Para quienes creen que el nazismo, el fascismo o el falangismo es cosa del pasado, ahí tienen los resultados electorales de las votaciones presidenciales de hace unos días en Chile, durante la primera vuelta.
El vencedor inicial es José Antonio Kast, un caracterizado miembro del campo de la ultraderecha fascista de la nación austral, quien ha alcanzado casi 2 millones de votos en el sur y el norte del país, contra el millón ochocientos mil votos de Boric, el candidato de los sectores progresistas y populares.
Desde una campaña de miedo, apalancada por los poderosos sectores de la economía que controlan los Fondos de Pensiones, la riqueza pesquera, forestal y minera, en manos de las multinacionales británicas, europeas y gringas, el señor Kast levanto un grotesco discurso haciendo de las comunidades indígenas mapuches y a los migrantes venezolanos y colombianos (de Buenaventura y el Pacifico) la “víctima propiciatoria” tal como ocurrió con los judíos en la Segunda Guerra Mundial arrasados por el holocausto hitleriano en los campos de concentración y en los hornos crematorios.
Las elites chilenas volcaron toda su voluntad y capacidad de sometimiento de los grupos populares para meter terrorismo con las recientes movilizaciones populares que llevaron a la conformación de una Comisión constituyente a punto de formalizar un nuevo texto constitucional que sustituya la vetusta Carta pinochetista de 1989.
El anticomunismo, el castro chavismo y el colectivismo se convirtieron en sus principales banderas para acorralar el avance de las fuerzas progresistas que presionan por un cambio radical del modelo neoliberal y del Estado policiaco y militarista que impera en el campo político chileno, contra el cual hay una insurrección social permanente.
Muy peligroso lo que acaba de ocurrir allí, lo que demanda la movilización de todos los sectores avanzados, incluso para promover la idea de un gobierno de transición en una fórmula que, según Gómez Leyton (https://bit.ly/3cCRbIf ), contemple los siguientes aspectos:
(a) impulsar la transformación de la Comisión Constituyente en una Asamblea Constituyente soberana;
(b) apoyar la aprobación de la Nueva Constitución Política;
(c) constituirse en un Gobierno de la transición entre el régimen político de la democracia neoliberal a una democracia social, plurinacional, paritaria, anti patriarcal e inclusiva; y
(d) convocar a nuevas elecciones presidenciales y parlamentarias de acuerdo a las nuevas normas y reglas de la Nueva Constitución Política.
Lo que implica dejar atrás la idea de que en la segunda vuelta del 19 de diciembre no solo se va a elegir a un presidente, sino que se va a organizar un gobierno chileno de la transición.
Lo cierto es que el campo popular chileno no puede cruzarse de brazos ante el zarpazo de la ultraderecha pinochetista que masticaba callada mientras movilizaba sus gigantescos recursos de poder para frenar en seco el proceso de grandes transformaciones insinuadas desde la revuelta del 2019.
A lo electoral hay que agregar nuevos elementos con la acción callejera y múltiple de las masas populares.
El impacto regional de este acontecimiento regresivo es evidente; en Colombia los sectores neonazis, envueltos recientemente en un escándalo pedagógico policial en la ciudad de Tuluá, van a intentar canalizar el “fenómeno Katz” para consolidar la candidatura de Zuluaga y subordinar al resto de nombres de la coalición de la experiencia y algunos de la Esperanza a la estrategia de Matarife de secuestrar aún más el Estado y sus gobiernos en todos los niveles.
Acudirán a todas las herramientas sucias para imponerse como lo estamos viendo con la campaña en curso para cuestionar las propuestas de Petro orientadas a meter en cintura una industria del petróleo que causa el calentamiento global y daña el agua, los parques, la fauna, la flora y demás recursos ambientales en las regiones de mayor producción de hidrocarburos como el Meta, departamento en el que el rechazo de las comunidades por las exploraciones de Ecopetrol es permanente, especialmente entre los acueductos comunitarios y los ambientalistas.
Estamos advertidos. El fascismo neonazi ya está acá y se necesita hacer memoria de lo que esto significó en Alemania con Hitler, en Italia con Mussolini y en España con Franco.
Murieron millones de seres humanos en guerras, deportaciones y asesinatos en masa y eso no puede volver a ocurrir. Se necesita conciencia y voluntad para impedir esta catástrofe política en curso, que ya tiene sus avances en la Presidencia de Bolsonaro en Brasil y de Lasso en Ecuador, obviamente con el concurso del sub presidente de acá.