En muchos colegios públicos sigue siendo costumbre llevar a los estudiantes a misa el miércoles de ceniza o hacer actos religiosos en el marco de esta fecha. Esta tradición se ancla a los inicios mismos de la educación pública, cuando la Constitución de 1886 establecía que la religión católica era la que debía ser promovida, enseñada y privilegiada en las escuelas y colegios públicos. De hecho, bajo esa Constitución se formaron las profesoras de la mayoría de los adultos del presente y eso influyó en el hecho de que las escuelas públicas colombianas sean muy proclives al catolicismo, más aún que muchas otras en Latinoamérica.
El asunto de la religión en las instituciones educativas públicas está señalado en diferentes normas, pero es poco conocido. El artículo 68 de la Constitución establece que la clase de religión no podrá ser obligatoria. Luego, la Ley 115 de 1994 la lista dentro de las áreas obligatorias y fundamentales, aunque explica en un parágrafo que no puede ser obligatoria. Después, el Decreto 4500 de 2006 suma más elementos contradictorios al permitir que los estudiantes se puedan exonerar de la clase de religión por medio de un plan alterno —que los colegios ni saben que deben tener—, pedir que los docentes de religión estén avalados por una institución eclesiástica, pero también que los chicos no sean adoctrinados en un credo particular. Todo esto en la práctica es un enorme galimatías.
Antes de la emisión del Decreto 4500 de 2006 hubo un fuerte lobby de la Conferencia Episcopal Colombiana para que se mantuviera la educación religiosa. Este decreto que pide formación religiosa propende a que sea el catolicismo la religión que en últimas termine favoreciéndose, ya que la mayoría de los centros universitarios que dan alguna licenciatura en religión son de orientación católica. Sin embargo, cabe señalar que el mencionado decreto pide que la educación religiosa no debe incluir proselitismo religioso.
Los estudios más claros sobre la forma como se aborda la religión en los colegios públicos provienen de los trabajos del docente e investigador William Mauricio Beltrán Cely. Según una investigación del año 2010, se encontró que 39,4% de los profesores del área de religión en el sector público revelaron que la educación religiosa en sus colegios es de carácter confesional.
El mismo estudio muestra que el panorama religioso es cada vez diverso. En términos generales, la mayoría de los estudiantes se autodenominaron católicos (81,2%), seguidos por evangélicos (6,6%) y adventistas (4,5%). Otros grupos como mormones, testigos de Jehová también se encuentran en porcentajes bajos. Pero no todos los estudiantes se dicen autodenominan creyentes. Hay un número constante de no religiosos que se autodenominan ateos.
Como dato relevante se tiene que a aproximadamente el 25% de los estudiantes ateos y el 15% de los creyentes no católicos manifestaron que sus docentes de religión mostraban preferencia por los estudiantes de su mismo credo, que eran en su mayoría católicos (81,2%), seguidos por evangélicos (6,6%) y adventistas (4,5%).
El que cerca del 40% de los colegios públicos tengan una orientación confesional particular es una cifra alta para una ciudad como Bogotá, pero más preocupante es que varios docentes que están en pueblos y en zona rural narran que en allí la educación sigue siendo católica y el término de “escuela laica” no suena para nada.
Además del elemento de la religión como asignatura, se encuentra el de la identificación y favorecimiento de una religión en la simbología y actos propios de la escuela. Aún son muchas las escuelas que mantienen imágenes católicas de la Virgen, El Divino Niño o crucifijos, elementos que identifican a una institución y la matriculan con el catolicismo. En colegios donde hay estudiantes y docentes que son de otros credos cristianos, testigos de Jehová, mormones, agnósticos, ateos, budistas y espiritualidades indígenas resulta inapropiado que una institución oficial se identifique con los símbolos de una religión en particular.
Es por esto que rezar el rosario, celebrar misas y el miércoles de ceniza en las instituciones educativas oficiales no debería hacerse. Dejando a los padres de los niños que sean ellos quienes los lleven a los ritos propios de su religión, o que los dejen sin ellos, en caso de que así lo prefieran. Mal queda que algo tan del fuero personal como las creencias religiosas sean inculcadas de manera masiva a todos los estudiantes.
Algunos docentes y padres han respondido que estas misas deberían realizarse dando la opción de que se retiren los estudiantes no católicos y los ateos. Sin embargo, cabe preguntarse si realizar elementos que promuevan separar a un grupo de estudiantes, resaltar su condición de minoría sea lo más adecuado en un espacio que debe ser para fomentar la unión de todos los ciudadanos. Sospecho que muchos padres de niños católicos se molestarían si el rito que se llevara a cabo en las escuelas fuera el de un grupo religioso minoritario y sus niños se quedaran relegados.
En diferentes fallos de la Corte Constitucional se ha resaltado el hecho que “la neutralidad estatal en materia religiosa es contraria a la actividad de patrocinio o promoción estatal de alguna religión”, así como que “las actividades que desarrolle el Estado en relación con la religión deben tener como único fin el establecer los elementos jurídicos y fácticos que garanticen la libertad de conciencia, religión y culto de las personas, sin que se encuentre fundamento legítimo para que las funciones públicas se mezclen con las que son propias de las instituciones religiosas, siendo ejemplo de estas últimas las que atienden a la definición de su ideología, su promoción y difusión. Contrario sensu, no puede ser el papel del Estado promocionar, patrocinar, impulsar, favorecer o realizar cualquier actividad de incentivo respecto de cualquier confesión religiosa que se practique en su territorio”.
En aras de la diversidad y pluralidad es necesario que las entidades públicas dejen la religión como un elemento del fuero personal, mientras que las instituciones públicas, entendidas como dirigidas al servicio de todos los ciudadanos, se mantengan neutrales frente a cualquier religión sin favoritismos. Esperemos que las escuelas públicas sean cada vez más laicas.
Para información sobre educación y laicidad ver el capítulo 7 de este informe.