Collares de púas rasgando el cuello de un perro, choques eléctricos, golpes en la cabeza del animal usar a sus propios empleados para ser atacados por los canes y, ahora, dejar que un Bulldog le arrancara la oreja a un cerdo, son sólo unas de las acusaciones que han llovido sobre el polémico Encantador de Perros.
César Millán nació en Culiacán México. Aprendió todo lo que sabe de los animales no precisamente en una universidad sino al lado de su abuelo en una finca en Mazatlán. Allí, en una estrecha casa de barro, sin agua potable, entendió que lo único que quería hacer en la vida era dárselas a los animales. Para hacer su sueño realidad tenía que cruzar la frontera.
La primera vez que intentó llegar a los Estados Unidos vio a dos mujeres ser arrastradas por la corriente del río bravo. Los oficiales que lo detuvieron lo amenazaron con echarlo al río. Suplicó por su vida hasta que lo dejaron en paz. Dos veces más lo intentó infructuosamente. Sólo hasta 1991, cuando su padre le dio 100 dólares “los ahorros de toda una vida mijo” el dinero justo que necesitaba para convencer al coyote de turno para que lo ayudara a cruzar, cuando César Millán por fin pudo entrar al país de sus sueños.
Sus primeros dos meses allí fueron una pesadilla. Vivió debajo de una autopista en San Diego y comía sólo dos perros calientes al día que compraba con los 3 dólares que ganaba a diario en el restaurante en donde lavaba platos. En las noches, mientras se arropaba entre periódicos de ayer, César planeaba la manera de salir del foso en donde estaba metido. Quería ser cantante pero no sabía cantar, quería actuar pero no tenía ni idea de cómo se hacía. Llegó a pensar en convertirse en narcotraficante. Su camino se empezaría a labrar cuando una noche soñó que caminaba al lado de su abuelo por la finca de Mazatlán y le decía que cada vez que viera a un perro intentara descifrar el lenguaje de sus ladridos, de sus movimientos. A la mañana siguiente el joven inmigrante se levantó dispuesto a cumplir el destino que tenía trazado.
Hoy, 25 años después, la estrella de la televisión César Millan, se gana al mes 170 mil dólares.
Su técnica de dominación llamada El líder de la manada no sólo le trajo riqueza y éxito sino que también le ha hecho ganar muchos detractores. En el año 2012 el presentador de la televisión británica Alan Titchmarsh le mostró la inconformidad que generaba su programa en la Sociedad de Prevención de Crueldad hacia los Animales del Reino Unido, la RSPCA. Lo acusaban de usar técnicas que causan dolor y miedo en los perros. Cuando Millán empezó a defenderse Titchmarsh contraatacó diciendo que él mismo lo había visto usando descargas eléctricas y collares de púas para modificar el comportamiento de los animales. César Millán, nervioso, trastabilló.
Un par de meses después volvió a estar en el centro de la polémica al pegarle en su programa a un labrador y Enrique Solis, director del centro de adiestramiento Leal Can, lo señaló prácticamente de ser un farsante y que sus métodos exacerbaban la agresividad de los perros lo que había llevado a que muchos de ellos fueran sacrificados. Nada de esto se ha podido comprobar.
El escándalo tal vez más sonado fue la demanda que le hizo, en el 2013, Adriana Barnes, directora del centro de Rehabilitación de mascotas que tiene el Encantador de Perros en Los Ángeles. La veterinaria asegura haber sido atacada en cuatro oportunidades por perros en medio de los experimentos de Millán y que además este la exponía a jornadas de trabajo de 15 horas al día sin un salario justo. La demanda era de un millón de dólares.
Lo cierto es que la sintonía de Millán en Estados Unidos y Latinoamerica no merma. El ataque al cerdo por parte de un bulldog será un poco más de publicidad gratuita para un hombre que le ganó al hambre, al frío, a las mascotas más tercas y a las sociedades de protección animal que se han cansado de cuestionar sus métodos.
