César Gaviria fue mi compañero de promoción en la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes. Nos reuníamos prácticamente todos los días en mi casa a estudiar con un grupo de compañeros más. Desde entonces conocí su carácter, con una rara inteligencia y decidido a llegar a las altas cumbres del poder.
Al llegar las elecciones parlamentarias de 1974 yo encabecé una lista a la Cámara de Representantes por Risaralda a nombre del Movimiento Popular Gaitanista. Enfrentados a nosotros estaba la lista del Partido Liberal, con Gabriela Zuleta encabezando Cámara y, como su suplente, César Gaviria, quien utilizó todos los medios habidos y por haber para que los gaitanistas fuéramos derrotados. No lo logró. Gabriela y yo fuimos elegidas representantes y Gaviria quedó como suplente. Los gaitanistas también sacamos senador y en los Concejos y Asambleas nos constituimos en una fuerza muy importante del departamento.
Pasados pocos meses de nuestra posesión, el 20 de julio de 1974, me llegó al apartamento donde me alojaba en Pereira un paquete que contenía un alarmante expediente que demostraba que Gabriela Zuleta, quien había sido nombrada presidenta de la Comisión de Presupuesto de la Cámara, se estaba apropiando de los auxilios parlamentarios.
Muy a mi pesar la denuncié. No siempre es agradable cumplir con el deber, pues no me agrada acusar a una colega, máxime siendo mi adversaria política, aún cuando creía que, por ser la protegida de Julio César Turbay, encajonarían las pruebas del dolo. No fue así, un tiempo más tarde la condenaron, perdió su curul, fue a la cárcel y, mientras todo eso sucedía, la reemplazó en su condición de representante a la Cámara César Gaviria.
Hasta ahí, todo parecía encuadrar en la normalidad. Pero no fue así. La persona que me llevó el enorme expediente a mi casa, meses más tarde, me contó que fue César Gaviria quien le encomendó que me hiciera llegar ese paquete sin darle a conocer su contenido. Sin comentarios.
Y ahora, cuando pienso que César Gaviria está promoviéndose, por conducto de Gustavo Bolívar, como vicepresidente de Gustavo Petro, me asalta la duda y me pregunto si la historia no puede repetirse. Pues no hay que olvidar que Gaviria siempre ha llegado a cargos de mando político por arte de birlibirloque y nadie nos puede asegurar que en esta ocasión, de darse semejante apareamiento híbrido, terminemos reviviendo un gobierno neoliberal en manos de César Gaviria.