Llegó diciembre con su alegría... y con sus tiranías y frustraciones.
Una de las principales características del capitalismo es que se apodera de todas las actividades humanas, las vacía de contenido y las devuelve a la sociedad convertidas en fuentes de ansiedad, deseos de consumir y la terrible sensación de escasez y minusvalía cuando no podemos satisfacer las falsas necesidades creadas por la publicidad.
Basta ver cómo se aumentan por estas fechas las llamativas propagandas con que son bombardeados a diario niños y niñas en los canales y programas infantiles: miles de juguetes desfilan entre un corto segmento de programa y otro, antojándoles de ser poseedores de tanta “maravilla”. He visto el poder hipnótico que ejercen estos períodos de publicidad en pequeños y pequeñas. Para colmo, la industria del juguete es una de las más ideologizadas y sexistas y sigue ofreciendo juguetes que hacen que las niñas deseen ser delgadas y rubias modelos o amas de casa y madres perfectas. Por su parte, los niños reciben una oferta que los lleva a aprender a hacer la guerra, o conductores “rápidos y furiosos”, o constructores de imperios, pero no a cuidar la vida en la cotidianidad.
Y aunque sea el segmento infantil el principal objetivo de la publicidad decembrina, hay disparos para todos lados: marcas de ropa, perfumería, nuevos modelos de teléfonos celulares, tablets, computadores y electrodomésticos, planes de viajes desfilan por todas las pantallas y canales de comunicación posibles, instalando el principal dispositivo para mover el consumo: a escasez.
Si te sientes incompleto o incompleta, es muy probable que intentes llenar los vacíos con los productos que a diario te están mostrando cómo hay otro estilo de vida, donde todo es belleza, alegría, glamur, pero tú no tienes estilo si no compras y usas ese tipo de productos.
Ante esto, muchas personas reaccionan odiando la Navidad, lo que es de nuevo censurado y medicalizado, pues ya la psicología se inventó el nombre de un síndrome para hacer sentir que tienen la culpa quienes no encajan en la mayor época de consumo del año.
Hay canciones populares que hablan de que “el que inventó la Navidad no estaba solo”, o terribles villancicos que además de volverse himnos a la escasez y la desigualdad, culpan a quienes no tienen para consumir, como la desalmada madre que le dice al niño “será que tú hiciste algo malo”, para justificar al ausencia de regalo del “Niño Dios”.
La buena noticia es que hay miles de posibilidades de celebrar y gozar sin caer en el consumismo, ni en el sentimiento de escasez. A veces, de los momentos de crisis aguda en la salud o en la economía, surgen otras perspectivas que nos devuelven al sentido original de las cosas o nos hacen pensar más allá de lo socialmente impuesto y construir nuevas relaciones. Aquí van varias que he ensayado con mi familia y amistades y nos han hecho pasar los fines de año más divertidos y menos angustiantes:
1. El año del usado: No se vale comprar regalos, sino elegir entre las cosas cotidianas que usamos y regalarlas a los y las demás. Ese año fuimos felices, porque recibimos libros con las marcas de quien lo había leído, objetos llenos de significado por haber acompañado trayectos de vida de los demás miembros de la familia: la lamparita, la chalina, el rascador de espalda, todo tenía significado.
2. El año del hecho con tus manos: No se vale comprar regalos, sino regalar algo hecho con tus manos. No tienen disculpa las personas que no saben manualidades. Aunque circularon bellas manualidades hechas en lana, piedra y vidrios, también circularon masajes, arreglos de uñas, recetas de cocina y organización de cuartos y rincones.
3. El año de homenaje: No se vale comprar regalos. Con lista en mano, cada cual saca el nombre de otra persona (al estilo de amig@ secret@) y se dedica a hacerle un homenaje: le escribe un texto, le dedica canciones, le arma un álbum, o un power point, le hace versos y trovas, le hace mímica, en fin: no hay límite para la creatividad. Al final cada persona se ve reflejada en la mirada generosa de otra y se sabe querida y respetada.
4. El mapa de la prosperidad: En vez de intercambiar regalos, intercambiamos deseos: armamos una cartelerita con un collage de nuestros deseos para el año que viene con letreros e imágenes de revistas. Como estamos en círculo, puedo recortar algo para otra persona o ayudar a buscar lo que la otra persona está deseando. Pegamos armónicamente nuestros deseos y al final rotamos todos los collages por todas las manos para que se impregnen del amor y las buenas energías del resto y recordar que todo es más fácil en colectivo.
5. Que florezcan mil rituales: Hemos hecho rituales con agua, con árboles, con siembra de semillas, con fotografías y estoy segura que cada familia, pareja y persona tiene símbolos que puede retomar para conectarse con el sentido profundo de estar en este mundo, compartiendo con personas llenas de maravillas, de posibilidades y aprendizajes, llenas de creatividad, que por ningún motivo podemos dejarnos arrebatar la alegría, la esperanza y la convicción de la abundancia: tenemos millones de glóbulos, de ideas, de sueños, de amigos y amigas, que no se pueden comprar en ningún centro comercial. Así que pobres los que creen que las compras les van a resolver la felicidad.