Seguir insistiendo en que Colombia se va a convertir en una segunda Venezuela solo porque se hizo un acuerdo de paz con la guerrilla de las Farc constituye el mayor embeleco que ha podido idear la ultraderecha colombiana. Asegurar que los guerrilleros desarmados, aliados con Santos, nos van a llevar a la modalidad más oscura del comunismo en las próximas elecciones, es una afirmación tan descabellada que produce risa o ganas de llorar.
Cualquiera que lea la prensa o entienda un poco de economía verificará que en cada acto de este gobierno se profundiza aún más el modelo económico neoliberal. Esa actititud le ha permitido a Santos llegar al extremo de hacernos candidatos a la OCDE, el club más selecto de ultracapitalistas ricos del mundo y además, nos quiere meter de cabeza en el TPP: el tratado de libre comercio más neoliberal y avasallante de toda la historia. Por otra parte ofreció a nuestras tropas para pelear en las filas de la OTAN, la organización militar más anticomunista del mundo. Para rematar, puso en ejecución un programa (Ser Pilo Paga) que dejará sin recursos a la educación pública superior en una década o dos.
Por su parte, los guerrilleros reinsertados a la vida civil saben que su modelo hoy por hoy solo puede enfocarse hacia programas reformistas sin posibilidades de hacer modificaciones de fondo en el modelo económico imperante. La alarma castrochavista presenta un discurso que puede funcionar muy bien entre quinceañeras agrupadas en un club de fans, señoras de clase media asociadas en clubes de jardinería, consumidoras habituales de vino barato, jóvenes integrantes de las barras bravas, fanáticos de equipos de fútbol perdedores, indigentes sobresaturados de bazuco con hediondez de alcantarilla y estudiantes universitarios de mediana inteligencia que suelen jugar cartas o dominó durante la época de parciales. En personas que saben leer y escribir, o que entienden un poco de economía política, ese tipo de embelecos no funciona, sin importar que el embaucador que pregona el discurso sea el mismísimo Álvaro Uribe.