Al momento de escribir estas notas, en la vía que comunica las ciudades de Cali y Popayán, más exactamente, a la altura del pital, correspondiente al municipio de Caldono (Cauca), se presenta nuevamente un taponamiento de la Vía Panamericana.
¿Déjà vu, fallo de la Matrix… intrusión alienígena? No. Es una escena que, aunque repetida, muestra la clara y total ineptitud del uribismo en tiempos recientes, pero también del establecimiento en los últimos 500 años a la hora de darle salida a las históricas reclamaciones de los pueblos ancestrales y ahora de las comunidades afro y campesinas, eternamente manipuladas, entrampadas y engañadas por todos los gobiernos a la hora de dar respuesta a sus justas reclamaciones y peticiones, mil veces pactadas, un millón de veces traicionadas.
La reciente salida en falso de una funcionaria de segundo orden enviada al Cauca para decirle que no a las peticiones de atención de niños y niñas indígenas por parte del gobierno Duque, una vez más enciende la justificada indignación de las comunidades que históricamente abandonadas, olvidadas y masacradas ven cómo una tecnócrata de extremo centro de manera desfachatada le da un portazo en las narices a las comunidades que piden de este y todos los gobiernos su sagrado derecho de protección a la vida y la dignidad, sobre todo de sus niñas, niños y adolescentes.
Contrario al mundo de Narnia o de Wakanda que vende Iván Duque en su versión criolla de Aló Presidente, la situación de Colombia ya raya en la crisis humanitaria, además de la peste que cobra apestados y finados. Así mismo, Colombia sigue azotada por una endémica violencia que baña de sangre pueblos y veredas, especialmente de esos territorios que le apostaron a la paz y que hoy son castigados por la soberbia vengativa del extremo centroduquista por orden de los poderosos gremios y del patrón del Ubérrimo.
Las hordas consumistas de paisanos y paisanas azuzados por el dulzón discurso de solidaridad con las grandes superficies, san andresitos y demás centros comerciales, paraíso de lo importado, ahora ven angustiados que el esperado nuevo inicio de un mundo pospandémico otra vez se posterga en Colombia ante la mostrada ineficiencia del actual gobierno nacional y de algunos de sus aliados en lo local a la hora de manejar el segundo y tercer pico de contagio, plenamente advertido con suficiente antelación por autoridades sanitarias y académicos expertos, cuyas advertencias, sin embargo, fueron desoídas por gobernantes, presionado por Fenalco y demás gremios de la producción en su afán de ganancias rápidas en breve tiempo, el de diciembre.
Luego del extraño feliz año del 31 de diciembre de 2020, las gentes anhelantes de una vuelta a la normalidad, la impuesta por los gremios y la derecha, esperaban que por obra y gracia de los magos reyes la indisciplina social fomentada y promocionada por los gobiernos irresponsables no cobrara la impresionante cuota de apestados y finados, que ha desnudado por enésima vez la fragilidad del sistema de salud colombiano y el carácter mentiroso de estos gobiernos.
Y tal como en años anteriores a la peste, en los que reinaba la anhelada normalidad, los pobres que hoy son millones más, al reclamar del gobierno nacional seriedad a la hora de comunicar sus planes para evitarnos contagio y muerte, se han encontrado con un poderosísimo ejército de comunicadores y comunicadoras empecinados en hacerle creer al colombiano de a pie que la ineptitud y la desidia de este tacaño gobierno obedece a una inteligente estratagema de cautela y sagacidad. Nada más lejano a la realidad, como todo lo de Duque, estamos a expensas de la caridad internacional para lo de las vacunas y ante las desesperadas reclamaciones de la numerosa pobrecía; los funcionarios tecnócratas de extremo centro, solo responden que no.
Efectivamente, como van las cosas, el 2021 no será el nuevo comienzo, sino la reedición del 2020 y la continuación de los años anteriores de normalidad.
Adenda… y luego no nos extrañemos por las reediciones del paro nacional y/o de la minga social.