En el articulo “How Uber Deceives the Authorities Worldwide” el New York Times hace un recuento completo de cómo la compañía Uber engaña a las autoridades en el mundo entero mediante el uso ilegal de la herramienta Greyball integrada al programa VTOS para evitar la acción de las autoridades, lo que explica por qué han podido evadir las redadas por años. El escándalo reciente es apenas el último de una cadena muy conocida de acciones encaminadas a operar en las áreas grises de las regulaciones y la ley, y que incluye también varios casos por acoso a mujeres y denuncias por agresividad y desprecio por las normas en los ambientes de trabajo.
Pero nada de esto causa sorpresa. Desde el principio, la compañía Uber funciona aprovechándose de las grietas en las regulaciones locales, imponiendo un ambiente de competencia desleal que ha generado incidentes en todo el mundo. Así funciona también en Colombia, cobrándole a los usuarios sumas escandalosas por una carrera simple, que bien pueden triplicar en costo según el horario o el clima, y que pueden cargar a la tarjeta de crédito aún si se cancela, sin recurso posible de apelación. Por supuesto que las acciones de algunos taxistas contra conductores de Uber que han terminado en disturbios resultan absolutamente condenables. Nada autoriza la violencia. Pero en el fondo hay un reclamo real al que las autoridades no prestan atención, y es que seguir la ley y obedecer las reglas en Colombia ¡no paga! Uber puede aplicar los cargos exorbitantes que le parezcan, y nadie se opone a que ofrezcan su servicio al que pueda y quiera pagarlo, pero lo que no puede ser, es que no cumplan con las reglas como todos los demás.
No todo el que tiene un auto puede emplearse como taxista.
Se necesita conocimiento de la ciudad, experiencia con el tráfico y paciencia con el público.
Por eso que no cambio a los amarillitos
A mí me fue tan mal con Uber, que tome la sabia decisión de borrar la aplicación. No lo recomiendo en absoluto, ni objetivamente me parece un servicio mejor o más seguro. No todo el que tiene un auto puede emplearse como taxista. Se necesita un profundo conocimiento de la ciudad, experiencia con el tráfico y mucha paciencia para lidiar con el público. Es por eso que yo no cambio a los amarillitos ¡por nada del mundo! Los taxis amarillos están en todas partes, y siempre se puede depender de ellos. Detrás de cada uno hay una familia llena de sueños y un conductor que trabaja 16 horas para pagar un cupo y hacer el diario. Eso es injusto. A los taxistas les autorizan cada año incrementos irrisorios en la tarifa que los obligan a pelear por cada pasajero y que les niega la posibilidad a muchos de hacerse a su propio auto, elevar la gama del que tienen o aspirar a trabajar menos horas.
Siempre he pensado que a los conductores de taxis amarillos se les ataca injustamente y se les juzga mal a todos porque algunos criminales se valen de taxis para cometer fechorías, cuando lo cierto es que en su absoluta mayoría son personas decentes y trabajadoras, que no reciben las oportunidades que merecen. Casi nadie reconoce el potencial de la red de conductores de taxis amarillos, que ha sido poco explorada, pero es enorme por donde se le mire. Tan solo desde la perspectiva de seguridad, la red de taxis amarillos ha sido y sigue siendo, una aliada muy importante de la Policía Nacional en la lucha contra el crimen, el control del tráfico y la atención de accidentes, y son fundamentales, por ejemplo, en la reacción rápida a emergencias, ayudando a ubicar personas perdidas o sentando una alerta. A pesar de ello, reciben muy poco reconocimiento, cuando lo cierto es que, con la política correcta y usando los costos de los cupos como incentivo, ellos mismos podrían construir una flotilla de taxis de lujo para el que esté dispuesto a pagar un poco más, a precios mucho más competitivos que los de Uber. Incentivar a los taxistas no solo les permitiría a muchos a hacerse con su herramienta de trabajo y dejar de vivir bajo condiciones de explotación laboral, sino que les facilitaría la opción de adquirir autos de mejor calidad y recibir educación que les ayude a mejorar la experiencia de servicio.
Usando los costos de los cupos como incentivo, podrían
construir una flotilla de taxis de lujo para quien esté dispuesto a pagar un poco más,
a precios mucho más competitivos que los de Uber
Una prueba de que los incentivos, incluso simbólicos, funcionan maravillosamente con la red de taxistas, es el resultado de las calificaciones que se otorgan a través de aplicaciones como Tappsi o Easytaxi, que han mejorado sustancialmente la seguridad y facilitado la identificación de los que prestan el mejor servicio. Yo tengo mucho que agradecerles, y me alegra poder hacerlo públicamente y en contracorriente a tanta habladuría. Gracias señoras y señores taxistas por transportarme todos los días, por su trabajo duro y por su contribuir a construir una sociedad mejor.
Instagram y Twitter @nataliaspringer
