro, sistemas precarios de limpieza y recolección de basuras e infraestructuras menoscabadas dan la bienvenida al atractivo principal del municipio: La Basílica. Dicho panorama refleja la inacción de la administración pública y una ciudadanía que da la espalda a problemas que invitan a pensarse como ciudad.
Los inconvenientes van más allá del ornamento de la ciudad. La oferta de agua por parte del acueducto, empleabilidad e inseguridad son problemas mencionados por la mayoría de los chiquinquireños. Las respuestas son variadas y no convergen con la realidad del municipio. El plan de desarrollo Unidos por Chiquinquirá es muestra de ello. Ahí la visión socioeconómica no es transversal pese a ser un reclamo generalizado por parte de sus habitantes. A los equívocos de la planeación, el turismo surge como trabajo secundario en la gerencia municipal, aunque parte de la economía del departamento de Boyacá se sustente en tal actividad.
Entonces, ¿qué hacer por Chiquinquirá? Los estudios regionales y experiencias de municipios cercanos dan pistas para alcanzar a mediano y largo plazo desarrollos significativos. La economía de servicios orientada a la especialización en turismo es clave para la transformación deseada, esto sin abandonar las ventajas existentes en agricultura y comercio. Los puntos de partida deben fijarse sobre el peregrinaje y las visitas al cuadro de la Virgen, la identidad religiosa y tradicional del chiquinquireño, sumado al auge que vive Boyacá como destino turístico nacional.
Esta tarea convoca a todos: iglesia, gobierno local y sociedad. Sus apuestas convergen en la promoción del turismo religioso y cultural, hallando en la fe y consumo elementos conjuntos para redireccionar económicamente el municipio. Los beneficios son ampliados para la iglesia, el turismo religioso permitiría ampliar el proceso de evangelización (como lo experimentan algunas figuras y templos religiosos en México). De otra parte, la administración y el comercio lograrían construir encadenamientos productivos o un clúster incipiente alrededor de la oferta de servicios turísticos, donde lograsen ampliarse los ingresos del municipio, la empleabilidad, mejorar la infraestructura y ornamento, además de incrementar la demanda de comercio.
Algunos municipios de Boyacá y regiones turísticas del país corroboran esta propuesta de desarrollo, la cual transversaliza problemas estructurales del municipio y se apoya en potencialidades como la Basílica, edificaciones históricas, gastronomía local y artesanías tan chiquinquireñas como las figuras de tagua. Su puesta en marcha requiere diálogos público-privados, en los cuales se unifique la visión del desarrollo sobre el municipio. Por esto, la situación actual invita a reflexiones profundas sobre la ciudad, superando la politiquería, emprendimientos sectarios o propuestas insulsas como la velatón promovida en este medio. Es decir, Chiquinquirá necesita de planeación, participación y acciones que comprometan a sus habitantes dentro de la visión a pactar.
