Cauca, la tierra del olvido

Cauca, la tierra del olvido

"Vivir en este departamento se ha vuelto un acto de resistencia, terquedad, ansiedad, duda, desasosiego o terror"

Por: omar orlando tovar troches
noviembre 03, 2020
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Cauca, la tierra del olvido
Foto: Las2orillas

Habitar en el departamento del Cauca, situado al suroccidente de Colombia, más que una apuesta por la esperanza, la prosperidad, la alegría, el amor o la vida, se ha vuelto un acto de resistencia, de terquedad, de ansiedad, de duda, de desasosiego o de terror, porque esta tierra, con suficiente riqueza y espacio para todos, desde la conquista se volvió la tierra del olvido.

Con el triste ascenso del neofascismo criollo en cabeza de la ideología de la mal llamada seguridad democrática, continuación degradada del liberalismo económico que ha dominado los destinos de la tierra del Sagrado Corazón de Jesús desde que se llama Colombia, las buenas gentes del Cauca, salvo algunos despistados que se autorreconocen como blancos descendientes de español, son la inmensa mayoría que ha sufrido los constantes y cada vez más escalofriantes hechos de intolerancia, violencia y barbarie producidos por veinte años de uribismo en el poder.

Ahora, durante el gobierno (si es que salir en televisión todos los días se puede asimilar como gobernar) del señor Iván Duque, los espeluznantes hechos de violencia han aumentado tanto la ocurrencia como su nivel de atrocidad. Los caucanos esperan cada día, con temerosa resignación, la noticia de un nuevo asesinato o de una nueva masacre.

De nada está sirviendo haber elegido a un negro como gobernador de un departamento caracterizado por ser pluriétnico y multicultural, ante la atroz realidad de un territorio en el que los ataques a los negros a los indios, a los campesinos, los jóvenes y las mujeres que reclaman del gobierno nacional un orden más justo e inclusivo que les permita coexistir dignamente en esta rica tierra se han convertido en práctica corriente de los señores y señoras de la guerra, quienes, desde sus blancos nichos de racismo, intransigencia y exclusión, señalan sin pudor alguno como delincuentes terroristas y merecedores de la pena capital a todos aquellos que osen levantar su voz para protestar o reclamar del gobierno, el derecho a vivir dignamente.

Ya en el colmo de la insensibilidad, el gobierno de Duque, en voz de su fatuo consejero de paz, ha tenido la grosería de señalar como “politiquera” la reciente caravana humanitaria al valle del Micay, que pretende acompañar pero sobre todo visibilizar los horrores acaecidos en este pedazo del Cauca, en el que la ausencia de Estado le ha permitido a los otros señores de la guerra (los armados) tomar posesión de territorio y vidas. Tal y como lo hizo con la descalificación de la reciente Minga Social del Sur-Occidente y su mal intencionado sainete de viaje al Cauca para hablar con la indiada, a sabiendas de que sus autoridades estaban en Bogotá, sede del gobierno que dice representar; el obtuso consejero de paz continúa propiciando, con sus necedades, que el clima de violencia y horror que padecen los caucanos se siga agudizando.

Acá en el Cauca, seguimos esperando que alguna vez, así sea por afortunada equivocación, algún gobierno tome en cuenta al Cauca, no solo para ver cómo le siguen saqueando sus recursos o cómo siguen acrecentando la riqueza de los terratenientes del mar verde de la caña de azúcar, la palma, el oro, el coltán, el petróleo o las drogas ilícitas, sino para invertir en las inmensas posibilidades humanas y ambientales que posee esta tierra donde nacen los dos ríos más importantes de Colombia y que tiene en la diversidad de sus gentes, el más valiosos tesoro.

Mientras tanto, seguiremos resueltos a seguir denunciando el eterno abandono, el consuetudinario saqueo, la acostumbrada exclusión, el reiterado racismo, la repetida violencia y ahora último, el asiduo terror, al que nos han sometido los gobiernos de siempre y recientemente, con más ferocidad, el uribismo; la versión colombiana del Duce y de Franco.

Aún en medio de las nebulosas de los partidos tradicionales, el inconsciente colectivo del Cauca aspiraría a uno que otro episodio de buen gobierno que le permitiera salir de este marasmo de miedo y pesadumbre en el que ha estado sumergido desde hace más de doscientos años, para dejar de ser una tierra en la que a la luna le da miedo alumbrar los caminos y al sol le da miedo el frío; dejar de ser esa tierra del olvido.

*Obvia paráfrasis de la canción: La tierra del olvido de Carlos Vives.

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