Ya no queda la menor duda: los menos de 400 000 votos que sacó Humberto de la Calle, son el mismo número de verdaderos liberales que quedan en el país. Esos que se salieron o fueron sacados a sombrerazos directos o velados por César Gaviria. Ninguno de los seguidores que ahora tratan de mantenerlo en la dirección del partido, apoyaron a De la Calle, porque esa no era la instrucción de su jefe político. Por De la Calle votamos quienes sabíamos lo que iba a pasar, pero estábamos convencidos de que Humberto se merecía nuestro apoyo, como el mejor de los candidatos, traicionado y manipulado por Gaviria. Esos somos los liberales que quedamos en el país. No nos digamos mentiras. Los otros son los oportunistas que creen que Gaviria les dará algo cuando logre una migaja de poder si gana Duque y probablemente menos si gana Petro, o alguno que otro ingenuo que todavía le crea.
Esta destrucción del Partido Liberal empezó hace tiempo, cuando Gaviria se obsesionó por posicionar a quien a él le parecía y destruir a quienes no seguirían su juego. Muchos no se dieron cuenta en ese momento que se inició en el 2004, cuando empezó descaradamente a señalar a dedo, su dedo, a quienes se merecían su apoyo directo. Obviamente, en ese espacio no cabían las mujeres, ni nadie que pensara con algún grado de libertad. Borregos eran los que tenían futuro, en esa mentira cayeron algunos que no vieron lo que se tejía y creyeron ingenuamente que eran sus méritos los que los llevaban a representar al partido.
En esta campaña presidencial se le cayó la máscara liberal a César Gaviria
y dejó ver sin sonrojarse que su interés no era el partido
sino los beneficios personales
Pero ahora sí, en esta campaña presidencial se le cayó la máscara liberal a César Gaviria y dejó ver sin sonrojarse que su interés no era el partido sino los beneficios personales. Y entonces empezó esa revolución que debía haber comenzado mucho antes. Ninguno de quienes lo apoyaron sinceramente, pero vieron que cuando no seguían sus mandatos el gran jefe los abandonaba, lo quieren ver dándole la puñalada final al que fuera el glorioso Partido Liberal. Se trabajará intensamente para sacarlo de una jefatura que llevó a la peor derrota política del partido, sacrificando además a un hombre tan valioso como Huberto De la Calle. Lo siguen sin duda sus lacayos, aquellos que nunca estarían en el lugar que hoy ocupan si no se hubieran convertido en sus soldadillos.
Llegó la hora de pensar en serio en revivir las verdaderas ideas liberales porque ahora lo que se encuentra en ese partido es misoginia, mediocridad y sobre todo nepotismo. Pero la democracia real necesita de esas ideas adecuadas a las realidades actuales, en una Colombia que se saturó de gamonales politiqueros, que quiere igualdad de oportunidades para todos y la construcción de una agrupación que, al margen de intereses personales, ayude a la sociedad en la difícil tarea que se avecina. Construir de verdad una sociedad acostumbrada a la sangre a vivir en paz, a respetar las diferencias, a buscar compartir no solo los costos sino los beneficios del desarrollo, es tal vez el mayor reto del país actualmente. Se trata, nada menos, que de buscar la modernidad con equidad. Inmensa tarea que obviamente requiere de un liderazgo diferente al que ha ejercido por demasiado tiempo César Gaviria.
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