Vivimos en un planeta rico en recursos naturales, pero la mayoría de las personas vive en condiciones de marginalidad. Una sociedad confundida, guiada por dogmas fabulescos y gobiernos innecesarios. Todo para subsistir, suelos, comunicaciones, alimentos, vestuario, educación, salud, conocimiento, ha sido acaparado por una élite. Las personas no necesitan ni creencias ni estado para dirigirlas, deben hacerse cargo y tomar lo que por derecho propio les pertenece: su vida.
Amparados en la tradición, en teorías y modelos absurdos, la sociedad se deja controlar dócilmente de forma insensata y escandalosa. Reducida a una masa colectiva y homogénea, miles de millones de personas apenas si sobreviven. Forzados a producir lo que el modelo les exija, depredándose unos a otros por necesidad. Es tiempo de que el ciudadano proclame su derecho a vivir en una comunidad justa para todos. El bienestar general no es una utopía. Cuanto mayor número de personas se reconozcan libres de un estado y de unas creencias infundadas, tanto más rápido alcanzaran el progreso y la calidad de vida para todos. Cualquier norma fijada debe ser convenida por los ciudadanos como un compromiso voluntario de asociación.
Las personas deben tener derecho de asociarse libremente o de no hacerlo, con quienquiera que elijan, y nadie puede ni debe limitar tal libertad, menos gobiernos corruptos e ineficientes como los que existen hoy. La coerción estatal es una mofa para la especie humana, una manipulación milenaria que debe terminar cuento antes. Cada ciudadano es libre de representarse a sí mismo, sin supremacía de unos sobre otros sino por la vía de acuerdos mutuos y asociaciones entre iguales, a su vez disociables cuando ellos consideren. No debe existir jerarquía de ninguna índole. Cada individuo en la comunidad debe tener el poder igualitario de direccionar su organización económica y social desde la horizontalidad.
La ayuda mutua es una manifestación natural de las especies incluidos los humanos, en ella radica el verdadero éxito de la evolución. Tal evolución colectiva, no requiere de estado ni de instituciones sustentadas sobre superioridades imaginadas. Las metas comunes proporcionan el imperativo social y económico capaz de mantener juntos a los grupos organizados libremente.
Es la moral humana, no el estado ni el dogma, lo que conduce a las personas hacia esfuerzos comunes, esto se refleja a lo largo de toda la historia humana. Esta actitud no se limita a la actividad productiva de bienes y servicios, sino que se extiende a la sociedad entera y a cada aspecto de ella, es un modelo de funcionamiento innato de la especie, su propia biología colectiva.
El ser humano convive con sus pares, nada ocurre en el hombre o la mujer sin la interrelación con el otro. La sociedad busca objetivos compartidos que puede alcanzar mediante acuerdos libres, sin coacciones de un estado, desde una autonomía responsable.
Si queremos que esta humanidad tenga algún futuro viable, debe renunciar a los yugos autoimpuestos del estado y las creencias, a la supremacía imaginaria de unos sobre otros, al poder unitario. Ningún ser humano tiene el derecho de controlar, ordenar, esclavizar, o manipular a otro, desde la farsa de la autoridad estatal, pública o privada.
Ante la corrupción actual, el desprestigio general de los políticos, de sus partidos y de la mayoría de los gobiernos e instituciones que manipulan el mundo, nadie debería simpatizar con aquellas rancias ideas aún vigentes.
Esta imperiosa necesidad de dar lugar a un nuevo concepto de organización social, a pesar de las fuerzas que intentan evitarlo, dio nacimiento al nuevo modelo y ejemplo a seguir en la ciudad de Cherán, estado mexicano de Michoacán, que una vez expulsó a políticos, policías y delincuencia común, consiguió librarse de la violencia; dejando el control de las relaciones sociales y económicas a cargo de la comunidad. Un lugar donde el presupuesto se reparte entre todos, según las necesidades de cada uno y donde el crimen organizado, secuestros, asaltos, y el delito en general han sido erradicados. Ningún partido puede adjudicarse esta victoria, fruto de la organización y la voluntad de sus habitantes.
En Cherán ya no existen organizaciones políticas. Un concejo integrado por personas idóneas, elegidas de entre la comunidad, de manera consensuada, determinan la forma de aplicar las decisiones para beneficio común. Estas personas además deben presentar una rendición de cuentas semanal, no reciben una remuneración como tal por ello y no tienen opción de reelegirse. Para ellos el cargo es una forma de aportar al desarrollo de su comunidad.
Los habitantes de Cherán, sin intervención estatal de ninguna clase, se han hecho cargo del bosque, de la producción maderera, han creado viveros y reforestado para un uso responsable de los recursos. Prácticamente todo lo que se consume es producido dentro del pueblo, lo que fortalece la economía y genera empleo para todos.
Productos agrícolas, madera, materiales para vías y viviendas, sistema de captación de aguas lluvias que permite tener reservas para los cultivos. Planta de potabilización, vivero forestal, fábrica de resinas, papelerías, sistema de recuperación, recolección y reutilización de escombros. Han sido solo algunos de los logros de los ciudadanos, que antes de la decisión de su comunidad por tomar el control, era una de las zonas más pobres y afectadas por la delincuencia en el país.
Cherán demuestra que sí hay un anarquismo posible.
