Caterva de vencejos
Opinión

Caterva de vencejos

Cartagena está sitiada —no por Morillo el pacificador— sino por una indolencia demencial que arrastra todos sus cimientos en la más profunda crisis institucional y de gobernabilidad

Por:
noviembre 11, 2017
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Cuanto se ha dicho sobre Cartagena de Indias (en el pasado impuesto) o mejor Cartagena de Negras (aunque no sea un color trágico) en la actualidad, pasa necesariamente por el rasero de todo el país: la corrupción imperante y poco vergonzante para una sociedad acostumbrada a la “cultura del tumbe” desde los espejitos del siglo XV.

Parte de mi juventud la compartí por sus calles y caminos que unen pasado y presente. Años 80 y 90 del siglo pasado fueron tránsito obligado desde una provincia en las viejas sabanas de Bolívar, desde los Montes de María en Las Piedras – Toluviejo (Sucre), hasta una deslumbrante referencia de murallas, castillos, piratas y embrujamientos en calles tan perfectas como la maldad que decían recorrer.

Pero después, cuando ya el embrujamiento de la historia había pasado. Cuando la Universidad de Cartagena me hizo crítico de lo que me rodeaba y perspicaz con lo que fluye en silencio. Aprendí a hacer varias lecturas sobre la misma Cartagena de Negras que compartía en mis rutinas andariegas de estudiante desocupado.

La distancia de los años y el paso del tiempo, me siguen orientando si de volver a sus vericuetos se trata; cada vez que vuelvo por largas jornadas o por breves días como lo que dura un polvo en las murallas, pienso que a Cartagena de Negras ya no la quieren como antes o no la queremos como deberíamos.

La actual crisis institucional y de gobernabilidad que experimenta Cartagena de Negras, antes no se había comparado en suceder: Cartagena está sitiada –no por Morillo el pacificador- sino por una indolencia demencial que arrastra todos los cimientos de lo que alguna vez fue una heroica ciudad que soñaba con ser la capital del imperio ultramarino de la Hispania conocida. Para qué contar cuantos servidores públicos y concejales están presos o en situación próxima, del último gobierno popular de la ciudad.

El panorama extractivo que embarga a todo el modelo económico que nos gobierna a la fuerza, también se impone en Cartagena. Saquémosle el jugo a todo lo que tiene Cartagena y luego, dejemos abandonado el cascarón de excrementos, pobreza y contaminación.

Un aparente dinamismo de sus principales sectores económicos como el turismo, la industria, los servicios portuarios y la construcción, no es consecuente con la redistribución de la riqueza y los altos niveles de desigualdad en Cartagena. ¿Qué está fallando entonces?

 

A unos turistas se le venden las postales multicolores con mar de fondo
y de historias mal contadas en cocheros inclementes;
a otros, el sexo en el trópico como un argumento literario de Henry Miller

 

A los turistas se le venden las postales multicolores –con mar de fondo- y de historias mal contadas en cocheros inclementes; a otros turistas se les vende sexo en el trópico como un argumento literario de Henry Miller y a otros visitantes, la ambigua burbuja de cristal que separa el lujo, de lo lujurioso y de la tragedia. Eso al final, es un coctel provocativo para cualquier pretensión de destino turístico globalizado y perversamente atractivo.

El desarrollo industrial prometido se esfumó desde hace rato y se marchó para otros vecindarios porque no fue prioridad de sus dirigentes y del gran capital que todo lo decide.

La movilidad en Cartagena está presa de una demencial forma de resolver las distancias con solo el transporte terrestre y en poco espacio dinámico y de trancones eternos.

Se alcanza a salvar del naufragio el progreso portuario y de servicios conexos que ha encontrado una manera eficiente de conectarse con el mundo comercial e instantáneo.

En el fondo del mar y de su bahía estratégica yace el desarrollo social que se le adeuda a los que habitan en los territorios del lebranche y la mariamulata.

 

La desigualdad y la pobreza en Cartagena es tanta como la subsahariana

 

La desigualdad y la pobreza en Cartagena es tanta como la subsahariana. Poco han cambiado las condiciones después de más de cinco siglos de esclavitud prolongada con sutilezas propias de un lenguaje y de una violencia sistemática. En Cartagena la pobreza –en su mayoría- está ligada a un color específico de la piel. Si se toman las trece ciudades más pobres de Colombia (2016), Cartagena de Negras es la tercera, después de Cúcuta y Montería.

Entonces encontramos no una Cartagena, sino varias Cartagena fundidas caóticamente en un zambapalo con olor a sándalo y meado, sudorosos a almizcle europeo y gringo, adobado con grajo africano y amerindio; en tonos definidos por las barreras sociales y las prevenciones que se originan en “por la maleta se conoce al pasajero”.

Coda: una consulta obligada para estos menesteres que nos entregan datos frescos y reposados sobre lo que le espera a Cartagena de Negras sino se toman los correctivos que nunca se han ensayado, se encuentran en Ayala y Meisel (2017), que pueden consultar en este enlace del Banco de la República.

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