En Colombia estábamos tan lejos que no conocíamos a los cantantes malditos. Fue un hit en 1988 de Charly, No voy en tren, voy en avión, el que sacudió el espectro rockero en un país donde tildaban de drogadicto y satánico a los que se dedicaran o admiraran esa música. Su bigote, entre chapliniano y hitleriano, teñido de colores, es un símbolo de rebeldía. Porque ahí donde lo ven, inmune a los excesos y a la enfermedad mental, Charly ha sobrevivido hasta a Maradona y amenaza con enterrarnos a todos.
Es un valiente, ¡qué duda cabe! Fue joven y empezó a brillar justo cuando la feroz dictadura de Videla desaparecía y torturaba. La resistencia de Charly no fue solo visceral, sino que también fue inteligente, poética. Es que fue tan genial que pudo meter una canción protesta como Los dinosaurios a sonar en la radio y además a pegar como un éxito. Una canción que era una metáfora sobre los desaparecidos.
Era la época de Sui Generis, de Serú Giran, era rock en español con un mensaje que invocaba a la depresión y a la revolución. O sea, en México Enrique Guzmán y César Costa ya habían hecho rock and roll, pero era más un juego, algo completamente adolescente, casi bobo. Pero los grupos de Charly fueron más allá de cualquier censura y trascendió con una fuerza y una profundidad que solo se podían comparar con Bob Dylan.
Sobre Charly se han tejido muchas leyendas y casi ninguna es cierta. Por ejemplo, todos creen que sus problemas con las drogas son más fuertes. El problema es que Charly no debería tomarse ni una copa de vino. Su bipolaridad es extrema y cualquier agente externo puede desequilibrar su carácter. Tal vez el momento que más se recuerda fue este: un salto mortal en su hotel en Mendoza. Al principio se hablaba de un intento de suicidio. Pero la única razón para lanzarse desde el piso 9 de un hotel en Mendoza. En la serie Bios de Nat Geo García afirmó que se había lanzado porque "Me tiré por un policía. Me tiraba de los molinos de viento hacia la pileta, hace unos años. Al principio dudé y me pregunté si la embocaré. Y… ¡paf! la emboqué. Yo practicaba esos saltos, ¿vos te crees que estaba loco? No estoy loco, pero tenía un solo salto para hacer. Era tac, tac (caer adentro de la piscina) o tac y paf (caer afuera)". Luego pasó a revelar: "¿Sabés por qué me tiré?, porque me perseguía la policía. Había un policía abajo y no venía a decirme 'ehhh no se tire', entonces me tiré".
Sin embargo, lo más peligroso no fue tirarse a una piscina desde un noveno piso, un símbolo de la locura sagrada del rock. En el 2008 Charly tocó fondo. Cumplir en sus conciertos nunca fue su fuerte. Pero ya el grado de desequilibrio hacía ver a Charly muy mal. Estas imágenes del 2009 todavía impactan:
Fue su amigo Palito Ortega el que lo rescató. Lo llevó a su finca en Jujuy lo alejó de las malas amistades y consiguió lo que no pudieron con Diego Maradona: salvarlo de sus propios monstruos. Charly reapareció en un concierto en el 2010 al lado de Luis Alberto Spinetta en un homenaje al Rock Argentino. Aparecía más gordo, muy diferente a como lo conocíamos pero vivo.
Y desde entonces Charly es eso, la última leyenda viva del Rock Argentino, el último de los malditos. Ya más limpio, más lento pero siendo testigo del apocalipsis. Con Charly nadie puede.