Al preguntar un extranjero qué le ocurrió al Centro Comercial, alguien con sentido de humor mencionó que había sido un bombardero de Putin. Bastante curioso el tipo de bomba que se arrojó -comentó el míster- ya que solo afectó al edificio. Posiblemente fue un proyectil inteligente, que estropeó la configuración arquitectónica y espacial de ese cuadrado. El comercio informal se vio afectado, pues de las dos hileras de ventas de informales solo quedó una: vendedores de minutos, de tapabocas, de la última cena de las ratas, del caucho para la olla de presión, de los marcos de lentes y gafas.
Aunque hay que decir que antes del mencionado bombardero, la infraestructura venía siendo seriamente averiada y alterada por el creciente número de emprendedores que buscaban avivarse en el lugar, haciendo posible una ratonera de negocios. Fueron tantos los locales que se construyeron en el espacio subterráneo que los cimientos se fueron debilitando, de tal manera, que la construcción podía irse al traste. Así que fue afortunado el bombardeo pues evitó que se viniera al suelo el inmueble y causara una tragedia. Hoy se ha convertido en basurero, nido de extraños personajes y escondrijo de ratas.
Pero lo que se transformado en un depósito de basuras y el símbolo de la ineficiencia, corre el riesgo de llegar a su fin. No hay que dar crédito a las malas lenguas y a los que viven a la caza de cualquier defecto para armar el cuchicheo, el chisme y hasta el escarnio. Según se entiende, y, lo que es evidente, es que los primeros brotes verdes que se pueden ver en a la altura del segundo piso, no son algo casual, ni espontaneo de la naturaleza, pues tienen otro germen, es decir que ya se ha puesto manos al asunto y, se ha comenzado a erigir una granja agrícola.
Claro que mencionar una granja agrícola, necesita una aclaración, pues ésta es un sector de tierra, dedicado exclusivamente a procesos agrícolas, mientras que en el caso presente no se trata de una porción de tierra, sino en cierto modo de una terraza, cuyo objetivo no es otro que la producción de suministros. Así se puede ver desde las cuatro calles que encierran el centro, el verde de la vegetación, que da aliento a la mirada y, que permite pensar que en la ciudad no hay modorra, tampoco abandono. Ante nuestros ojos se puede ver una unidad para producir primorosas hierbas.
Sin embargo, hay que advertir de los sembrados, que se han hecho en el centro comercial están llamados a crear una imagen distinta de la ciudad. De ahí se deduce, que las ruinas del Centro Comercial Anarcos prometen ser un jardín colgante, el cual posiblemente será el lugar de reposo, para todo género de pequeños animales tales como runchos, armadillos y, es deseable, que el pequeño bosquecillo sea el refugio de todo género de roedores, zarigüeyas y tal vez palomas, para observación de los turistas.