Hace 17 años llegó a Caucasia José Antonio Cavalcante. Se había hecho rico en Serra Pelada, el pueblo de Brasil donde nació, en el estado de Para. Desde 1983 explotó una mina que le dio 13 toneladas de oro. Con la plata que tenía se vino para Colombia. En su momento de máximo esplendor, 2007, llegó a manejar 16 dragas que tenía en Caucasia, Barbacoas, el río Sambingo en el Cauca y, por su puesto, en el Bagre. Cavalcante no llegó solo, lo acompañaba su socio, José Aroudo Sousa
Las dragas son monstruos donde flotan grupos de más de 30 personas que usan indiscriminadamente mercurio, arruinan los ríos, envenenan niño y secan todo lo que toca. Se cree que en dos décadas de que sus máquinas estén encendidas en el Bajo Cauca se han llevado cerca de 5.000 hectáreas de bosque, el mismo tamaño de una ciudad.
Hizo pactos con todos los grupos. A finales de la primera década del siglo, cuando las Autodefensas Unidas de Colombia se habían fragmentado en mil pedazos, uno de los reductos, los Usuga, la primera semilla del clan del golfo, fueron financiados por Cavalcante. En esa época ya vivía en un palacio en Istmina, uno de los lugares de Colombia más devastados por la coca, construyó una casa con piscina de 1.700 millones de pesos, precio del 2011.
En el 2012 se comprobó que intentó sobornar a un funcionario de la Corporación Autónoma Regional para Desarrollo Sostenible del Chocó, llamado Álvaro Cuesta Samacá, para que no le decomisara la chocoana, la draga más grande que tenía el brasilero. Le ofreció $ 65 millones de pesos. Por esa época Cavalvante y su socio, José Aroudo Souza, hacían una verdadera fortuna. Aunque apoyaban grupos paramilitares para cuidarles las espaldas y contaminaban ríos con mercurio, crearon una comercializadora llamada La Reina, por la que intentaron hacerse pasar por prósperos y honestos comerciantes. Fueron años felices que concretaron con fiestas pantagruélicas en sus palacetes donde se hacían kilométricas rayas de coca mientras cantaban reconocidos artistas de la música popular.
Pero los músicos no eran los únicos que cobraban. También estaban los que cuidaban sus dragas. Había mucho que cuidar. Al mes extraían 20 kilos al mes, que llegaban a vender 2.000 millones de pesos, que, al peso de hoy, sería el doble. Con eso les pagaba a grupos como Los Usuga, el ELN y el grupo Resistencia Cimarrón. La justicia empezó a perseguirlo por contaminar ríos y por financiar grupos paramilitares. En el 2016 lo detuvieron por los delitos de concierto para delinquir, daño de recursos naturales y violación de fronteras para protección de recursos. Con él cayó su socio Soares.
Aunque lleva siete años detenido Cavalcante sigue moviendo los hilos de la violencia en el Bajo Cauca. La estructura de sus dragas siguen incólumes y se afirma que sigue mandando dinero a los grupos que hoy han reemplazado a los antiguos. La disputa territorial hoy está sembrada entre Gonzalito y el negro Cristian. El caos es tan absoluto en medio del paro minero que ya hay hambre. Un plátano cuesta 2.000 pesos. Un mazo de cilantro que valía 5 mil está en 20 mil y el bulto de cebolla vale 100 mil pesos. El bajo Cauca extrae el 79% del oro que se explota en Antioquia. El auge del oro, que alcanzó un precio record en el 2019, 1.730 dólares la onza, disparó la avaricia de los grupos armados y de sangrientos aventureros como Cavalcante. Sus dragas ardiendo es la excusa que han tenido los grupos que ha financiado para desatar el terror que soportan cerca de 400 mil personas encerradas en los Zaragoza, Nechí, Remedios, el Bagre y Segovia.