La semana pasada repliqué en mi Facebook un artículo del diario ABC de España titulado "La niña prodigio que desmontó las terapias de reiki con un trabajo escolar".
Se trata de un informe sobre Emily Rosa, una niña de 11 años que contradice de manera científica y mediante un ingenioso mecanismo concebido por ella misma, la pretensión terapéutica del reiki, una disciplina que pregona la curación mediante la imposición de manos.
Lo interesante del estudio no reside solo en la corta edad de quien lo diseñó y realizó, sino en que los parámetros del mismo fueron avalados por el Journal of the American Medical Association que publicó y validó el artículo.
Luego lo previsible: personas que comentaron mi publicación con aprobación y personas que lo desaprobaron. Entre estas últimas, la mayoría de ellas con los repetidos argumentos de "conozco muchas personas a las que les ha servido" y "no le hace mal a nadie, entonces vale la pena probarlo".
No me extiendo en responder esos comentarios porque es evidente que nacen de la buena fe, pero sobre todo, porque no vale la pena.
Si validáramos cada práctica porque haya alguien que asegura que le ha servido, tendríamos que abrir consultorios de quiromancia, lectura de carta astral y lectura de tabaco.
En cuanto a que no le hacen mal a nadie, habría que preguntarse si se está engañando a los miles de pacientes que pagan por terapias de reiki, medicamentos homeopáticos o consultas de aromaterapia. Si estas terapias no son efectivas, se está robando a miles de personas, entre ellas por ejemplo, a quienes pagaron los 26,4 millones de euros que obtuvo de ganancias en el 2009 el laboratorio homeopático Boiron solo en España (por lanzar apenas un dato).
Pero esta vez apareció un lector más documentado que el promedio y me adjuntó como respetuosa respuesta, el estudio "Evaluación de los efectos de la práctica de imposición de manos sobre los sistemas hematológico e inmunológico de ratas machos" presentado por el Dr. Ricardo Monezi en la Facultad de Medicina de la Universidad de Sao Paulo en el que afirma haber constatado, entre otras cosas, el efecto estadísticamente significativo de la imposición de manos sobre el recuento de los monocitos sanguíneos y las plaquetas, lo que dicho de otra manera, validaría los fundamentos del reiki.
Si bien soy médico y puedo entender el planteamiento y desarrollo del experimento, acudí al Dr. Hernán Toro, profesor e investigador de la Universidad Pontificia Bolivariana, para que me diera su visión sobre la concepción del experimento y la metodología utilizada en el mismo (donde radicaba, intuí, el origen de su resultado tan imprevisible).
Su respuesta fue contundente y pronta: "Usaron grupos de control pero no usaron aleatorización para hacer pruebas doble ciego en el recuento citológico." Es decir que los directores de la investigación sabían qué ratas habían sido tratadas y cuáles no, lo que direcciona consciente o inconscientemente su resultado y constituye el llamado sesgo cognitivo que invalida por completo el estudio.
Para no extenderme en fangos técnicos descriptivos, el estudio que me enviaba el defensor del reiki era como las escenografías de las obras de teatro: se veía muy bien, aparentaba solidez, pero no soportaba el más mínimo sacudón.
Si alguien desea profundizar en el error concreto del estudio en mención, les dejo este magnífico documental donde el ilusionista y divulgador científico James Randi desmonta mediante la puesta en evidencia del sesgo cognitivo (y no en una sino en dos oportunidades), los estudios que aparentemente validan la homeopatía:
Son estudios como este, disfrazados de aparente validación científica, los que soportan el corpus de todas las seudociencias, y resulta al menos inquietante y sorprendente, que los defensores de las prácticas como el reiki y la homeopatía exijan que no se les evalúe desde la perspectiva de la ciencia, pero acudan a experimentos y artículos de carácter científico para validarse.
Cada persona es libre de perseguir la ilusión que desee. Cada quien es autónomo a la hora de elegir su forma de evadir la realidad. Es solo que si alguien me cobra por un medicamento, por una cita o por un curso, estoy también en mi derecho de saber si es o no un charlatán.
