Mi pueblo, ubicado en el corazón del Tolima, ha sido cuna de grandes hombres y mujeres, su exuberante belleza natural y tesoros como el Cañón de las Hermosas, sorprenden a cualquier visitante. Nuestra historia reciente ha estado marcada por una cruda violencia de la que pocos han podido es(capar.
Mi nombre es Bella Dily Rodriguez Mendoza, crecí sin una figura paterna, pero con todos los valores de una madre trabajadora. Soy una mujer soñadora y agradecida con cada lección que la vida me ha dado.
Como muchas colombianas, de niña soñaba con un matrimonio feliz, lucir un vestido blanco, formar una familia y ser el motor de su crecimiento. A la edad de 15 años logré iniciar ese sueño, luego de un matrimonio que aún está vivo en mi memoria, la vida me regaló a mis dos grandes tesoros: mis hijos. Cuando todo marchaba bien, la guerra se interpuso en mi camino y marcó dolorosamente mi futuro y el de mis hijos.
Aún conservo en mi memoria el día en el que la guerrilla asesinó a mi esposo y padre de mis hijos. Fue un suceso desgarrador que marcó a mi familia. Para esa época mis hijos tenían 6 y 5 años respectivamente y a pesar de estar tan pequeños, ese recuerdo es claro en sus mentes y ha desatado un profundo dolor y deseo de venganza. ¿Por qué lo mataron? ¿Por qué nosotros? Son preguntas que han rondado a lo largo de los años.
No fue un proceso fácil hacerme cargo de mi familia, pero el amor por mis hijos me hizo una mujer fuerte, como tantas colombianas. Sabía que la rabia y el dolor no podían estancarme y decidí que no quería que mis hijos, niños inocentes, crecieran con el odio y la venganza en sus corazones. Pasaron años, muchísimos, para abrirle la puerta al perdón, para entender que es un proceso personal, de liberación y no un regalo para quienes tanto daño nos hicieron.
Hablar del perdón no es nada fácil, pero lo hemos logrado a través de diálogo, del amor, la paciencia, el respeto y sobre todo de la tolerancia. Porque si se ama la vida y la de quienes nos rodean, se puede perdonar de corazón. Nunca se olvida lo sucedido, pero sí es posible hablar de lo sucedido y entender que siempre se puede mejorar, que la vida continúa y que sanar es importante.
En el mes de julio de este año, a Chaparral, llegaron las Escuelas del Perdón y la Reconciliación, ES.PE.RE, de la mano de la Fundación para la Reconciliación. Participé inicialmente con incredulidad, pero el proceso me facilitó seguir mi proceso personal de perdón y reconciliación, decidiendo que quiero heredar a mis hijos el amor por la vida, la tranquilidad y la esperanza.
Hoy, después de todo lo que he vivido, puedo decir que el perdón y la reconciliación son muy importantes para saber manejar las eventualidades que se presentan en cualquier momento de la vida, no solo la guerra, los dilemas de la vida hacen necesarios que tengamos elementos para solucionarlos de la mejor forma.
El Perdón es la paz y tranquilidad que necesita cualquier ser humano. Ahora puedo gritar al mundo entero que yo he perdonado y que me siento liberada del odio y el rencor. ¡Que no hay mejor sensación de tranquilidad y paz!
Estoy preparada para decir que sí es posible perdonar, que se puede dialogar, y que a través de la reconciliación las vidas cambian.
