Nos encaminamos peligrosamente más hacia lo segundo que lo primero, pues lo primero es tan solo un neologismo acoplado por las circunstancias del momento y con un fin netamente político, el de atemorizar a la sociedad colombiana.
Castrochavismo no es nada menos que una frase inventada por la extrema derecha colombiana para continuar de manera anacrónica el establecimiento, con el fin de generar odio, miedo, pánico, incertidumbre y zozobra en el pueblo, burlándose a la vez del mal ajeno de nuestro país vecino Venezuela.
Con el pasar de los tiempos se ha demostrado que cada país tiene su propia historia y que depende de las decisiones tomadas en este si se alcanza una democracia, un crecimiento económico, un desarrollo integral, un auge, o si se va directamente condenado al fracaso.
Por ende, sostener que porque un político tenga ideas de izquierda, sociales demócratas o progresistas, nos convertiremos en la copia exacta de las crisis vividas en otras naciones a lo largo de la historia, no tiene cabida. En Colombia tenemos nuestros propios problemas; solo por nombrar unos cuantos; pésimo sistema de salud (incluso para los asalariados), sistema de educación muy lejano aún de altos estándares de calidad, poco acceso de los jóvenes bachilleres a las IES, desempleo, corrupción, clientelismo, sistema judicial indignante, pobreza e incluso pobreza extrema, necesidades básicas insatisfechas, desigualdad, problemas agrarios, colapso del sistema de pensiones y si continuamos la lista no terminaríamos hoy.
No seremos Venezuela simplemente porque nuestra historia es diferente, porque las necesidades de los países son pocas veces comparables, debido a las circunstancias. Toda nación debe marcar su propia historia, su propia cultura, su propio crecimiento, su desarrollo y principalmente solucionando sus eventuales problemáticas.
No seremos Venezuela porque aunque nuestra institucionalidad esté exageradamente denigrada por la corrupción, por lo menos la tenemos, no seremos Venezuela siempre y cuando los poderes o ramas de nuestro país permanezcan como están, y aun así hay que hacer reforma para independizar al sistema judicial.
No tendremos problemas como en Venezuela si damos la oportunidad a un cambio que nos aleje del alineamiento social y político del establecimiento.
Nos asemejaríamos quizás a una Venezuela desde el punto de vista político, si se realiza la brillante idea que promulga el centro democrático, que de centro no tiene nada y de democracia tampoco, de unir las cortes. Con el fin de conformar una sola que estreche distancias o más bien unte el legislativo con el ejecutivo, llevándose por delante el sistema judicial, con el simple objetivo de tapar todas aquellas acusaciones e investigaciones por parte de la justicia que afectan a muchos de la bancada de ese partido.
En Venezuela existe una dictadura impuesta, en Colombia también la hemos tenido por algo más de 200 años pero de manera indirecta, de manera camuflada, es decir, las mismas familias han manejado el poder. Nos convertiremos en Venezuela si dejamos que los mismos personajes de siempre se impongan de generación en generación, cargando corrupción, impunidad, pobreza, desigualdad y guerra, acomodando leyes que cobijen a los más bandidos para perpetuarse en el poder. Eso sí sería ser como Venezuela.
En Colombia, la participación política que se está viviendo, está demostrando que la sociedad se está cansando de ser oprimida por los mismos y por las mismas. Es destacable que ya la mayoría de la población está generando conciencia que aunque la política no lo es todo, es la que marca el rumbo y el destino de un país.
La sociedad está despertando y quiere un cambio, que está siendo puesto en duda por el temor y miedo que está infundando la clase política tradicional.
Por tanto, es sano concientizarse que los cambios no son para empeorar, los cambios son para mejorar, para hacer lo que no se ha hecho, posibilitar lo que no se pudo, tener en cuenta, lo que no se tuvo en cuenta, en Colombia da tristeza y vergüenza ver que los gobernantes llegan al poder peleándose el podio de quién es el mejor, pero al final de sus mandatos salen compitiendo por quien ha sido el peor.
A ellos les interesa la ignorancia, pues el pueblo que no se educa, vivirá tendido en el fracaso, las naciones que han prosperado saben que el motor principal de una sociedad es el capital humano, garantizado por unas condiciones mínimas estatales. Pero en Colombia la clase política tradicional ni hace ni deja hacer, son el típico chico bufón de la clase que todo le parece mal y lo crítica pero que tampoco aporta nada bueno.
¿Por qué no meditamos y hacemos un pequeño test de coherencia? Si usted apoya al delincuente, como espera que el delincuente le ayude a acabar la delincuencia, como espera que el corrupto le ayude a acabar la corrupción, como quiere acabar el clientelismo, si escoge la mermelada.
Muchos compatriotas aún siguen sesgados de la realidad, aún no identifican nuestras propias necesidades. Aunque digan que sí, no lo demuestran con su accionar, de nada me sirve quejarme porque me den una cita médica con un especialista para dentro de tres meses si el día de las elecciones salgo a votar por quienes no han hecho nada por mejorar el sistema de salud. De nada me sirve quejarme por no tener recursos para ingresar a una IES si el día de las elecciones salgo a votar por los que no han hecho nada por mejorar y garantizar una buena educación. Hay que ser congruentes.
El camino lo marcamos nosotros pero nos polarizamos, nos dividimos y terminamos cogiéndonos rencor el uno al otro por la forma de ver las cosas, de pensar, pero a la larga los más perjudicados somos todos. El día que en Colombia exista plena conciencia y que cada ciudadano esté al tanto de qué necesita este país. Prosperamos, existirá, paz, educación de calidad, avance tecnológico, desarrollo, crecimiento económico. Y todo aquello que anhelamos.
Por ello se debe hacer hincapié, en que exigir una excelente educación o un excelente de sistema de salud, o exigir oportunidades para laborar, no es esperar nada gratis, son derechos que usted merece. Por tanto el político que ofrezca brindar estos derechos no debe ser tildado de populista. No está mal adentrarnos en la política. Pero para ello hay que tener el conocimiento claro.
No se trata de recriminar a alguien por su forma de pensar, el tema subyace en hacer ver a aquel de forma argumentada lo que no ve. Cada quien es libre de elegir y de pensar, al fin y al cabo son derechos. Pero el diálogo y el debate es la materia prima del cambio. Ignorante no es pensar diferente como lo hacen ver muchos, ignorante es el que no sustenta sus planteamientos o ideas con argumentos. En hechos reales.
Salgamos este 17 de junio a elegir, no al candidato, sino al que tenga las mejores propuestas, las que mejor se ajusten a las necesidades actuales de este país, no bote su voto con miedo, con odio o con rencor, vote con conciencia piense en el porvenir, no por el hoy, sino por el mañana. Al fin y cabo todos somos Colombia.