Desde mi refugio, observo espantado a un EE. UU., declinando su hegemonía mundial y a una vieja Europa temerosa de la amenaza rusa. América Latina, parte de Asia y África incapaces de algún protagonismo mundial debido a su extraordinaria dependencia tecnológica, observan azorados a los cambios bruscos del mundo. China, indemne.
La China milenaria, superada esta pandemia, apela a su pedagogía productiva y se lanza a producir millones de computadoras y iPhone para satisfacer la sobrecogedora demanda, ahora con la virtualización laboral mundial como la educación.
Este gigantesco país con una política de largo plazo, centrado en una educación productiva de calidad, ha logrado un desarrollo impresionante que inevitablemente hoy se erige como la superpotencia mundial, con “líderes que poseen capacidad intelectual, habilidad social y virtud” según Daniel Bell, diferenciándose de los gobernantes de países empobrecidos como Perú quienes, pensando en las próximas elecciones, promueven una educación que no desarrolla el pensamiento como vemos en los planes curriculares.
Conscientes del mensaje de la globalización que exige excelencia, China desarrolla su educación básica obligatoria gratuita y universal, enfocadas a producir, crear e innovar, comprometiendo a la sociedad en general el fomento de una educación de calidad al nivel de la OECD, superando largamente a una estafadora educación básica de países en desarrollo colmados de contenidos, como nos alerta Andrés Oppenheimer.
Escuchando la voz de Confucio, China concentra su educación en potenciar el capital humano, como único pulmón de desarrollo empoderando una alta cognición y una praxis de ética sostenible, como prueba su liderazgo mundial, viendo a Sudamérica inteligentemente para sus intereses, como sus amables vecinos que extendemos nuestra mano, esperando consumir la magia de su avasalladora tecnología.
La educación superior del dragón chino como fuerza de choque educa para la vida competitiva a escala mundial, con un fuerte empoderamiento cognitivo, científico y tecnológico, produciendo desde un alfiler hasta cohetes interplanetarios, convirtiéndonos en sus felices clientes ávidos de iPhone y entretenimiento debido a nuestra formidable educación, anclada en absurdos grados académicos improductivos como demuestran los mediocres ministros del presidente Castillo.
La China nacionalista del estadista de la prosperidad, Jiang Semin con apenas una página biográfica en Wikipedia contrasta con la abundante biografía del expresidente peruano Alan García. Evidenciando la disímil educación a la que ambos han accedido: una de hechos productivos y otra de palabras incapaces de producir materias manufacturadas.
Aunque la UNESCO reconoce las mejoras del sistema educativo de América Latina mirando siempre al pasado, estas no han sido suficientes para reducir la pobreza, como sí lo viene haciendo la China, siendo el país que más ha reducido la pobreza en este siglo gracias a su educación creativa e innovadora que si no imitamos esta modalidad, la pasaremos mal en el cercano futuro.
Abandonando mi escondite, en esta era del miedo, contemplo la automatización a escalas inimaginables, donde China gracias a su educación productiva, científica y tecnológica, avasallará al mundo; sobre todo a países en desarrollo, por lo que debemos darnos prisa en cambiar nuestros modelos educativos a través de una política de calidad, volcándonos a la creatividad, productividad e innovación, para empechar el fuego abrazador de un hambriento Dragón que no da puntada sin golpe.