En noviembre de 2022, OpenAI lanzó al público su modelo de lenguaje, GPT, marcando un antes y un después en la inteligencia artificial y, definitivamente, un punto de inflexión en nuestras vidas.
Dos años después, esta tecnología, aún en sus inicios, no solo transforma la manera en que interactuamos con el mundo digital, sino que también está impactando profundamente sectores clave como la educación, la salud y las empresas, los medios de comunicación, redefiniendo nuestros roles humanos.
Decenas de miles de aplicaciones han aparecido y no damos abasto con los usos posibles en los más variados ámbitos de la vida social, cultural y económica. En contrapunto, frente al enorme potencial de la tecnología, también están sobre la mesa los riesgos y los dilemas éticos.
Y, triste decirlo, los colombianos por fuera de la posibilidad de arañar sus posibilidades porque, simplemente, no acceden a internet.
Recuerdo la primera vez que probé GPT: su capacidad para comprender y generar texto me dejó asombrado. Como muchos, lo traté, al comienzo, como oráculo (“Dígame cómo ve la situación política de Colombia” ) o, maravillado, pidiéndole trivialidades como la de una breve historia de palabras que comenzaran con “p” (“perros persiguen patos por pantanos; pierden pisadas, perseveran pacientemente…”). Sin embargo, al cabo del tiempo, como alguien involucrado en un mundo de pequeñas y medianas empresas, resulta fascinante su potencial para optimizar procesos, desde la atención al cliente, el marketing hasta la gestión de inventarios, entre tantos campos de aplicación.
En el mundo de pequeñas y medianas empresas resulta fascinante su potencial para optimizar procesos, desde la atención al cliente, el marketing hasta la gestión de inventarios
Es claro que su impacto va mucho más allá del mundo empresarial, extendiéndose a la forma en que aprendemos, cuidamos de nuestra salud y enfrentamos los más variados desafíos sociales.
En estos dos primeros años, GPT y otros modelos similares han sido herramientas clave para democratizar el acceso a la inteligencia artificial. En educación, por ejemplo, permite personalizar el aprendizaje, apoyar a los estudiantes en desarrollar habilidades críticas y facilitar la creación de materiales didácticos. En salud, se está explorando su uso para mejorar la comunicación entre médicos y pacientes, optimizar la gestión hospitalaria, generar contenido educativo preventivo y apoyar investigaciones científicas, además de jugar un papel crucial en el desarrollo farmacéutico.
En el mundo empresarial, (basta una breve incursión en linkedin) podemos presenciar cómo pequeñas y medianas empresas en Colombia han comenzado a aprovechar herramientas basadas en los modelos de inteligencia artificial generativa para automatizar procesos, crear estrategias de marketing y mejorar su eficiencia operativa. La inteligencia artificial ya no es un concepto lejano; se está integrando en la vida cotidiana, transformando, de manera silenciosa y veloz, sectores completos.
A pesar de los avances, en Colombia enfrentamos desafíos importantes. La última Encuesta de Calidad de Vida del DANE contiene algunas noticias desalentadoras. Una ilustrativa: en 2023, el 40% de la población en “centros poblados y rural disperso” no accedió a internet desde ningún tipo de dispositivo. No hablamos solo del Putumayo, en el que el 54 % de la población rural carece de acceso. En Bogotá DC, también hay “rural disperso” : 21 % de los habitantes no tienen conectividad.
Esta brecha no solo excluye a quienes viven en estas áreas, sino también a segmentos como los adultos mayores y muchas escuelas rurales, que no tienen acceso a las tecnologías necesarias para aprovechar la inteligencia artificial.
La corrupción, orquestada por “empresarios” como el infaltable Tapias, con el apoyo de algunos funcionarios públicos (imposible olvidar el proyecto de conectividad de la Unión Temporal Centros Poblados), sigue retrasando el progreso del país en este ámbito.
Imaginemos un futuro en el que estudiantes rurales utilicen modelos como GPT para aprender a su propio ritmo, con emprendedores que creen negocios sostenibles en sus comunidades y en el que médicos en áreas remotas accedan a información precisa en tiempo real para atender mejor a sus pacientes. Es un sueño alcanzable solo si hay acción colectiva y compromiso público – privado.
Con grandes oportunidades vienen grandes responsabilidades. La llegada de GPT plantea preguntas cruciales: ¿cómo aseguramos que esta tecnología no se use para desinformar o perpetuar desigualdades? ¿Qué haremos frente al posible desplazamiento de empleos? En educación, por ejemplo, ¿cómo prevenimos que los estudiantes dependan excesivamente de la IA y pierdan habilidades críticas? ¿Cuáles son los nuevos roles de los docentes? ¿Cómo formar el talento humano para las nuevas oportunidades laborales? Son preguntas que debemos abordar como sociedad, estableciendo marcos éticos, normas claras y políticas audaces.
Estos dos años de GPT son solo el comienzo. Estoy convencido de que el verdadero cambio ocurre cuando se unen innovación y propósito. Si trabajamos juntos, podemos garantizar que herramientas como GPT no solo sean accesibles, sino también relevantes y transformadoras para todos los colombianos.
GPT y toda una generación de modelos y plataformas (Gemini, Claude, Mistral, Llama…) nos han demostrado que la tecnología puede ser un motor de cambio en múltiples campos. Pero su verdadero potencial se realiza cuando la usamos con el compromiso de inclusión.