Hace algunos años un conocido director médico de un hospital me llamó a su oficina para preguntarme ¿cuál es el mejor examen de laboratorio para medir la salud? Sonreí intentado no reír pues no hay ninguna prueba de laboratorio diseñada para ello. Le recordé que si la salud es el completo bienestar biológico, psicológico y social es imposible cuantificarla como tampoco es posible medir la felicidad, la armonía matrimonial, el equilibrio personal y otros muchos ideales humanos. En términos médicos la salud no se diagnostica. Lo curioso de la situación es la oferta de muchos laboratorios para chequear la salud. Al volver de la universidad paso habitualmente por uno de ellos situado en un barrio pobre de mi ciudad. Ahí se publicitan “Chequeos ejecutivos de glicemia, colesterol, con pruebas de orina y sangre”. Imagino entonces que hay ganancia económica en ello. Pero, ¿gana algo el paciente? Probablemente no. Además puede ser paradójicamente peligroso. Un reciente reporte se titula “La evidencia en contra del chequeo anual. Ir al médico cuando uno no está enfermo hace más daño que bien” (Slate, 20 de agosto, 2013).
Esto no es noticia nueva pues en los últimos años se ha escrito repetidamente sobre los escasos o dudosos beneficios de la revisión médica anual. El año pasado la respetada Cochrane Colaboration publicó un metanálisis de 14 estudios con 182.280 personas seguidas su mayoría por nueve años con chequeo anual o sin chequeo anual. No se encontró diferencia significativa en la mortalidad de ambos grupos por cáncer o enfermedad cardíaca. Un grupo de investigadores mostró un 20% más de diversos diagnósticos en los que tenían revisión médica anual pero esto no se veía reflejado en disminución de la mortalidad. El autor principal de la publicación resumía afirmando “la evidencia muestra que estimular los pacientes a un chequeo general anual de la salud probablemente no es beneficioso”.
¿Por qué lo hacemos? Hay varias razones. Las empresas aseguradoras están interesadas en detectar individuos con alto riesgo para evitarlos como clientes de seguros de salud. Pero estas empresas no están necesariamente comprometidas, salvo escasas excepciones, en mejorar la salud de aquellos a quienes se les ha negado la póliza. Los laboratorios o clínicas (pequeños y grandes, en barrios ricos o pobres) tienen interés económico en vender estos chequeos que dan una dudosa ilusión de salud a los examinados. Pero el principal culpable es el cliente. Nosotros mismos buscamos de manera obsesiva quien nos diga todo está bien y no hay de que preocuparse. Como siempre los humanos preferimos ilusas certezas a incómodas realidades.
¿Pero dónde radica el peligro de los frecuentes chequeos por laboratorio cuando no tenemos nada serio? En la lógica bayesiana, dicen pedantemente los libros de texto y esto merece ser explicado. Si usted repite una o varias pruebas de laboratorio tarde o temprano saldrá un resultado positivo sin ningún valor diagnóstico. Es lo que desde hace muchos años se llama un falso positivo, término que se ha popularizado en Colombia para otras situaciones muy distintas. Ahora bien, siguiendo los postulados de Bayes el estadista inglés del siglo XVIII estos resultados falsos positivos son mucho más frecuentes cuando el individuo pertenece a una población con baja prevalencia de la enfermedad que se investiga.
En palabras sencillas si usted está sano es probable que un resultado anormal de laboratorio no signifique mucho. Por ejemplo, si usted tiene conducta sexual promiscua con parejas distintas sin protección y le sale una prueba positiva para Sida lo más probable es que esté infectado por el VIH. Si por el contrario usted tiene pareja permanente y ni usted ni esa persona tienen conducta sexual promiscua un resultado positivo de esa prueba debe ser un falso positivo. En el extremo de las posibilidades si usted es célibe absoluto y tiene una prueba Elisa positiva para VIH lo más probable es que no esté infectado. ¿Por qué ocurren falsos positivos en el laboratorio clínico? Por razones técnicas (no hay prueba perfecta) errores humanos (no hay humano perfecto) o situaciones biológicas especiales (no hay organismo vivo sin peculiaridades).
Todo lo cual nos lleva a concluir que hacer exámenes de laboratorio por hacérselos es imprudente y hasta peligroso. Es mejor tener un médico que lo conozca bien a uno y sus hábitos de conducta. La situación real de nuestros sistemas de salud hace esto cada vez más raro. Por ejemplo, es frecuente asistir a los servicios de urgencias con enfermedades crónicas que podrían estudiarse mejor en una consulta personal sin apuros y tranquilamente. Las razones son diversas: comodidad personal, agendas copadas del especialista, ansiedad exagerada o solicitud de incapacidades como se reportó estos días en Bogotá. En todo esto, probablemente, como dicen en la televisión, usted está en el lugar equivocado. Peor aún si va para que le “lean” exámenes de laboratorio hechos sin ton ni son.