En Chachagüí nadie puede morirse o, al menos, no debería por estos días. Quien se enferma, prefiere alentarse. No quiere meter en problemas a su familia. El mayor disuasor para cruzar el umbral hacia la eternidad es una resolución emitida por el Instituto Departamental de Salud de Nariño, que ordena el cierre parcial del Cementerio Nuestra Señora de Fátima.
“Si no se resuelve el problema pronto, será necesario trasladar los difuntos a Pasto, que queda a 28 kilómetros”. Silvia Trochez sentó con desolación su inquietud ya que desde hace diez años se venía advirtiendo sobre las condiciones del del camposanto.
Los demás deudos comparten su preocupación. No quieren que sus familiares fallecidos sean trasladados a otro municipio.
“Imagínese, visitarlos va a demandar costos. Aquí simplemente venimos, pero ir a Pasto, nos va a resultar costoso si queremos ir en familia. En esas condiciones, tocaría espaciar las visitas.” Para doña Silvia el asunto es traumático ya que los miércoles y los domingos en la tarde, trae flores para la tumba de su hijo José Mario, quien murió hace tres años.
Incluso, los tres empleados de la Funeraria Jaramillo, una de las más tradicionales, consideran que —de seguir las cosas así— hay que buscar otra cosa qué hacer.
En el parquecito de este pueblo de tradición agrícola y vocación turística, donde hace frío —particularmente al caer la tarde o cuando amanece—, no se habla de otra cosa. El cura párroco les anunció la medida sanitaria a comienzos de agosto. Los asistentes a misa dominical regaron la noticia como pólvora y, en cuestión de dos horas, se sabía en todos los rincones.
Un pueblo importante sin cementerio
En la jurisdicción de Chachagüí se encuentra el aeropuerto Antonio Nariño, el más relevante de la región y medio de acceso aéreo a San Juan de Pasto, la capital. Tiene una población de casi 14 mil habitantes, el 60% de los cuales habitan en la cabecera.
“Nuestra tranquilidad se acabó desde que nos anunciaron que estamos a las puertas de quedarnos sin cementerio”, aseguró Freddy Rojas, quien vende flores a una cuadra del camposanto. Otras personas dependen económicamente de ese espacio de reposo para el alma, ya que elaboran lápidas o cintas y coronas funerarias.
“Ahora que está prohibido enterrar más muertos, vamos a ver cómo soportamos esta situación. Incluso el alcalde anterior en su plan de desarrollo había prometido comprar un lote para el cementerio, lo que nunca se hizo”, dijo Henry Javier Eraso, el alcalde municipal, a medios locales y regionales.
Las autoridades sanitarias del departamento consideran que no se cuenta con las medidas y el plan de mejora solicitado para garantizar su adecuado funcionamiento.
Martha Pinchao visita regularmente a un familiar cercano. Es tanto como sentirlo aún recorriendo las calles o, quizá, verlo dando una y mil vueltas en el parque principal, una de las costumbres de los jóvenes que se resiste al paso del tiempo.
“Cómo nos van a quitar el cementerio; aquí podemos venir cada domingo. Ahora nos tocaría ir a otra parte”, dijo con preocupación a un medio nacional de televisión.
Jaime López comparte su incertidumbre. Él y todos los moradores de Chachagüí están acostumbrados a los velorios cuando alguien muere, a los novenarios, a los triduos de misas y todo el ritual que rodea la partida de un ser querido.
Por el momento, alguien que no renuncia al ingenio que caracteriza a la Colombia del realismo mágico, propuso colocar un letrero a la entrada del pueblo que diga: “A la muerte se le prohíbe la entrada por razones oficiales”.
Considera que esta nueva medida llevaría a la parca a que siga de largo su camino hacia otros lares, porque por el momento, en Chachagüi nadie puede morirse…