El fútbol siempre ha entornado una estrecha relación con las emociones, la desenfrenada pasión, el jubilo de los espectadores; nacionalismo representado en el apoyo de onces sujetos quienes se baten durante noventa minutos contra otros con la misma cantidad de individuos, para finalmente darse un sólo ganador, o en la mayoría de los casos, una igualdad. El auge del tema se ha dado gracias a la llegada del Mundial del Fútbol, realizado cada cuatro años desde el año de 1939 –Uruguay-; realizado actualmente en Brasil (2014). A pesar de las manifestaciones hechas por la población en contra del evento -denunciando el despilfarro económico para la realización del encuentro-, el campeonato dio inicio el 12 de Junio, enfrentándose el país anfitrión con la selección de Croacia. Los partidos se dieron en completo orden, asimismo las celebraciones; hasta el 14 de Junio, día donde el equipo colombiano debutó contra los representantes de Grecia, venciendo tres a cero. Triunfo que fue la excusa para el comportamiento negativo de algunos fanáticos en la capital del país, Bogotá.
Finalizado el enfrentamiento, cientos de fanáticos se lanzaron a las calles de la ciudad para festejar la victoria; los cantos, el sonido de las «vuvuzelas», el bullicio hecho por los automóviles, entre otras, fueron las pronunciaciones del 14 de junio. Mientras algunos llevaban a cabo acciones en beneficio de una celebración en paz, otros se dedicaron a agredir la propiedad privada de varias personas ajenas a la euforia; transeúntes recibidos por la aglomeración de sujetos acompañados de elementos que provocaron molestias, dando paso a la riñas por la intolerancia de los afectados y el atrevimiento de los pocos modestos. Vale resaltar el consumo de alcohol como el acompañante de la jornada, acto que no presagiaba buenos resultados para el orden de la capital. Así se confirmó, cuando el 15 de Junio, los medios de información fueron inundados por las cifras arrojadas por las autoridades de control: nueve muertos, quince heridos y cientos de riñas –aún se encuentran en investigación las causa de los acontecimientos, aunque muchas de ellas tienden a apuntar a las manifestaciones del pasado sábado (14 de Junio del 2014)-; secuelas de una celebración constituida por la tradición de una población arraigada a los actos del pasado.
Después de lo sucedido, surge la duda que si en verdad la población colombiana no está preparada para afrontar las exaltaciones que conlleva participar en un Mundial de Fútbol, o tan sólo estaremos presenciado un reflejo de la actualidad, donde las personas son un simple vehículo de destrucción, ayudadas por la falta de educación, salud y estabilidad económica, radicadas en el desamparo de los entes gubernamentales. Paradójicamente el consumo desproporcionado del alcohol también es una de la causas del mal comportamiento, financiado por los consumidores sin recelo alguno; entonces una de las desventajas para muchos no es el asunto monetario, sino la falta de conciencia social; de insensatez con la integridad de los individuos que los rodean, asimismo, irrespeto por su propia existencia. Los contratiempos que relacionan a los fanáticos del balón pie, tiende a hacer una problemática latente, citando como ejemplo las riñas múltiples dadas el 9 de mayo del 2014 en la ciudad de Bogotá, que tuvo como escenario las instalaciones del «transmilenio» -servicio de trasporte público. Ejemplo que sobrepasa toda compostura de lo correcto, incensada por el anhelo de la identidad personificada en el color de una camiseta.
Incontables medidas ha tomado el gobierno para dar cese a los percances involucrados con la falta de respeto entre los individuos de la población, desde la cancelación de encuentros deportivos hasta impedir la asistencia de los fanáticos a las fechas –partidos de fútbol-; esfuerzos que aún no han dado resultados favorables, así lo argumenta el incremento de victimas a causa de disimilitudes ideológicas en la diferentes ciudades de Colombia. Se podría decir que no sólo es un problema del país, sino de todo lugar en donde se juegue al fútbol. Señalar como victimario el deporte mismo es desenfocar la raíz de la cuestión; de quien dirige la puesta escénica; el ventrílocuo de los actos inexcusables; el guionista de los intolerantes, si bien la falta de conciencia llega a ser una razón potencial; la falta de acompañamiento de las entidades, es el causante de la desolación emocional entre los individuos que buscan el desahogo mediante acciones incorrectas. Episodios que son la muestra de una ignorancia comprendida como humanidad, y una ausencia cultural entendida como una situación ajena a las problemáticas de la actual sociedad.
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