Estos días se escuchan muchas críticas contra el senador Antanas Mockus, electo por la Alianza Verde. Vale decir que criticar no es un delito siempre y cuando no se confundan las causas con los efectos. No voy a minimizar los efectos potenciales adversos tanto para la persona como para los verdes o caricaturizar la posición del ciudadano Mockus o apelar a las emociones, tampoco centrar nuestra atención en las diferencias de opinión entre los medios de comunicación o posiciones demagógicas, precipitadas o tácticas, sino ofrecer un análisis objetivo e imparcial de la situación de hecho. No se trata de una cuestión ética cualquiera, sino de una cuestión jurídica y política, antes incluso que ética.
Como ya es sabido por los lectores, por su perfil académico, su estilo fresco y poco protocolario, su visión progresista y su estilo carismático y populista, el profesor Mockus,logró convencer a quienes estaban hartos de un sistema político corrupto, logrando de esta manera la segunda mejor votación del país. Son, sin embargo, numerosas las preguntas que han surgido en torno a su inhabilidad política por la influencia sobre los contratos que firmó su fundación Corpovisionarios a menos de seis meses antes de su elección y al momento de presentar su candidatura para un nuevo mandato (artículo179.3 de la constitución).
La Sección Quinta del Consejo de Estado, una vez demostrada la inhabilidad e incompatibilidad arriba mencionadas, e incluso presunta corrupción, anuló la elección del carismático profesor Mockus como senador de la República. Es de alguna manera un castigo diferido por negligencia o falta de honestidad intelectual e integridad personales, en presunta violación de las más altas normas de conducta moral con la cual se presentó el profesor Mockus a los electores en aquella época. Incluso después de descubrirse el engaño, el fraude y el secretismo en relación con cada elector y electora, los comportamientos contrarios a la ética y los casos de un intenso conflicto de intereses, el Sr. Mockus no extrajo la conclusión evidente: su dimisión.
En el lenguaje corriente o técnico se puede decir que el senador actuó con mala fe y conciencia de la propia deslealtad e injusticia, con intención de engañar y falta de valores ético, incluso de hipocresía o de falta de seriedad o ambas. También revela un comportamiento premeditado o malicioso con la conciencia y el conocimiento de desvincularse de las leyes comunes sociales de lealtad y equidad para poder perjudicar los intereses e incluso los derechos de los demás o fraude de quien está dispuesto a engañar con dolo, con conocimiento o con negligencia.
En el plano jurídico pudo haber cometido el delito de fraude con dolo, es decir, un delito cometido deliberadamente o, al menos, por negligencia grave, incluida su comisión como participante o instigador. Al actuar así, Mockus se deja en ridículo a sí mismo, lo cual deteriora aún más su imagen ante los ojos de la comunidad, no asume sus responsabilidades con seriedad y no hace honor a los compromisos contraídos con respecto a la ética y conducta, la moral y las virtudes o valores de la conciencia.
Es un gran error y un acto de populismo, prejuicio y falta de honestidad. Lejos quedan los tiempos en que los filósofos contribuían al avance y a la difusión de todo el conocimiento, desde la naturaleza moral a la reflexión ética más profunda. Este es el resultado de un engaño deliberado y sistemático a los electores. Creo que es una vergüenza y un baldón para el país ese tipo de actuaciones y prácticas deshonestas, en tanto constituye un atentado grave contra la democracia y una ruptura de la práctica de convivencia y el fortalecimiento de los valores democráticos.
El senador no obró conforme a derecho cuando actuó de mala fe y sin resolverse el conflicto de intereses, incurrió asimismo en un vicio de forma cuando rechaza o niega repetidas veces ante la opinión pública que no había ninguna inhabilidad o de que estaba incapacitado jurídicamente al momento de presentar su candidatura. Lo cierto es que se demuestra que el mismo en el cumplimiento de sus obligaciones contractuales obró sin observar la transparencia exigida en el ámbito de contratos públicos, y parece claro que ha estado dominado por la mala fe, imputable a su culpa o negligencia.
Además, el senador ha sido consciente de la naturaleza ilícita de su comportamiento abusivo y delictivo, entre otros factores, por el uso de mala fe, con fines de inducir a error o engaño a los electores y sin despertar sospechas para alcanzar sus propios fines inmorales o corruptos. En su propia mente, esa otra persona creerá tener buenas razones para actuar de ese modo, pero hay motivos justificados para dudar de la autenticidad de su lucidez mental.
Ahora, el Sr. Mockus tiene que ser testigo de cómo tanto los amigos como los enemigos le reprochan sus listas de buenas intenciones de una persona inteligente o su capacidad para propagar (pero no para preservar) sus valores humanistas o alentar creencias en un momento absolutamente crítico de nuestra historia y llamamientos a promover un planteamiento más ético y más moral basado en los principios pedagógicos modernos, más adecuado y conforme a los principios de buena fe, la integridad de conducta y el sentido común para comprobar al final que no fueron más que una especie de palabras huecas que suenan agradables o un mero dulcificante retórico sin ningún efecto práctico y actuar de cara a la galería mediática, pero está dando un mal ejemplo, sobre todo a nuestros jóvenes.
Es de alguna manera un castigo por la falta de coherencia en la honestidad de actuar según los principios que afirmaba defender, acentuada por la falta total de transparencia y de rendición de cuentas. Su credibilidad en lo que se refiere a la aplicación de la estrategia de lucha contra la corrupción ha sufrido un duro golpe, así como del partido que lo sostiene, los verdes. Lo que me sorprende es la ineptitud o pereza intelectual, la ingenuidad destructiva del profesor Mockus de tentar la suerte o mordisquear la peligrosísima tentación y creer que no se descubriría de inmediato el engaño.
Esa decisión no es más que la expresión de su arrogancia, la falta de respeto o mofa hacia las normas morales y rechazar la autodisciplina, decir que todo vale no está en la línea del progreso, sino del fracaso. Es la falta de respeto del profesor hacia el pueblo y el país que lo acogió. Es una "falta de sensibilidad y respeto hacia los demás y las instituciones democráticas, y de su voluntad de ser elegido en su propio interés, y espero de verdad que no se repita en el futuro.
Es evidente que por su popularidad y carisma personal, pero sobre todo debido a su vulnerabilidad física o mental, ocasional o permanente, el profesor Antanas podría haber sido seriamente engañado por el pecado o engatusado por argumentaciones engañosas o por apelaciones a la responsabilidad, ya que él no entendía las prescripciones y la ley correctamente. Así pues, creemos que será el juicio de la historia y de la sociedad civil que tomará la decisión de absolver o condenar al senador. El conocimiento de nuestra historia será el antídoto para no tropezar de nuevo en la misma piedra. Esto por una sencilla razón: aquí no solo es un deber moral, sino además una exigencia política y jurídica basada en actos ilícitos. El viejo proverbio lo expresa claramente: “El hombre no tiene más que sus vicios y sus pecados", que es la parte sombría y herida de su ser que tiene que aceptar con humildad llevando cada día sus flaquezas y la cruz de Cristo”. Amén.