Una de las primeras cosas que Pinochet hizo luego de dar golpe de Estado a Allende fue seleccionar a un grupo de jóvenes profesionales afines a la dictadura para enviarlos a estudiar con el profesor Milton Friedman en la Universidad de Chicago; por ello, cuando regresaron a Chile a implementar las ideas neoliberales, se les denominó los Chicago Boys.
La implementación de las políticas que proponían estos jóvenes se acompañó de la mano dura de la dictadura. Así, sin resistencia privatizaron la salud, la educación, las pensiones, las empresas de servicios públicos, entre otras. Estas políticas empezaron a mostrar un crecimiento económico, pero con un aumento de la desigualdad, a la que nadie prestó atención, ya que las alabanzas se centraban en los avances en indicadores macroeconómicos.
De esta forma, fueron convertidas en modelo a seguir por varios países latinoamericanos, siendo Colombia uno de sus más avanzados alumnos a partir del gobierno de César Gaviria. Hoy, las enseñanzas de Friedman y sus Chicago Boys están en entredicho, la desigualdad se convirtió en un polvorín social que estalló en las manos de Sebastián Piñera, lo que ha conducido a una profunda crisis de repercusiones aún no conocidas.
Lo cierto es que la crisis chilena también impactará sobre cómo se piensen las futuras reformas sociales en Latinoamérica, ya no será tan fácil privatizar los servicios sociales y públicos y, probablemente, la mansedad del pueblo será cosa del pasado. Creo que Chile está marcando el inicio de una nueva era en la forma de concebir las políticas públicas sociales y económicas, una era que marca el fin del legado de los Chicago Boys.