En días pasados tuve la oportunidad de ver un programa de televisión de investigación periodística donde se tocó en estilo crónica el tema de la terapia con células madre. Al final concluyó dos cosas: la primera, que hay gente inescrupulosa buscando lucrarse con la angustia y el dolor de un padre y una madre que quieren ver a su hijo sanarse de un complicado estado de salud, vendiéndole tratamientos costosos y promesas inalcanzables, desafortunadamente hay mucho charlatán y en eso estamos de acuerdo; la segunda conclusión fue que la utilización de células madre no sirve para nada y que los médicos que la practican son estafadores. Nada más herrado. Quiero pensar que es una conclusión apresurada, generada por algo de confusión de términos y definiciones o en su defecto por mala información.
Por eso me parece prudente que aclaremos la diferencia entre células madre y terapia con células madre, también conocida como terapia celular.
Cuando hablamos de células madre, nos referimos a las células que son capaces de formar un órgano o un ser vivo completo. ¿Cómo sucede esto? A los pocos días de la fecundación (unión de óvulo con espermatozoide) se da origen a una estructura embrionaria que se conoce con el nombre de morula —se le ha dado este nombre por su parecido a una mora—, esta estructura y las subsiguientes divisiones que experimenta durante la gestación hasta que se forma el feto
están literalmente tapizadas de células madre y serán las que den origen a los diferentes órganos y estructuras del cuerpo humano o animal.
Estas células hasta aquí formadas se llamarán células madre embrionarias, pero una vez se desarrollan y se convierten en órganos como el hígado, el riñón o el corazón dando origen al feto se llamarán células madre adultas. Reciben este nombre inclusive antes de que el feto nazca lo cual quiere decir que se llamarán adultas no porque correspondan a un organismo adulto o por lo viejas que puedan ser sino por que ya se multiplicaron y se diferenciaron formando un órgano; luego es válido decir que un bebé recién nacido ya no tiene células madre embrionarias sino que tiene células madre adultas.
Entonces, ¿en qué consiste la terapia celular con células madre?
Es la aplicación intramuscular, intraarticular o intramesenquimal (directamente dentro del órgano a tratar: por ejemplo, dentro del hígado, riñón etc.) de células madre adultas con el fin de revitalizar un órgano específico o mejorar una función determinada que por efecto de enfermedades crónicas, microorganismos o incluso el paso del tiempo se ha deteriorado. También se utilizan para estimular o modular las defensas del organismo.
Para lograr esto se utilizan células madre adultas, es decir de embriones ya formados (por eso también son llamadas embrionarias y de ahí la confusión) extraídas de cordero merino procesadas y alistadas de manera que sean compatibles con el ser humano para que una vez implantadas o lleguen al órgano a tratar puedan producir resultados terapéuticos importantes. Estas células son obtenidas bajo rigurosos controles de calidad en Alemania y Suiza.
Esta técnica fue descubierta en Suiza y posteriormente perfeccionada en Alemania por el doctor Paul Niehans en el año de 1931 cuando uno de sus colegas le pidió ayuda para el manejo de una paciente que durante la cirugía de tiroides por accidente se habían lesionado las paratiroides y estaba sufriendo de frecuentes convulsiones seguidas de fuertes dolores de cabeza. Utilizando una aguja de grueso calibre Niehans inyectó un preparado de células de paratiroides obtenidas previamente de un becerro. El completo éxito de esta terapia hizo que el doctor Niehans abandonara poco a poco la práctica de implantar quirúrgicamente glándulas intactas enteras para sólo aplicar implantes a través de inyecciones.
En 1937 animado por el gran neurocirujano y neuroendocrinólogo el doctor Cushing, Niehans implantó por primera vez células cerebrales principalmente de hipotálamo e hipófisis; a partir de 1948 el sistema terapéutico se amplió a riñón hígado, bazo, páncreas, corazón, estómago etc.
En 1949 surgieron las primeras células liofilizadas, es decir congeladas y secadas al vacío, con las que entre otros fue tratado con gran éxito el papa Pío XII en el Vaticano.
Pero ya antes en 1912 el premio novel de medicina Alexis Carrel había podido comprobar el efecto revitalizante de células jóvenes implantadas sobre una población de células viejas y degeneradas. El mismo Carrel dijo: “La esperanza de la humanidad se fundamenta en la prevención de enfermedades de generativas y no en el alivio de los síntomas”.
No tiene nada de raro y aunque la historia no lo menciona, que a Carrel a Cushing y al mismo Niehans los hayan podido tratar también de charlatanes y estafadores. Pero no creo, ¡el Vaticano sabe muy bien en que se gasta sus Euros!