“Hay que recordar que el cambio del campo no solo se encuentra en el legítimo Derecho a la protesta, sino también está en las urnas”. Fue la primera frase que se me ocurrió escribirle a Cesar Pachón a través de twitter en noches pasadas; el reloj marcaba cerca de las 11 de la noche. Acababa de finalizar un comercial publicitario que refutaba con arengas las propuestas del candidato Oscar Iván Zuluaga; publicidad sucia y baja, por decir lo menos, como podrían llamarse las propagandas de éstas elecciones presidenciales en las que el debate, precisamente, brilla por su ausencia y en la que está en juego el futuro del país; cosa que al parecer algunos de los candidatos no tienen presente: unos, más que su sed de venganza, y otros, su sentimiento huérfano de poder, solo destilan odio e indiferencia.
No habían transcurrido 30 segundos. De nuevo, el dichoso comercial político. Esta vez pude ver franjas de dos colores, por supuesto, distintivas de un partido político. Me pregunté si se trataba de un partido de la coalición de Gobierno. Y bien, ahí estaba, era Cambio Radical. Mi perplejidad era tal que quedé suspendido, sumido en una meditación de bastante zozobra a cerca de las condiciones de vida de nuestros campesinos, mientras estos políticos con promesas y más promesas engañan a todo costo con tal de obtener votos.
Pronto, imaginé por un momento un comercial hecho a favor del campo. Suponiendo que existiera el comercial, dejé llevar mi imaginación. Supuse al candidato a la vicepresidencia, Germán Vargas Lleras, como si estuviera hablando con actitud fuerte y segura, con el mismo tono que podría demostrar al salirse de casillas en un acto público, criticando algunas de las propuestas agrarias de la marioneta Uribista. Me preguntaba dos cosas: La primera, ¿Quién sería Germán Vargas Lleras para defender una propuesta del agro, cuando él y su familia han sido uno de los mayores latifundistas de este país durante décadas? La segunda, ¿Qué haría Oscar Iván Zuluaga liderando propuestas del agro cuando se sabe que va a gobernar más para sus amigos ganaderos, empresarios y terratenientes, que para un humilde campesino?
Instantes después, nuevamente con los ojos puestos sobre la pantalla del televisor, al salir de ese trance hipnótico de mi imaginación, daba una mirada retrospectiva y me preguntaba cual sería el valor que han tenido nuestros líderes para dirigirse hacia nuestros campesinos, y sobre todo, para hablar con autoridad de ellos. Observaba con atención esperanzadora, que de dicho comercial saliera, aunque fuera poco, alguna propuesta sobre el agro. Tal sería mi desconcierto, realmente hablaban de viviendas.
Cuestioné de inmediato, en voz alta, lo realmente grave que está el campo colombiano, y estos políticos hablando de viviendas que ni si quiera han sido entregadas (no llegan a la mitad de las prometidas). Pensaba también, que a pesar de lo apaleado que ha estado el campo durante décadas, aún tiene esa resistencia admirable, ese vigor impávido ante las bofetadas de los Gobiernos. Cuando ha sido más que evidente, el cómo las políticas agrarias de un país se desgastan en millonarios contratos, dineros que se esfuman en los bolsillos de grandes multinacionales y corruptos intermediarios, mientras nuestros campesinos mueren en vida. Pero de ese poco honor que les queda a estos dirigentes ¿Cómo se atreverían en estos instantes a tenderle la mano al campo y a brindar la ayuda que nunca ha recibido, ahora, justo ahora, cuando la indiferencia les apunta a sus rostros como cañón de fusil? ¿Con qué llaneza nuestros gobernantes se dignarían a mirarlos a los ojos?
Mientras cada uno de los hogares de las humildes familias campesinas del país se desmorona, y después de haber caído en el olvido del Estado, hoy se levantan en una sola voz de protesta con la esperanza de que sean escuchados, impulsados por la necesidad que los ha obligado a salir. Por eso, con optimismo y la fe puesta en el campo colombiano, mediante éste corto mensaje, quiero dirigirme a usted Cesar Pachón, gran líder de los campesinos y persona de gran tesón.
Antes que nada, quiero confesarle mi más grande respeto y admiración. Usted Cesar, guiado por los pálpitos de todo un pueblo, lo han conducido a que persiga tan noble causa, a la cual muchos nos hemos sumado y le estamos agradecidos. Sé que no soy alguien para decirle algo y tampoco estoy en la posición de hacerlo, pero las condiciones del momento motivan a que usted, que es una persona visible y que se ha ganado a pulso la confianza de todo un país y que lleva consigo la indeleble marca de un ser humano en todo el sentido de la palabra, llegue a percibir, con la misma perplejidad que me abruma, la guerra sucia y ese fuego cruzado entre políticos que lo único que hacen es confundir y llevar al precipicio la decisión y el futuro de cada una de las personas que iremos a votar el próximo domingo de elecciones (¡Claro! Suponiendo que salgan a votar), haciendo que se abstengan o que se dejen seducir por la primera propuesta falsa que se promete, que se intercambia por un plato de comida o por una simple y deslumbrante propaganda televisiva. Cesar Pachón ¡Salve usted la democracia!
Su voz, que alienta a más de un colombiano de a pie, puede ser tan poderosa y la última posibilidad que tengamos después de tantos años, de salir de este atraso. Su grano de arena se convierte en un aporte sin límites. Pero, usted se preguntará ¿Por qué a mí? Cesar, en usted no solo veo a un líder con un objetivo específico, también veo a una persona con una responsabilidad. No quiero hacer entender que usted tiene la culpa de algo. No, eso no. Ni más faltaba. Sólo que en usted se encuentra la influencia para que el campesino, ese ser humilde que alimenta nuestra cultura y que engrandece lo poco que queda del campo, no se deje persuadir, no se deje ultrajar nuevamente. En la decisión de todos ellos se encuentra también un cuantioso cúmulo de votos, y así es como los ojos de un político pueden verlos. Los electores son los que pueden hacer que un político los vea como cosas o los vea como personas. La decisión está en cada uno y depende que su futuro, se vea truncado en un tamal o, se vea solucionado por las propias determinaciones en una mesa de votación.
Ya que los tímpanos de los últimos Gobiernos no han estado bien puestos, dado que su agenda está centrada en reelecciones y en ver quién se queda con el poder, con pañitos de agua tibia procuran subsanar las esperanzas de tantas personas humildes que lo único que tienen es la ilusión de poder tener una estabilidad y una tranquilidad en el día a día.
El ambiente en estas elecciones no es muy claro. En esta coyuntura no existen resultados exactos. El escenario parece similar al de la época Pastrana: todos fervorosos votando por el “cambio” sin saber a qué precipicio se lanzaban. Ayer los campesinos sufrieron por las mentiras del Gobierno Uribe, y hoy van a paro por las medidas del Gobierno Santos. Los votantes deben ser libres, pero ojalá no se orienten a quienes les han hecho más daño. Sólo añoro que esto no se repita, porque el país y el campo no tienen por qué soportar más mentiras.
Quedan pocos días para salir a ejercer el sagrado derecho al voto. Entonces ¡Que sea la mejor decisión!
Cordialmente,
Alonso Rodríguez P.
Twitter: @Alonrop