Si la vida es la prioridad, no hay otra alternativa que frenar y reversar, parcialmente, actividades que se venían desplegando desde hace algunas semanas. La alcaldesa Claudia López tiene razón, por impopular y doloroso que sea decirlo: con las cifras que se están presentando, sin vacuna, por la vida, hay que evitar que el sistema sanitario colapse.
Un mes atrás parecía que en Colombia estábamos cerca de lograrlo, de llegar al punto en el que se cruzaba la peor parte de la pandemia. Hoy, a punto de terminar junio, con las cifras que se disparan, la tónica es otra: la de la inmensa incertidumbre sanitaria y económica. Nadie sabe cuándo terminará este cuento. Lo que sí se sabe es que no es posible seguir con las aglomeraciones que ya se están presentando en las ciudades colombianas, sea en los almacenes o en el transporte público; que la promesa del presidente Duque de abrir, en días, restaurantes y lugares para el culto religioso es absurda… si de salvar vidas se trata.
Después de que Colombia alcanzó a ser considerada como uno de los países exitosos en la gestión de la pandemia, ¿dónde estuvo la falla? Había acuerdo en que la cuarentena había sido decretada de forma oportuna, al contrario de lo que ocurrió en los Estados Unidos, Brasil, México o el Reino Unido, donde se perdieron semanas preciosas que, finalmente, se tradujeron en muertes innecesarias.
La incertidumbre, sin duda, es mundial. Las equivocaciones en las previsiones están sobre la mesa, sean las de autoridades científicas y sanitarias o las del Fondo Monetario Internacional, obligado, cada mes, a rectificar a la baja los pronósticos del desempeño de la economía, de modo que no se le puede exigir a los gobernantes colombianos que den cátedra sobre el futuro de la pandemia y la economía.
Aún así, hay que diferenciar entre las decisiones de una Angela Merkel de las de bárbaros e ignorantes como Trump, Bolsonaro o López Obrador. La ignorancia no respeta credos políticos.
Los efectos perversos del Covid Friday, marca comercial colombiana, comienzan a verse, aunque, en realidad no puede atribuírsele el peso del agravamiento solo al día sin IVA.
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No es posible seguir con las aglomeraciones en los almacenes o en transporte público y la promesa del presidente Duque de abrir, restaurantes y lugares para el culto es absurda… si de salvar vidas se trata
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Desde hace varias semanas, sin sustento en la realidad, se percibe un talante casi triunfal, la sensación de que lo grave de la pandemia ya había quedado atrás, que abrir negocios y, con ellos, las ciudades, se asemejaba a ver la luz del otro lado del túnel. Muchos empresarios, pequeños y grandes, de buena fe, desesperados, lo han creído. diferencia de Alemania, España, Corea o Vietnam, estamos en pleno auge de contagios y muertes.
Millones de personas, en este mercado laboral marcado por una tasa de desempleo que se dispara día a día y por la alta informalidad, han necesitado de la ciudad abierta para sobrevivir.
Hay gente juiciosa que sigue diciendo que el viernes 19 de junio fue, en general, provechoso, que los exabruptos que se vieron en algunas grandes superficies al estilo Alkosto, avalanchas de gente detrás de toda suerte de electrodomésticos, fueron la excepción, que las ventas se dispararon y que, aprendiendo de los errores, hay que lanzarse a otras jornadas similares. Craso error que, a la larga, tendrá mayor costo tanto en términos de vidas como de salud.
El lío es que en el tramo de la curva en el que los contagios y las muertes crecen de forma exponencial (a fin de mes estaremos en 100 mil contagiados y en menos de veinte días en 200 mil...), pequeñas variaciones en los números, derivadas simplemente de la falta de distanciamiento social, de las aglomeraciones y de la falta de cuidado con el uso de los tapabocas y la debida lavada de manos, tienen como resultado que se acorten los períodos de duplicación del contagio... y del número de muertos. Cambios pequeños pueden congestionar, en pocas semanas, en días, el aparato de salud mejor dotado.
Así está ocurriendo en varias regiones de los EE. UU. Embarcados en la euforia del sociópata Trump, que sigue negando la crisis, que se ha rehusado a usar tapabocas por verlo como sinónimo de debilidad, gobernadores republicanos en estados como Texas o Florida creyeron que lo peor había quedado atrás y se lanzaron a la apertura irresponsable. Más de la mitad de los estados están viendo aumentar los índices de contagios y algunos ven, con temor, cómo se congestionan las UCIs. Están reversando, obligados, los planes de apertura que, triunfantes, habían lanzado hace pocas semanas.
Bill Gates, el hombre de Microsoft, que predijo hace años el enorme riesgo para la humanidad que podría tener una pandemia como la del covid-19, le dijo hace unos días a CCN que el panorama sanitario y económico era más sombrío de lo que se hubiera esperado. Falta de pruebas, insuficiencia en el seguimiento de contagios, ignorancia de la gente en utilizar el tapabocas son factores determinantes. Que, en general, los EE. UU. “ni siquiera está cerca” de hacer lo suficiente para combatir la pandemia (CNN).
Estamos aún a tiempo. Hay que reversar la apertura de algunas actividades, reforzar la cuarentena. Aquellas que sigan abiertas deben operar con todo el cuidado y la aplicación de estrictos protocolos.
Claudia tiene, de nuevo, razón.