El Pulso del Fútbol, programa estrella de Caracol Radio, tiene sus días contados. El formato del espacio radial con Hernán Peláez Restrepo es muy difícil de lograr, replicar y mantener. ¡Lástima! dirán los oyentes asiduos que de lunes a viernes escuchan el programa a la 1:00 pm.
Era un programa deportivo realmente entretenido. El arte, la magia y la atracción de ese espacio periodístico consistía en que combinaba investigación, información, humor, debate e interlocución –no explícita– entre el dúo de experimentados y entendidos comentaristas y sus consuetudinarios radio-espectadores.
Y es que César Augusto no puede reemplazar a Peláez. El anterior codirector del programa era un artista conteniendo a Iván. Era como un Beckembauer enfrentando a un Maradona. Lo aguantaba, frenaba con suavidad, no rivalizaba con él, mantenía una especie de presión y tensión que era el verdadero pulso entre dos gladiadores. En esa tarea era un maestro insubstituible el ausente y notable comentarista histórico de Caracol, Hernán Peláez Restrepo.
La audiencia era atraída y hechizada por varios aspectos que están representados en dos personalidades absolutamente diferentes y contrarias. El uno es explosivo y sanguíneo; el otro es tranquilo y flemático. El primero se destaca por sus comentarios incisivos que rayan en la agresión verbal y éxtasis compulsivo. El segundo basaba su actuación en su memoria prodigiosa, su sentido práctico, permanente alegría y sentido del humor que se traducía en comentarios precisos e inteligentes.
Esa conducción del programa entre “mamagallística”, paciente y muchas veces cínica, era un gran atractivo porque parecía que en algún momento Mejía iba a estallar contra su colega y amigo. Los momentos de exaltación histérica de Iván criticando jugadores engreídos, técnicos narcisos o empresarios corruptos, eran esperados por todos pero, a la vez, se estaba atento a ver cómo Hernán lograba capotear esos instantes. Eran situaciones de gracia infinita.
César Augusto no puede hacerlo porque entra en competencia y rivalidad con Iván. El programa termina asemejándose a la “polémica en los deportes” en donde Jaime Ortiz Alvear se gozaba a Edgar Perea, pero ese era otro formato. Pero además, Londoño no tiene la autoridad, tacto y paciencia de Peláez para contener esa avalancha de energía y disertación que representa Mejía. Pero en fin, no hay nada eterno en el mundo y todo tiene su final.
El Pulso del Fútbol se quedó sin el principal pulso que era entre Hernán e Iván. ¡Lástima!