En el Departamento de Bolívar, pese a no haberse procreado una “elite” política con la suficiente fuerza, y, que con tantos atributos que tiene su geografía, su riqueza hídrica, en la totalidad de sus entes territoriales no alcanzan los niveles de desarrollo.
Según datos del Dane 2021, el 41.40% de la población está en pobreza (NBI), esto significa que, de 100 bolivarenses que están en la zona rural del departamento, 41 están en condición de pobreza (NBI). Asimismo, los niveles de miseria por NBI afectan al 14.90 % del total de los habitantes en las zonas rurales.
Es decir que, de 100 habitantes de estas zonas, 14 están en condición de miseria o de indigencia, cuando el promedio nacional en indigencia rural por NBI, es del 10.51%, encontrándonos, que con la llegada del Covid 19, la situación empeoró.
En el Departamento de Bolívar, esta enquistada una ideología dominante que ha conducido a dar instrucciones, un dictado sobre la forma como ha de evolucionar el destino, que proviene de esos “empresarios” que arañan al Estado, de esa sociedad “política” con ribetes de egoísmos como un monstruo de tres cabezas, que no ha hecho surgir a los entes territoriales cabalmente.
El Departamento de Bolívar es inminentemente rural, todos sus municipios, duele decirlo, son “peladeros”, no existe una eficaz sustentabilidad del uso del suelo, que haya favorecido la mano de obra del campesino.
La cobertura lograda ha sido nula en el aprovechamiento del uso del suelo, las características de los campesinos nuestros son las mismas de siempre, sus condiciones culturales y socioeconómicas no han tenido un beneficio de calidad para el aprovechamiento en ciencia en tecnología de los recursos del territorio.
Pocos han sido los Planes de Desarrollo Departamental y local que hayan contribuido con el desarrollo integral, porque la carencia de liderazgo y compromiso ahondó la crisis.
Debe haber una actitud diferente desde la actividad legislativa ante el panorama que hierve de preocupación en el Departamento de Bolívar.
Al Congreso de la Republica llega por primera vez al cargo de Representante a la Cámara, Cha Dorina Hernández, ella no ha pertenecido a roscas, ni a los llamados clanes.
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Haber logrado la ruptura es interesante, tiene que contarnos ese pedacito de su historia ancestral, indudablemente existe una expectativa, ella viene de la raíz de la tierra y sabe que su llegada al Congreso de la Republica no es la de venir a presentar reformas legislativas sin que se tenga en cuenta en lo más profundo los problemas de la tierra, la solución a los conflictos sociales, y la sostenibilidad.
Cha Dorina Hernández, con su piel color negro, vive orgullosa de su raza en Cartagena, que como en Mompox tienen parecido por su historia, sus calles colmadas de tradiciones, son ciudades donde la discriminación racial procede de prejuicios sociales, por problemas culturales no les gusta el pelo afro.
Dorina Hernández la tiene rotundamente clara, llega en calidad de Representante a la Cámara impregnada de identidad, con una mochila cargada de saberes, su conocimiento y experiencia en trabajo social y etnoeducativo, reivindicatorios de los saberes y ancestros culturales de carácter popular, su lucha por la salvaguardia de lo patrimonial seguramente le dará tener el foco claro, para motivar iniciativas para tener una mirada diferente sobre el valor público que implica el patrimonio, lo ancestral y la cultura en los pueblos.