La atrocidad de las Farc ha provocado todo tipo de ruidos al proceso de paz. Desde gritos histéricos hasta suspiros profundos de dolor. Algunos ayudan a aclarar el panorama, otros simplemente lo enturbian.
Mucho ruido de la oposición uribista casi feliz por tener una tragedia sobre la cual remontar su baja en la favorabilidad y sustentar lo que ya no tenía forma de defender, el grito de guerra. Ruido también hicieron algunos exmilitares que volvieron a desenvainar las espadas para reclamar supuestas debilidades del estado frente a la guerrilla.
Toda esa bulla, legítima en una democracia, no debería pasar a mayores, la oposición es para eso, para aprovechar las descachadas del gobierno, expresar con mayor claridad sus diferencias y consolidarse frente a sus seguidores.
Lo que sí resulta una bulla estridente e innecesaria son las del propio gobierno, que en una circunstancia tan triste como la del asesinato a mansalva de once militares debería ser cuidadoso en lo que dice. El único que salió verdaderamente bien librado en medio de tanta gritería, fue el doctor Humberto de la Calle, que en un discurso profundo, ponderado pero severo, dejó claro de quién fue la responsabilidad de la masacre y llamó a las cosas por su nombre:” la guerrilla incumplió su propia palabra”, dijo de manera contundente.
Otras personas cercanas al gobierno no han sido tan afortunadas pues sus declaraciones han generado un ruido innecesario al proceso de paz. Para empezar, el vicepresidente Vargas Lleras que se dejó picar la lengua y se metió donde nunca debía haberse metido: “que le pongan plazo a las conversaciones”, fue su grandioso aporte. Como quién dice: “a mí no me dejen ese chicharrón porque no respondo”.
Vargas se acomodó cómodamente en un terreno entre el uribismo y el santismo, con un cierto guiño a la derecha, expresión seguramente de agradecimiento por el apoyo que le dio hace poco Álvaro Uribe al atravesarse en la intención del Congreso de inhabilitarlo.
También generó mucho ruido la bancada santista, con Roy Barreras a la cabeza y el apoyo del ministro Cristo. Se les ocurrió hablar de todo tipo de propuestas dizque para un referendo que no supieron explicar si era para consultar los plazos, que Vargas Lleras dijo que había que imponer, o para refrendar lo que está muy lejos de firmarse. Todo parece indicar que esas propuestas tienen más que ver con la cercanía de las elecciones locales en las que necesitan de cualquier manera colgarle una papeleta a las urnas para fortalecer sus candidaturas.
Y para rematar los ruidos, varios alcaldes decidieron hacer alcaldadas con decretos para prohibir manifestaciones cuando el presidente o el vice visiten sus territorios. Que la gente no los incomode con silbatinas como las de Medellín y Bogotá, ¡no vaya a molestar a Juanpa cuando habla!
Ruido y muy destemplado el de esos decretos que extrañamente provienen de gobernantes locales miembros del partido Cambio Radical. De nada le sirve al presidente que se prohíba incomodarlo. Si el descontento es real, los chiflidos seguirán y esos decretos lo único que consiguen es aumentarle el volumen a las protestas. Eso sí, Juan Manuel no habrá sido el único presidente rechiflado.
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