Cúcuta es la segunda ciudad del país con mayor número de desempleados. Por cada 100 personas 14 no tienen nada que hacer. El 75 por ciento vive del rebusque. Los pocos empleados pueden trabajar porque se acostumbraron a hacerle mandados a los políticos de turno. En Cúcuta se promueve no sólo la ilegalidad sino la lambonería. Allá los sapos y los carga ladrillos sumisos de los poderosos son bien vistos. Por eso es que a la gente no le importa que un asesino como Ramiro Suarez maneje la política de la ciudad desde La Picota Vía Skype. Desde su cómoda celda le ordena a su esbirro Cesar Rojas quienes deben ser los secretarios, quien tiene que estar al frente de la Curaduría Urbana, a que periodistas se deben comprar y, sobre todo, que en las próximas elecciones presidenciales se debe votar por Vargas Lleras.
Ramiro es el personaje más popular de Cúcuta. Como el Señor Matanza, su palabra es ley. A la gente le gusta porque es un asesino mal hablado que golpea con rabia la mesa. Por eso Cúcuta es un hueco uribista. Por eso más de 10 mil personas salieron ante el sol calcinante del pasado domingo a protestar contra Santos y a pedir una guerra con Venezuela. Se alcanzaron a ilusionar cuando el lunes el ruido ensordecedor de unos Sukoi los despertó. En Cúcuta el sol es tan fuerte que achicharró el cerebro de mis coterráneos y por eso siempre han votado en contra de sus propios intereses. Que más se puede esperar de una ciudad sin museos, sin escuelas de teatro, una ciudad que lo único que ha dado es un presidente con Alzheimer, un narco poderoso, dos Protagonistas de Novela y una caterva de contrabandistas asesinos.
Es una vergüenza que la gente, en su indolencia campechana, crea que la gestión de Cesar Rojas es maravillosa. No puede ser que en una ciudad tomada por el crimen su alcalde sea el tercero más popular del país. El mensaje que queda es que sí quieres ser un dirigente popular debes hablar como un atarbán, tener una barriga de cervecero y decir sandeces como comparar a Ramiro Suarez con Luis Carlos Galán o no pagar los salarios a tiempo a sus empleados temporales como sucedió en diciembre del año pasado. La protesta César Rojas la resolvió a lo cucuteño, madreando indiscriminadamente.
Que solos están periodistas como Renson Said, Jhon Jairo Jacome o Gabriel Angarita en una ciudad que le incomoda la verdad. Una ciudad llena de gente que sólo pretende volverse rica de la noche a la mañana, un inmenso San Andresito en donde los vivos hablan paisa y en donde, la mayoría de mujeres, sueñan con levantarse un traqueto que las opere y las ponga bonitas.
Y ahora, sin importar que me escupan cada vez que regrese a mi ciudad, les voy a decir una verdad tan grande como el Estadio General Santander: La popularidad de Cesar Rojas es inversamente proporcional al coeficiente intelectual de los cucuteños. Según la última encuesta de Datexco él es, con el 67 por ciento de popularidad, el tercer alcalde con mejor imagen. ¿Masoquistas o bobos? un poquito de las dos cosas somos. Bueno, al menos no somos los únicos. En Medellín Federico Gutierrez, quien le ha abierto las puertas a la polución, tiene el 82 por ciento de favorabilidad.
