Guillermo Puyana lleva la China en el alma. Su papá fue diplomático en el país asiático y él se ha convertido en un experto que ha estudiado a profundidad su cultura, su historia y su política. Puyana entiende las verdaderas intenciones de China frente al mundo y en esta conversación con Juan Manuel Ospina explica el rol del gigante asiático, un aliado clave en América Latina y un factor que pesará en el conflicto que desató Putin en Ucrania.
Los Estados Unidos ya anunciaron sanciones a Rusia, pero esta tiene un aliado clave: China, que está dispuesta a fortalecer su relación comercial en medio de la guerra.
Juan Manuel Ospina: La China que conocemos hoy se inicia con Deng Xiaoping, ¿pero es la misma China de la revolución del 49 liderada por Mao y sus postulados o lo que vemos es un rompimiento y transformaciones de esas ideas?
Guillermo Puyana: Definitivamente hay una continuidad en tres aspectos fundamentales, que son los propósitos por los que se hizo la revolución del 49: derrotar el feudalismo, que tiene que ver con la pobreza nacional y la corrupción interna; derrotar el colonialismo para expulsar a las potencias extranjeras y su influencia nefasta en el territorio chino; y, por último, es una revolución nacionalista y patriótica en el sentido en que se busca recuperar la unidad de China, que es un concepto muy pesado en la historia y en la mentalidad de ese país. Deng Xiaoping lleva al contexto de 1980 las herramientas teóricas e institucionales de la revolución para buscar esos tres propósitos: ser poderosa, ser fuerte y ser independiente. Hoy lo que vemos es una actualización de esto a un contexto internacional en el que la relevancia de China se ha reafirmado porque muy poca gente dudaba en 1970 que China fuera un país importante a pesar de que no fuera un país rico. Por eso es que China recupera la representación de las Naciones Unidas y es por eso que en 1972, hace ya 50 años, Richard Nixon fue a China con Kissinger. En el avión de regreso a Washington, Nixon escribió en su diario "esta semana cambió el mundo".
Entonces, hay un continuum que, además, tiene que ver no solo con los valores tradicionales chinos que han llevado a que el país sea el único imperio antiguo que sobrevive hoy como civilización y sociedad. Parte de ese continuum desde 1949 hasta hoy tiene que ver con las bases de su fundamento político. China es un país socialista dirigido por el Partido Comunista. Es decir, es un país donde el marxismo sigue siendo la herramienta teórica fundamental para proyectar su desarrollo. Y si uno quiere ver ese continuum basta ver la celebración del centenario del Partido Comunista Chino el primero de julio del año pasado que terminó con toda la plaza de Tiananmén cantando La Internacional. Una cosa que en el resto del mundo, incluso entre los movimientos liberales, progresistas y pseudosocialistas es un anacronismo. Pero para los chinos no.
JMO: Entonces, lo que estamos viendo son unos cambios para una actualización de la continuidad, que está viva, es dinámica y está presente en el mundo contemporáneo.
GP: El año pasado los chinos produjeron gran cantidad de textos y discursos cuyo valor teórico debería ser estudiado por todas las sociedades y movimientos políticos. China no se puede explicar a partir de los modelos dogmáticos tradicionales de occidente porque para ellos el problema mundial del desarrollo sigue estando vinculado a un problema de la apropiación de la riqueza generada por el trabajo, algo que está expuesto en el Manifiesto Comunista. Pero las cosas han cambiado y algo muy importante es la caracterización de la clase obrera, que ya no es únicamente el obrero industrial, sino también aquel ligado a la industria del conocimiento. El problema del desarrollo en el mundo sigue estando caracterizado por una altísima concentración entre países y sociedades.. Así la forma de la pobreza haya cambiado, sigue siendo un problema del mundo. Y cuando un país logra como parte de su programa político y social a través del socialismo arrebatarle a la pobreza 800 millones de personas el mundo debería pensar si fue acertado que los movimientos de izquierda y progresistas de los años 80 juzgaran duramente a Deng Xiaoping y a los chinos al considerarlos traidores del socialismo.
Otro concepto clave en el que se basan los chinos hoy en día es el de la “Nueva Era”. Este concepto gravita en todos los documentos que están produciendo. En esta era la China es un actor relevante, no tiene sentido negarlo, y hay un proceso de globalización en el que las hegemonías ya no son posibles, se plantea una nueva política internacional de cooperación para enfrentar problemas como el cambio climático y otros modelos de desarrollo en los que necesariamente se deben incluir las consideraciones ambientales.
China está proponiéndole al mundo unas reglas de gobernanza internacional muy sofisticadas. Esto es, además, muy difícil para países acostumbrados al modelo hegemónico bipolar o unipolar que venía prevaleciendo. Ahí es donde surgen los puntos de fricción con los Estados Unidos.
JMO: En el fondo a China no le interesa tener una visión imperialista de dominar, controlar o invadir, le interesa más que la respeten, tanto su autonomía como sus territorios. Los conflictos de China hoy son básicamente por recuperar territorios, culturas o sociedades que considera hacen parte del cuerpo chino: Taiwán, Hong Kong, para poner un ejemplo.
GP: En efecto, China busca restablecer la soberanía perdida desde los tratados desiguales con base en aquello que Mao formuló en 1949. Desde aquel año perdió una cantidad de territorio a manos de los japoneses, ingleses, americanos y rusos, pero China no los está reclamando, por ejemplo, Mongolia. Las autoridades de Taiwán sí quieren que Mongolia regrese a China, pero si uno pensara en lo que fue la máxima extensión de la última dinastía, que es a la que saquean y despedazan, China tendría pretensiones de reclamación territorial sobre más de dos millones de kilómetros cuadrados. Los rusos no tendrían Kamchatka o Mongolia no sería un país.
Hong Kong es un caso distinto. Eso era un territorio invadido por los británicos y recuperado en el 97 por China y lo único que queda por reunificar es Taiwán, pero ese conflicto tiene una política distinta. Las relaciones del mundo occidental con China fueron muy fructíferas para todos, pero hoy la están poniendo en entredicho por el caso de Taiwán. A Estados Unidos, Taiwán le importa un bledo y solo tiene cierta importancia en la medida en que es un puñal en el costado de los chinos.
JMO: Hablábamos también del elemento ambiental. China es uno de los grandes contaminadores pero está jugado a ser una de las fuerzas de la transición energética.
GP: Eso es cierto, China es el país con mayor emisión de gases efecto invernadero, pero ahí es donde entra nuevamente el concepto de Nueva Era en la política internacional. ¿Cuál fue el discurso que Xi Jiping envió a la COP 26 en Glasgow? China propone varios principios: el primero, todos deben comprometerse a respetar los acuerdos medioambientales y sobre todo a ejecutarlos. Es que China es una gran planificadora pero también una gran ejecutora. Y lo segundo, todos deben comprometerse en buscar la verdad y basarse en la ciencia, porque los países deben tener responsabilidades comunes pero diferenciadas.
Claro, China es el país que más emite partículas de carbono, pero resulta que China en favor de su propio desarrollo, pero también en beneficio de los Estados Unidos y de las potencias occidentales, fue la gran receptora de una cosa que se denomina el Outsourcing de la contaminación. ¿Por qué? Porque China ofrecía ventajas comparativas en cuanto a mano de obra y recursos. Industrias de Japón, Hong Kong, Estados Unidos y Europa fueron a China a hacer sus producciones allá. Haber convertido a China en la fábrica del mundo no solo le sirvió a los chinos sino también le sirvió a Estados Unidos. Entonces, no es científico andar diciendo que los que tenemos que responder principalmente somos los países en desarrollo donde han llegado las fábricas porque mañana se la van a cobrar a India, a Pakistán, Sri Lanka, Bangladesh, Vietnam, México o Colombia. Y no tenemos la capacidad de hacerlo porque el gran problema, perciben los chinos hoy, de las emisiones de gases invernadero, están ligadas a los patrones de consumo.
Los chinos quieren ir hacia una economía verde y en ese direccionamiento empiezan a ver fricciones porque Estados Unidos, que es un gran consumidor de cosas norteamericanas como productos agrícolas. Calificar el consumo significa que el mundo se moverá hacia una apuesta tecnológica mayor y eso les permitirá basar su economía en la calidad y sostenibilidad ambiental.
JMO: Finalmente, ¿cómo entra a pesar América Latina en el nuevo ordenamiento internacional con China como un jugador clave? ¿Estados Unidos está perdiendo, como se dice popularmente, su patio trasero?
GP: Hoy América Latina es muy distinta a la que teníamos en los años 50 o 70, en gran parte porque se ha diversificado en sus relaciones internacionales, no solo en lo político, también en lo económico y lo cultural. América Latina ha profundizado su relación con China pero también teniendo relaciones más equitativas con varias potencias, lo que se traduce en su independencia. La situación internacional y la presencia de China en América Latina la ha llevado hoy allá. En países como Brasil o países de Centroamérica, los Estados Unidos ya no pueden llegar a dar cartilla, ellos piensan en sus propios intereses nacionales.
Entonces, Estados Unidos empezó a generar una cantidad de mitos y lugares comunes alrededor de los chinos. Pero yo no creo que China se vea como el reemplazo de Estados Unidos y que Latinoamérica sea el patio trasero, sino como el jardín del frente, en una relación muy próspera.
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