China: el embalaje de un gigante
Opinión

China: el embalaje de un gigante

Xi Jinping brilló victorioso y crecido en el Congreso de Partido Comunista con su obra reflejada en una presencia que aplastará en los mercados al aislacionismo de Trump

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noviembre 03, 2017
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Cuando la diferencia entre las dos líneas de la fortaleza comunista, la soviética y la china, se acentuaban en pleno vigor de la Coexistencia Pacífica, el mundo no pensó que los chinos correrían mejor suerte que sus amigos del Este de Europa, entre otras cosas porque su economía giraba bastante más en torno a la consolidación política del campesinado que del proletariado. El reparo de los soviéticos se basaba en que dicha tendencia se alejaba de la ortodoxia marxista-leninista y los chinos alegaban que su nación contaba con otra estructura apoyada en la economía rural. Pero pasó lo que pasó en 1989 y los chinos se habían preparado, bajo la batuta de Deng Xiaoping, para sortear el viraje de un modelo a otro de la economía mundial. Jugaron a la inversión extranjera, la iniciativa privada y la innovación, sin renunciar al Partido Único y a los controles políticos.

Por ahí va la China, pujante y con un crecimiento económico del 7 %, comercializando por el mundo su producción, aunque la calidad de lo que exporta no sea del todo óptima en ciertos productos, falla que le acarrea problemas de competitividad. El reciente Congreso de su poderoso Partido Comunista analizó el embalaje del gigante asiático y aprobó las bases de un programa para atender la dinámica que exige un comercio internacional agitado por una competencia despiadada entre fuertes y débiles. Allí brilló un Xi Jinping victorioso y crecido, cuya obra como presidente y secretario general del Partido se observa en una presencia que aplastará en los mercados al aislacionismo de Trump.

Mientras este salto positivo descrito muy bien por Kissinger en su copioso libro sobre China revaloriza el destino de ese país, el Gobierno norteamericano y sus mayorías republicanas reaccionan pensando en pequeño frente al formidable enfrentamiento, en términos de ascenso y visión en Asia, y de decadencia y ceguera en América. Lo más peligroso es que el desorden mental de Trump detuvo el ritmo de las instituciones y carece de asesores que le infundan la lucidez que sintonice las líneas de su gestión con las aspiraciones colectivas.

 

Xi Jinping aprovechó el legado de sus antecesores
para ascender más en la escala del desarrollo,
Trump continuó como presidente el sainete que le dio el triunfo como candidato

 

Por su lado, los objetivos políticos de Putin están más próximos a la China que a Occidente, y estando las cosas así la transitoria complicidad entre Trump y el ruso no ofrece una proyección mayor a la que tuvo en la coyuntura electoral de 2016 para el fin específico de derrotar a la señora Clinton. E Irán, Corea del Norte, Siria y Palestina serían afines a una coalición que, desde el punto de vista estratégico, impulsen una geopolítica nueva en la que el estilo y los desenfoques del también nuevo Tío Sam son incompatibles por no decir que antagónicos.

Era de presumirse que en los próximos decenios del siglo XXI la brújula política marcara rumbos nuevos. El giro que trajo consigo la caída del Muro de Berlín presagiaba desenlaces a mediano plazo con modificaciones de peso en el tablero de la política exterior, ya que las potencias emergentes venían con impulso y ganas de producir impactos que incidieran favorablemente en el volumen de sus economías. Entonces, mientras Xi Jinping aprovechó el legado de sus antecesores para ascender más en la escala del desarrollo, el señor Trump continuó como presidente el sainete que le dio el triunfo como candidato, sin pensar en las consecuencias de su irresponsabilidad sin techo. Es notable el contraste entre las dos figuras, la seria del chino y la cómica del gringo de tez rojiza.

El Financial Times desmiente la creencia según la cual los empresarios norteamericanos y del occidente europeo continuarán dominando, por encima de sus competidores de otros confines, el mercado de las tecnologías. Ignoran –dice el Financial– el grado de sofisticación de la economía china y las ambiciosas metas que Xi, a quien en el Congreso del Partido equipararon con Mao, se ha trazado para los próximos veinte años en campos como la robótica y la inteligencia artificial. Subestimar la expansión del gigante amarillo y sus conexiones con un Oeste donde, además de vender bastante, invierte y le deben, contribuirá a fortalecer su liderazgo y a multiplicar sus retos.

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