Este texto nos recuerda la traducción al inglés que hizo, hace ya una década, el profesor Jonathan Tittler del libro ´Chango, el gran putas´, pieza magna de la literatura colombiana y una de las más sobresalientes de Manuel Zapata Olivella.
En la literatura afrocolombiana del Caribe existe una tríada de autores que sobresale por la calidad de su obra: Candelario Obeso, Jorge Artel y Manuel Zapata Olivella. Los dos primeros trabajaron una importante obra poética y contribuyeron con ella a revelar imágenes sobre la vida (triste y festiva) de los afrodescendientes en Colombia.
La obra de Manuel Zapata Olivella es, sin reparos, la que totaliza la dimensión afro en Hispanoamérica por su rigor investigativo, versatilidad poética, ágil prosa y riqueza imaginativa y estilística. En Changó, el gran putas se aprecian, de forma particular, todas esas características. Una obra que le tomó 20 años de búsqueda para lograr ese tono robusto y maduro que descubrimos en ella. Toda esa riqueza la podemos disfrutar hoy en inglés, luego de la traducción de Jonathan Tittler, Changó, the Biggest Badass, quien además llevó al inglés otra de las grandes obras de Zapata Olivella: Chambacú, corral de negros bajo el título Chambacu, Black Slum.
En la página 111 del texto Changó, the Biggest Badass (2010), Pupo Moncholo le cuenta a su sobrino que ha ido rodando de amo en amo; que le han dado más nombres que azotes y que a pesar de los múltiples que ha tenido, en Cartagena, el que más le “acomodan” en palabras de Zapata; “the most often used”, en palabras de Titler, es Cepelino —por la variedad de lenguas que habla— explica Manuel Zapata Olivella.
Al comparar esos dos párrafos, en la versión en inglés y la versión en español (Edición Biblioteca de Literatura Afrocolombiana, Ministerio de Cultura, 2010) y recorrer las mismas líneas en dos idiomas, la sensación que produce es una mezcla de regocijo y tranquilidad, digamos histórica, al reconocer que los ideales, reflexiones, propuestas y visiones de Manuel Zapata Olivella seguirán pasando de mano en mano, como ese Cepelino que es reconocido por “las muchas” en palabras de Zapata, “for the many” en palabras de Tittler, lenguas que habla.
Changó, lo anunciaremos con regocijo: habla ahora inglés.
El anuncio es también la invitación que Tittler nos hace para que recorramos las entrañas de una novela marcada por la diversidad poética; por la polifonía de voces ancestrales que cuentan sus luchas y sufrimientos; y por los anuncios fantásticos de divinidades que nos revitalizan con sus fuerzas misteriosas. La invitación de Zapata en su presentación se me hace hoy más sincera y necesaria que nunca: “What ever your race, culture, or class, don’t forget that the land where you tread is America, the New World, humanity’s new dawn. So become a child. If you find strange spirits —in words, characters, or plot— take them as a challenge to your imagination” (xxxiv).
Tittler nos invita a reconocer las vidas de protagonistas de la Historia reciente de Colombia, que ayudarán a comprender que más allá del relato oficial, hay testimonios que reivindican la diversidad de nuestra nación. Nos reúne para contarnos las penurias de una esclavización que trasciende el dolor de la memoria, y es hoy un locus de poder que mantiene a las comunidades afro atentas al cumplimiento de sus derechos. Devela las virtudes de un lenguaje que construye atmósferas y sensaciones, al tiempo que llama y acoge: “I invoke you here tonight, / Fill my voice with your wise tales. / Great is my pain!” (3) Ése es sin duda, el logro más depurado de su traducción.
En la introducción de Changó, the Biggest Badass, el profesor William Luis, contextualiza con rigor cuál es la importancia de Changó, el gran putas, en el concierto de las novelas modernas latinoamericanas. Más allá de la generosidad y maestría de su introducción, están los riesgos que asume para iniciar (o incitar) un diálogo con el lector que permita alertarlo sobre la importancia de la obra que tiene en sus manos, “now masterfully translated into English by Jonathan Tittler” (xv), en palabras de Luis.
El interés de Zapata Olivella en los Estados Unidos fue revelándose de la mano de un grupo de investigadores (Richard Jackson, Marvin Lewis, Lawrence Prescott, Jonathan Tittler, William Luis e Yvonne Captain-Hidalgo; luego, Lucía Ortiz, Antonio Tillis, Ligia Aldana, David Akbar Gilliam, Darío Henao, entre otros) quienes descubrieron la magnitud de las revelaciones inmersas en su obra, así como la trascendencia de sus postulados sobre la esclavización, luchas y dolores de los afrodescendientes. Postulados que han sido tomados como sustento para nuevas luchas políticas y reivindicaciones de derechos de las comunidades afro de América, violentadas por discursos que privilegian la supremacía del blanco.
De esos investigadores, la labor de Jonathan Tittler hay que valorarla por su tenacidad y empeño, pero sobre todo por su constancia en el tiempo: “this somewhat quixotic project and whose spirit sustained me through its fifteen-year-long translational and editorial process” (ix), tal como lo escribe en los agradecimientos.
La decisión de Tittler de hacer la traducción de Changó, el gran putas es una respuesta que podríamos relacionar con la admiración, la obsesión, o el deseo, pero diremos que su trabajo está más ligado a la honestidad de un académico que reconoce la importancia de llevar a otro idioma, la magnitud de una obra que él como traductor también crea, y pone a disposición del lector anglófono.
Asegura George Steiner en su ensayo sobre traducción titulado “Un arte exacto” que “No ser traducido al inglés y/o al inglés americano significa arriesgarse a caer en el olvido. Los novelistas, los dramaturgos, incluso los poetas —esos guardianes escogidos de lo irreductiblemente autónomo—, sienten dolorosamente esta realidad: deben ser traducidos si quieren que sus obras, sus vidas, tengan una oportunidad justa de salir a la luz (225)”. En la anterior sentencia de Steiner, Tittler podría encontrar el máximo halago, pero desde la publicación de la obra de Zapata Ollivella en un lejano 1983, han pasado más de tres décadas en las que Changó se ha mantenido con una luz que ilumina en español y destella africanía.
Hacer el ejercicio de revisar ambos libros de forma comparada y tratar de entender por qué Tittler se decidió por una palabra y no por otra, o encontrar un giro que vigoriza una frase, o dudar de la musicalidad de ciertas de ellas llevadas al inglés, podría resultar pretensioso. Al hacerlo reconocemos que Tittler ha cruzado aguas peligrosas y azarosas que van más allá de una palabra, para adentrarse en pugnas que tienen que ver más con sensaciones, reflexiones, cantos tradicionales, músicas, plegarias o invocaciones. Así Tittler hace posible que los académicos estadounidenses –afrolatinoamericanistas, colombianistas, etc.- puedan utilizar este importante texto en sus clases y estudios y llenar un vacío histórico-epistémico de años.
Los lectores tanto en español como en inglés, podrán examinar de cerca el muntu africano que aún nutre la realidad colombiana, tal y como se ve en los siguientes ejemplos tomados de la edición en español citada, y de la traducción de Tittler:
“Todos dormían. Intenta levantarse y las cadenas le recordaron que es un cautivo. Entonces penetra el relámpago de Changó, solo un instante para que su pupila tomara conciencia de su paso. En ese momento comprendió que los orichas estaban furiosos. Odumare despierta de su sueño y Elegba, su gran mensajero, abría camino a la tormenta” (91).
Everyone slept. He tries to get up, but his chains remind him of his captivity. Then Changó’s lightning bolt penetrates, just an instant so his pupil registers its entry. At that moment Nagó realized that the Orichas were furious: Odumare awakens from his slumber and Elegba, his great messenger, blazed a path for the storm” (39-40).
“Abro la puerta y allí están siete ancianas alumbrándose con mechones. No las conozco, llegan arropadas, se estiraban y recogen con el viento. Mensajeras de Elegba no tenían cara ni forma” (154).
“I open the door and see seven old woman carrying torches. I don’t recognize them, they were wrapped in cloaks that open and close with the wind. Messengers of Elegba, they had neither face nor form” (85)
La lógica y la razón:
“Si decís que el hijo del blanco es blanco, el hijo del negro es negro y el hijo del indio es indio, ¿por qué no aceptáis que a semejanza de sus padres los negros adoren a sus orichas negros, respetando esta condición que les viene de naturaleza, como se espera que los blancos e indios, veneren al dios que adoran sus mayores?” (217)
“If you say the son of the White is White, the son of the black is black, and the son of the Indian is Indian, why do you not accept the fact that, similar to their fathers, the blacks adore their black Orichas and respect this condition that is natural to them, as it is expected that the whites and Indians will likewise venerate the god that their elders adores? (123)
El sufrimiento y la esperanza:
“Aquellos días de penuria, hambre y vagabundaje, escondido de los amos que nos perseguían con sus perros de presa, no hay que olvidarlo, fueron los más felices de tus ancestros en esta nación. Indios y negros configuramos la familia más unida, muntu americano, que haya existido en este país. Compartíamos el maíz; bebemos agua de los mismos ríos; juntos rendiremos culto a la luna, al sol y a nuestros difuntos en las altas montañas” (599).
“Those days of penury, hunger, and wandering, hiding from our masters who hunt us with their dogs of prey —let us not forget— were the happiest of your Ancestors in this nations. Indians and blacks made up the most tight-knit family, the American Muntu, ever to exist in this land. We share corn; we drink water from the same rivers; together we shall worship the Moon, the Sun, and our Dead on the mountaintops” (414)
Seguro vendrán aquellos que comentarán que se debió usar tal o cual palabra, pero Tittler se comprometió con las apuestas, sentidos y percepciones de una obra completa, y con la creación de un autor que funda y fecunda con su obra, como lo es Manuel Zapata Olivella. Ese es el valor de su traducción.