Charlie Parker, a vuelo de pájaro
Opinión

Charlie Parker, a vuelo de pájaro

Noticias de la otra orilla

Por:
agosto 02, 2014
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Las más importantes autoridades del jazz coinciden en definir a este prodigioso saxofonista como la influencia más revolucionaria del jazz de todos los tiempos. Con Parker se inició sin duda alguna este fenómeno musical, político, intelectual y artístico que se conoce como el jazz contemporáneo. Fue el Be Bop precisamente la música que confrontó con sonidos y conceptos el excesivo edulcoramiento del Swing de las grandes bandas de jazz, en su afán de darle a la sociedad norteamericana de posguerra una banda sonora de elegante belleza para entretener a la clase media en los grandes salones de baile, en lo que Leroy Jones (hoy conocido como el poeta Amiri Baraka) calificó como pasar el jazz de verbo a sustantivo para convertirlo así en un producto de consumo.

La reacción, desde luego, estaba entonces en las antípodas del consagrado buen gusto de lo que ofrecían Glenn Miller, Artie Shaw, Benny Goodman, o cualquier otro músico de swing, que no fuera Ellington o Basie, por ejemplo. La nueva música era ruidosa, rápida hasta el vértigo, nerviosa, frenética, sobreaguda, epiléptica, de altísima exigencia técnica, pero tocada también desde el fondo por las raíces históricas y emocionales del blues, para lo cual se precisaba de músicos que fueran no sólo excepcionalmente dotados, sino problematizados por lo que estaba viviendo la sociedad norteamericana del momento.

En ese marco, la figura de Parker aportaría los datos estructurales, no solo de una nueva forma de tocar su instrumento, sino de concebir y ejecutar una expresión jazzística completamente nueva, en la que recibió la complicidad, igualmente genial, de hombres como Gillespie, Davis, Clarke, Monk, Bud Powell, Max Roach, Fats Navarro y J.J. Jhonson, para nombrar solo a los que le acolitaban en las legendarias sesiones fundacionales del Be Bop.

Llamado Bird (o Yardbird, ave de corral) por su desmedido gusto por el pollo, Parker se hizo un músico sobresaliente desde 1935. A los 19 años llegó a New York en 1939 donde tendría la oportunidad de empezar a conocer el jazz que se cocinaba en Harlem. Allí empezó a mostrar precisamente su prodigiosa digitación, su conocimiento del instrumento y una asombrosa capacidad para reinventar y versionar a su gusto los distintos motivos del jazz de entonces a través de un estilo y un procedimiento que darían un giro definitivo a las maneras de improvisar conocidas hasta el momento.

Parker era de temperamento complejo: tímido en exceso, alternaba fácilmente estados de euforia y depresión, aún antes de engancharse en la heroína. Devoraba cantidades de comida antes y después de sus presentaciones, le encantaba hablar de literatura y arte con sus amigos, salía con mujeres hermosas, leía ávidamente y murió con el marcado interés de poder estudiar música contemporánea con el compositor Edgar Varese, según testimonios de su amigo Gillespie.

Admirado en forma desmedida por los propios músicos de jazz a los que influenció casi fatalmente creando una legión de epígonos e imitadores, así como por el público especializado, a pesar de hacer una música de carácter difícil y sin concesiones al gusto establecido, Parker se convierte en pocos años en un personaje notable, pero también empieza a mostrar en escena, en grabaciones y en sitios públicos graves afectaciones emocionales que irán perfilando en pocos años su gran tragedia personal y musical. En esa tragedia en la que se mezclaban la droga y la locura le acompañaba otro grande: Bud Powell.

Pero, ¿en qué consistía musicalmente la genialidad de Parker? Un conocido experto, el profesor Alvaro Menanteau lo define de la siguiente manera: "...en el jazz, cuando un saxo improvisa, realiza una línea melódica. Pues bien, dicha línea melódica se apoya en la armonía, o sea los acordes definidos por algún instrumento de la sección rítmica (un piano, por ejemplo). Ahora bien, los acordes se construyen por terceras, es decir, saltándose una nota por medio: si quieres hacer un acorde de Do con séptima, construyes una acorde (en este caso 4 notas que suenan simultáneamente) con las notas do, mi, sol, si. Las otras notas que están "más arriba" del Si son llamadas "tensiones" en la jerga jazzística, y "disonancias" en el lenguaje docto. La gracia de Parker, entonces, fue la de construir sus solos con base en las tensiones de cada acorde; esto es, la novena (el re en relación al do de partida), la oncena (el fa), la trecena (el la)... y más aún, Parker incluso alteraba esas notas disonantes: usaba la oncena sostenida (fa# en vez de fa natural), por ejemplo". Es lo que, de otra manera, quiso decir el maestro Leonard Feather: "La mente y los dedos de Parker trabajaban con una increíble velocidad. Él podía involucrar cuatro cambios de acordes en un mismo patrón melódico donde cualquier otro músico tiene problemas para insertar dos".

Aún hoy, los hallazgos interpretativos de Parker, así como las formas estructurales del Be Bop, pueden catalogarse como insustituibles, y la influencia de ese estilo en los últimos 50 años del jazz, que son la mitad de toda su historia, dejan un legado inapreciable representado en una discografía que hace parte de los grandes documentos de la historia sonora contemporánea.

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