Caterine Ibargüen le dio a Colombia una de las alegrías más grandes al país en materia deportiva, cuando se colgó la medalla de oro en salto triple en los Olímpicos de Rio 2016.
Además de su oro en Rio, Caterine supo ser la mejor de la especialidad durante muchos años. Icónicas fueron las peleas con la kazaja Rypakova y ahora con la venezolana Yulimar Rojas. Ella dominó con mano de hierro hasta que la vejez deportiva le llegó, junto con las lesiones, y mermó su rendimiento.
Ibargüen se plantó en Tokio con 37 años cumplidos, una edad ya considerable para rendir al más alto nivel en el atletismo. En cambio Yulimar, con 24 años y viniendo de ser reconocida la mejor atleta del mundo en 2020, estaba en la edad ideal para hacer lo que hizo: arrasar en la prueba con récord mundial incluído.
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Caterine estuvo muy lejos de la pelea y ni siquiera entró en las 8 que disputaron el oro. Sin embargo ella se fue feliz, con la sonrisa que siempre la caracteriza pese a saber que era su despedida del profesionalismo. "Me hubiera gustado saltar mucho más lejos pero no se pudo. Pero mi corazón está en los más alto porque estoy totalmente orgullosa del trabajo que se hizo”, dijo al finalizar la competencia.
También tuvo espacio para hablarle a sus críticos, que increíblemente los tiene por no haber estado en la disputa de una nueva medalla. Aquellos que esperan que todos los años los deportistas sean robots y no cuentan con factores como el paso del tiempo o las lesiones.
"El que tenga la delicadeza de criticarme de lo que ha sido mi resultado sé que nunca ha tenido la oportunidad de participar por un país y unos colores tan lindos como los de Colombia", dijo Ibargüen a la prensa. Aquellos que aprovechan el mal resultado de la reina del salto triple seguramente son gente envidiosa que por fin celebra su caída de lo más alto del deporte.
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