Ya casi no quedan palabras con las que se pueda construir un titular lo suficientemente llamativo para impedir que el desprevenido lector o lectora caiga en la trampa de la indignante naturalización de la violencia, con la que profesionales de la comunicación, independientes o adscritos a los medios afines al actual gobierno de Colombia, tratan de disimular el dantesco baño de sangre y cadáveres con el que se cubre casi que a diario el territorio del Cauca.
Si bien es cierto que es imposible detener el impresionante flujo de noticias con el que los medios tradicionales y las redes sociales inundan los sentidos y atención de sociedades como la colombiana, también lo es el hecho documentado de la indecente manipulación que hacen alrededor del flujo noticioso quienes detentan el poder político-económico e informativo con el propósito de generar y centrar la opinión pública alrededor de asuntos de su interés, desechando u ocultando toda aquella información que desnude su ineficiencia, sus yerros, sus abusos o sus delitos.
No obstante la gran dificultad que tiene el ejercicio de ponerse en contra de las tendencias noticiosas que dominan el diario acontecer del colombiano promedio y de los riesgos que tal ejercicio ocasiona, es un imperativo social, pero sobre todo ético, insistir una y otra vez en la denuncia alrededor de las deplorables condiciones de vida que padecen millones de colombianas y de la terrible violencia de la que son sujetos día tras día. En este mismo orden de ideas, también es una obligación moral la exigencia a mandatarias y mandatarios de todos los niveles del gobierno para que, de una vez por todas, asuman su liderazgo y presten su voz, pero sobre todo sus oficios, para reclamar de una vez por todas, del gobierno nacional, la atención y solución a este baño de sangre y cadáveres que padece el departamento del Cauca.
Reiterando lo escrito, lo que al parecer es lo único que algunos podemos hacer, el suscrito ya había planteado tiempo atrás su absoluta convicción de que los actos simbólicos, los consejos de seguridad y echarle la culpa solo al narcotráfico, a los líos de faldas o a los ajustes entre delincuentes, lo mismo que el aumento de pie de fuerza o la fumigación con glifosato, ya no es suficiente para convencer a una sociedad que ya no confía ni en sus gobernantes, ni mucho menos en su fuerza pública.
Se insiste en que no basta con poner banderitas del color que sean, hacer anuncios y declaraciones sentidas, lo que se requiere es el llamamiento urgente a una movilización social que presione a los gobiernos locales y al actual gobernador del Cauca a liderar el digno reclamo de la caucanidad de verdad frente a un gobierno nacional, ineficaz, indolente e inhumano que lo único que ofrece es más de lo mismo.
Como los titulares y las palabras ya se leen y se oyen a lo mismo, se les invita a echar una ojeada a las escalofriantes cifras de asesinatos individuales y de masacres que reflejan el baño de sangre que cubre el territorio del Cauca, a ver, si de pronto, los números que contabilizan la carnicería que azota a la comunidad caucana nos despiertan de la anestesia del fútbol, el ciclismo o los juegos olímpicos.
[1] Informe de Masacres en Colombia durante el 2020 y 2021 – Indepaz
[2] Líderes sociales, defensores de DD. HH. y firmantes de acuerdo asesinados en 2021 – Indepaz