La religiosidad popular en cualquier sociedad se somete a una estratificación propia de la misma jerarquía de la Iglesia católica que heredamos a la fuerza (en nuestro caso). Por lo general, durante todo este tiempo en el que contados vaivenes dubitativos de la fe humana, lo religioso nos ha puesto a prueba frente al misticismo y a la salvación a la que nos quieren llevar en medio de la barahúnda cruel de materialidad que nos asfixia.
Recuerdo entonces que, desde una infancia rural, en medio de la espesura de la neblina del verano, fui forzado con mínimas resistencia, a prestar algo de “una devoción humana” hacia los santos protectores que nos vigilaban desde lo alto y que agenciaban cualquier gestión divina con el todopoderoso.
Imposible escaparse a esa inexorable imposición de la cultura popular y su religiosidad hermana: la veneración a un santo católico escogido por el azar del almanaque que se cruzaba con la fecha definitiva del asentamiento territorial, la fundación, refundación o enclave de vida para algunos colonos huidizos y de mala fortuna. Todos nosotros, todos, tenemos un santo católico regentando a la comunidad original de fundadores, sin importar que después hayamos torcido o enderezado el rumbo hacia el protestantismo o el ateísmo.
Fue así como los ojos de mi infancia se posaron en Catalina de Alejandría (290-308 d.c.), una santa extraña y distante que había llegado de la mano de los primeros aparceros de mala fortuna que fundaron a Las Piedras (Toluviejo Sucre) en medio de los Montes de María por allá en los finales del siglo XVIII y que procedían -la mayoría- del villorrio de Morroa (Sucre) distanciado por los pequeños valles del Pajonal, Cambimba y Pechelín.
Quizá entonces la mala fortuna de esos aparceros huidizos de Morroa coincidió con las calendas del 25 de noviembre y en ese cruce de caminos entre piedras inmensas como huevos prehistóricos abandonados por saurios fantásticos; decidieron armar rancho aparte por la fuerza de la costumbre y el peso del cansancio del andariego; se hizo Las Piedras como referencia geográfica y no mineral. Desde entonces ese pequeño territorio montemariano -ahora de Toluviejo- venera a una santa distante y extraña que poca notoriedad tiene en medio de los reflectores de la santidad comparada con aquellos santos de mayor éxito de marketing.
Cultura popular, religiosidad popular y la necesidad de reafirmar una creencia o agradecer por los favores que el todopoderoso invisible y sus santos agenciales, tienen para con una comunidad de aparceros de mala fortuna que se quedaron para siempre en los brazos de un territorio “encoñador” y tranquilo.
Volver todos los 25 de noviembre a Las Piedras-Toluviejo en los Montes de María, con el peso ligero de estos días tranquilos del posconflicto, es un hermoso reencuentro con los martirios de una santa extraña y distante, pero que la patria de la infancia enseñó a respetar y venerar sin explicaciones metafísicas y filosóficas, un poco contradictorias con el talante atribuido a Catalina de Alejandría en sus tiempos de discusiones y debates para defender sus creencias frente al paganismo de su tiempo y que terminó costándole la vida por orden del emperador Majencio (306-312 d.c.).
Parece una misma suerte que nos toca en estos tiempos aciagos de fanatismos políticos y de fundamentalismos religiosos virales, acudir a su protección como patrona de la filosofía para que interceda por quienes no caemos en esos abismos de la irracionalidad.
Santa Catalina de Alejandría es “abogada de niñas, vírgenes, casadas,
parturientas, profesores, estudiantes, filósofos y teólogos, científicos,
predicadores, oradores, escritores y poetas…”
Santa Catalina de Alejandría es “abogada de niñas, vírgenes, casadas, parturientas, profesores, estudiantes, filósofos y teólogos, científicos, predicadores, oradores, escritores y poetas, bibliotecarios, notarios y abogados, impresores de libros, molineros, alfareros, carniceros, afiladores, carreteros, curtidores y zapateros, cordeleros, hilanderos, tejedores, costureras, modistas, diseñadores de moda, sastres, comerciantes de telas, barberos y peluqueros, vendedores de tabaco.” Así lo anota Ramón Rabré (2015) en un portal web católico consultado a partir del texto "Vidas de los Santos". Tomo XIV. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD. 1916.
También “se le invoca contra las dificultades respiratorias, dolores de parto, muerte súbita, enfermedades de las articulaciones, trastornos cerebrales, dolores de cabeza y migraña, la tiña, enfermedades de la lengua, úlceras, eczemas y herpes. Además, para perseverar en la fe hasta la muerte y para encontrar a los ahogados. No en balde es uno de los catorce santos auxiliares.”
Coda: No conozco milagros dateados de Santa Catalina de Alejandría en la comarca de Las Piedras – Toluviejo a 20 kms. de Sincelejo, pero tengo la esperanza que los haga a nosotros sus hijos pecadores y obtusos, que insistimos en su veneración filosófica y de debates, antes que de ciega fe en la sinrazón