El régimen chino, responsable del origen y propagación de la peste de la COVID-19, concederá un crédito de 1.000 millones de dólares para que los países de América Latina puedan acceder a la vacuna contra el coronavirus, cuya fecha todavía es incierta. Nos imaginamos que esa bicoca (ante semejante catástrofe), como en otras ocasiones, se hará al amparo de contratos leoninos, en donde nuestros países tendrán que respaldar la deuda con sus recursos naturales; cuando los costos sociales y económicos que ha producido el virus chino le pueden costar a la región, solamente por este año, más de 500.0000 millones de dólares, que deberían ser asumidos en su totalidad por China... eso sin contar con las indemnizaciones para las víctimas.
No hay que olvidar que los gobiernos del socialismo del siglo XXI, que es otro remoquete para denominar a la estafa comunista del marxismo-leninismo, en Latinoamérica le han hipotecado el futuro a sus pueblos, comenzando con Brasil (durante los gobiernos de Lula da Silva y Dilma Rousseff, China les prestó cerca de 30.000 millones de dólares) y Venezuela (la camarilla chavista ha endeudado a esa pobre nación con la potencia asiática en más 70.000 millones de dólares).
También se incluye a Ecuador, que durante el gobierno socialista de Rafael Correa se endeudó con Pekín por 19.000 millones de dólares; Argentina, que en las administraciones de los Kirchner contrajo deudas de 17.000 millones de dólares; y Bolivia, que con Evo Morales prestó a China 2.500 millones de dólores. Hay que hacer la salvedad de que hay otros países con préstamos más pequeños; la mayoría de esos empréstitos tienen el sello del Banco Industrial y Comercial de China.
En fin, es un descaro que China ofrezca 1.000 millones de dólares en crédito a Latinoamérica, cuando el mal causado por el partido comunista con la catástrofe sanitaria universal es una enormidad, que ha perjudicado todas las actividades económicas de la región; comenzando por el empleo, según la OIT (Organización Internacional del Trabajo) se perderán 47 millones de puestos de trabajo, con el agregado de que la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) pronostica que el PIB caerá en el 2020 en estos países -9,1%, lo que aumentará el hambre y la pobreza en grado sumo. Hay que subrayar que ese es el resultado del comunismo en su aplicación práctica, un sistema perverso que en Colombia los mamertos añoran desesperadamente.
Entonces, ante ese panorama, nos preguntamos por qué tanto masoquismo y mansedumbre de algunos gobiernos frente al partido comunista chino, culpable de la expansión de la COVID-19 por el planeta... pues al observar las deudas que muchas naciones tienen con China, en donde desde luego hay latinoamericanas, encontramos la respuesta, porque como dice la Biblia, en proverbios 22:7, “el rico se enseñorea de los pobres y el que toma prestado es siervo del que presta”.
Así pues, los más 500.ooo millones de dólares con los que por elemental justicia China debería indemnizar a los países de América Latina por este año, esperando lo que suceda con el coronavirus a partir del 2021, solamente servirían para paliar algunas de las múltiples calamidades que le ha generado la peste a la población de esta parte de la tierra; debido a que otro renglón importantísimo en donde hay un gran perjuicio para las economías nacionales es el de las exportaciones, que según la OMC (Organización Mundial del Comercio) podría llegar este año en Latinoamérica al -43%. Con eso claro, todas las consecuencias producto de los estragos ocasionados por la irresponsabilidad del partido comunista chino en el manejo de la COVID-19 tendrían que ser asumidas por el régimen de Pekín, puesto que toda la humanidad es víctima, desde luego nuestra región en particular.
Indudablemente, los gobiernos nacionales deben asumir con toda la responsabilidad que se requiere el reto de defender a los ciudadanos de semejante plaga que ha puesto en peligro la estabilidad mundial, prácticamente en todos los aspectos, con una recesión económica de incalculables consecuencias... eso que a futuro todavía no se saben los efectos tan deplorables que tendrá. Por esos motivos se deben establecer responsabilidades, pues la especie humana no puede admitir semejante genocidio, que envilece a los pueblos y pone en una situación apocalíptica la vida en el planeta.
Conociendo que la culpa enteramente es del gobierno de China, lo lógico es que se unan las naciones para exigir de Pekín una justa indemnización.